"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
domingo, 30 de diciembre de 2018
El hombre que cabía en la palma de su mano. Francesc Barberá - Reseña
viernes, 28 de diciembre de 2018
Escarcha. R. Ariel Victoriano - Reseña
jueves, 20 de diciembre de 2018
Choque generacional
¡Me
agotan! ¡Esta familia mía despedaza mi paciencia! Tradición, normas,
responsabilidades... Sieeempre el mismo
discurso, sieeempre la misma regañina, sieeempre esos odiosos aires suyos de
superioridad. Muy joven ─dicen ellos que soy─ demasiado joven e inexperta todavía
para comprender la importancia inmensa de nuestros ritos, de nuestras
costumbres, de nuestros blablabla... ¡Ja! ¡Si supieran! No entienden nada. Mucha
clarividencia, mucha perspicacia pero... nada de nada. Ni lo intentan, vaya. Y
lo peor es que ni siquiera me escuchan, ¡maldita sea! Habitan un mundo inexistente.
Un edén de fantasía. Un paraíso que se extingue bajo sus pies y no se dan
cuenta. ¡Qué ciegos están! Traición, llamaron a mi feliz innovación ¡Traición!
Y de inmediato mi varita y mis hechizos requisaron. Castigada como una criatura,
¡qué vergüenza! Los tiempos cambian y también nosotros habremos de cambiar algo
con ellos, digo yo. Y, sí, por supuesto, reconozco que mucho más romántico, más
adorable y cautivador, quizás, resulte transformar ratones y calabazas en
carruajes y zapatos de cristal pero las niñas de hoy en día ya no sueñan ser
princesas y gracias a mi (¿imprudente?) picardía, mirad cuan radiante y
orgullosa conduce ahora Cenicienta su ferrari por toda la ciudad.
sábado, 8 de diciembre de 2018
Fedra - Reseña
domingo, 25 de noviembre de 2018
Nostalgia
Segundo premio "Relatos Compulsivos". Noviembre 2.018.
lunes, 12 de noviembre de 2018
Equívocos
http://estanochetecuento.com/equivocos-marta-navarro/
http://estanochetecuento.com/resultados-para-la-laca-de-victor-lax/
https://estanochetecuento.com/la-repesca-de-claroscuros/
viernes, 9 de noviembre de 2018
Primera memoria. Ana Mª Matute - Reseña.
sábado, 3 de noviembre de 2018
Inclemencia
La golondrina - Reseña
viernes, 26 de octubre de 2018
Mil soles espléndidos. Khaled Hosseini - Reseña
sábado, 20 de octubre de 2018
En horas bajas
miércoles, 10 de octubre de 2018
No tocar
martes, 25 de septiembre de 2018
Latidos de olvido
sábado, 22 de septiembre de 2018
Kathleen. Christopher Morley - Reseña.
lunes, 17 de septiembre de 2018
Moriría por ti y otros cuentos perdidos. F.S. Fitzgerald - Reseña.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Otoño en Buenos Aires
Otoño. Del año la estación más bella. La estación de los poetas. Melancólico, tenue y dorado otoño que los días acorta, los árboles desnuda y mi memoria enreda entre su aroma a un pasado roto, a un instante antiguo de tiempo detenido.
No es esta una historia feliz, les advierto. Es una historia de dolor y muerte; de fantasmas anclados a la noche; de rabia y desolación. Y sin embargo... Sí, por encima de todo, es una historia de amor.
Se llamaba Álvaro. Era un muchacho alto y muy delgado, con grandes ojos color caramelo a los que asomaba un chispazo de vulnerabilidad. Supe al instante que amarlo era mi destino, que siempre sería él mi lugar en el mundo. Y es por eso ahora tan grande mi desamparo...
Le vi por última vez un día de marzo frío y brumoso, húmedo de lluvia. Primeros atisbos del feroz otoño que aquel año asolaría Buenos Aires. Se despidió con un beso y un guiño pícaro, feliz por algún proyecto que llevaba entre manos, que seguro me contó pero ya después no logré recordar. Subió a su motocicleta ─chubasquero y libros a la espalda─ y el tráfico de la mañana lo engulló sin piedad.
El asfalto espejeaba charcos de cristal.
Nunca regresó y el rumbo de mi vida se torció entonces sin remedio. Nada volvería ya a ser como solía.
Tan definitiva y abrupta fue su desaparición que no parecía real. No podía serlo. Resultaba imposible, impensable. Tan fuerte era, día tras día, la impresión de pesadilla que yo creía soñar. Nadie desaparece sin rastro, sin explicación, sin motivo ─me decía─, aunque justamente eso era lo que acababa de ocurrir: humo entre la niebla, vapor desvanecido en el aire, sombra desdibujada entre la nada.
Y a nadie pareció extrañar.
Tiempo gélido y oscuro de silencios y miedos callados.
Comenzó entonces mi amargo recorrido por la burocracia del dolor: hospitales, administraciones, puestos de guardia... Incluso las puertas de la morgue golpeé aterrada en mis pesquisas. Y allí, con el corazón encogido y el alma espantada, decenas de cuerpos revisé: cadáveres anónimos destinados a yacer en el olvido eterno de cualquier tumba sin nombre. Ninguno era el suyo.
Extraviada en el laberinto de la duda, suspendida en un limbo de secretos y sospechas, enloquecí. El tiempo se volvió contra mí. Moría por dentro, enferma de desesperanza. Le echaba tanto de menos... Sus bromas, sus risas, su voz, su ternura. Le buscaba en sueños sin cesar para despertar luego atormentada por terribles visiones. Los años cayeron de golpe sobre mí. Me convertí en un ser gastado y triste, profundamente herido, incapaz de hallar consuelo para tanta inocencia perdida, atrapada en un callejón ciego, devorada por el miedo.
Y fue entonces que algo muy extraño sucedió.
Una noche, entre sueños y desvelos, escuché una voz en mi mente que, insistente, repetía: «no existe la muerte, solo el olvido. Recuerda. Siempre recuerda...».
Un latido de más sacudió mi corazón. Desperté con aquellas palabras en los labios y algo muy profundo ─supe de inmediato─ giró en mi interior. Comprendí que debía aceptar al fin que aquella pena insoportable habitaría siempre mi alma, que habría de dejar a la tristeza arañar suavemente mis días, aprender de nuevo a respirar, a vivir con esta ausencia que quema.
Luchar contra el olvido. Impedir que borre tu nombre el olvido, hijo, esa fue desde entonces mi única misión. Y cientos de compañeras leales, con idéntica cicatriz en el alma, hallé en esa lucha. Jamás en ella me encontré sola.
Han pasado los años, tantos que parece imposible y aquí seguimos: reuniéndonos cada jueves. Pañuelo en las cabezas, pancartas en las manos, cansancio en los rostros.
Siguen aquí las huellas del pasado y con ellas nosotras, las madres, clamando vuestros nombres. Reclamando justicia y dignidad. Dando voz a los humillados.
¡Tantos destinos robados! ¡Tanto dolor y muerte ocultos en crueles madrugadas! ¡Tanto silencio! ¡Tanta vergüenza!
Triste historia la mía. Historia de un amor, les dije. Un amor eterno que más allá de la vida o de la muerte perdura. Historia también de una espera, de un llanto, de un lamento que contra el olvido resuena sobre una plaza inmortal donde un otoño el tiempo se detuvo. Sombrío y atroz otoño de mi malherido Buenos Aires.
viernes, 24 de agosto de 2018
Cuento de una noche de verano
Se llamaba Belinda y era la más bella muñeca del escaparate. Delicada, exquisitamente hermosa, una pequeña dama vestida de seda, encajes y suave terciopelo, ojos azules, rubor en las mejillas, rubios cabellos recogidos en perfectos bucles sobre su cuello de cera. Sentada al piano, suspendidas las manos sobre las teclas unas veces, de pie tras el cristal otras, acunada en la nostalgia, siempre melancólica, indiferente y frágil, miraba la vida pasar. Etérea, transparente, dulce como un sueño de infancia.
Los días en el almacén de antigüedades se iban así sucediendo uno tras otro, cada uno parecido al anterior ─apacibles, perezosos, rutinarios─ entre la admiración y la indolencia que la muñequita despertaba hasta que, en algún momento, sin que nadie pudiera explicar cómo, algo muy extraño sucedió. Una mañana de aquel lánguido e inacabable verano, la vitrina que ella había ocupado hasta entonces amaneció vacía. Belinda no estaba. En su lugar, el rastro deshojado de una rosa blanca de cristal.
Cuentan que, enamorada de un titiritero que por aquel tiempo se hallaba de paso en la ciudad ─un muchacho guapo de ojos grises y vivaces, rostro atezado por el sol e irresistible sonrisa soñadora─ aturdida de amor, tras él huyó una noche de luna llena.
Raudas y fugaces, cómplices y atrevidas, destellaban en el firmamento cientos de perseidas y su magia y fantasía aquella noche vertían sobre el mundo.
Burlado de tan fantástico modo, casi por milagro, su destino de inanimado juguete inalcanzable, de feria en feria, felices y sin rumbo, siempre juntos los dos, recorren desde entonces los caminos. Eternos vagabundos perdidos por el mundo.
Sus vestidos ahora rasgados y en desorden, el cabello desgreñado, los brazos descascarillados, magullada su blanquísima piel de porcelana, nada en ella recuerda ya a la bella damisela, siempre al borde de la vida acurrucada, que alguna vez fue. Brillan sus ojos, antes tristes y apagados y un sentimiento desconocido, algo muy cercano a la esperanza, habita su alma. Y es que fue frente a él que por primera vez su corazón latió.
Una palabra, un gesto, una sonrisa a tiempo y... una vida que renace por arte de magia.
Sucedió que solo aquel joven alegre, irreverente y bohemio que quiso el azar cruzar en su camino, fue capaz de consolar su dolor; de ver lo que nadie más acertó nunca a comprender: la soledad, la tristeza, el vacío en que se ahogaba.
Y solo él le dio también una razón para soñar.
Con la quietud y la inmensidad de un hechizo rozaron sus ojos los suyos, un beso leve dejó en sus labios y bellas palabras de amor a su alma habló.
Como el regalo más precioso apareció para quererla cuando menos lo esperaba, borró para siempre las sombras del pasado y un nuevo destino, una vida entera le entregó: fulgurantes noches repletas de estrellas, tibios amaneceres cubiertos de rocío, cálidas brisas perfumadas de jazmín... la belleza muda de un instante en que nada pasa y pasa la vida.
Ráfagas de alegría y felicidad, mariposas en el alma, secretos de amor, estremecimientos de ternura, caricias en el corazón...
Latidos de magia y de poesía.
Y es que a veces, solo a veces, los sueños se cumplen. Es entonces que el destello errante de una estrella, el acompasado latir de dos corazones, el dulce contacto de unas manos que se unen, un abismo de soledad y silencio resquebraja, sombras y desdichas ahuyenta y una noche de verano misteriosa y hechicera al mundo deslumbra con su luz, con su encanto y su belleza.
domingo, 19 de agosto de 2018
Tras la máscara. Louisa May Alcott - Reseña
miércoles, 15 de agosto de 2018
A vuelta de correo
sábado, 4 de agosto de 2018
Otros tiempos
Este relato resultó mencionado en el certamen julio-agosto 2.018 de "Esta Noche Te Cuento".
http://estanochetecuento.com/otros-tiempos-marta-navarro/
http://estanochetecuento.com/los-resultados-de-las-sabanas-de-garcia-rodero/
Imagen: Cristina García Rodero.
domingo, 29 de julio de 2018
Tiempo de fiesta
Reto especial Toro de Lidia "Relatos Compulsivos". Segundo puesto.