miércoles, 24 de abril de 2019

Los millones de Brewster. George Barr McCutcheon - Reseña



"Le perseguían los recuerdos y el agudo remordimiento por su inconsciencia"

Llevada al cine hasta en nueve ocasiones, "Los millones de Brewster" es una divertidísima comedia publicada por primera vez en 1902 e inédita en castellano hasta el año 2014 (Alba Editorial),  cuya historia comienza con la celebración del vigésimo quinto cumpleaños de Monty Brewster, joven y despreocupado americano, que en ese momento y tras morir su abuelo, se descubre heredero de un millón de dólares. Pocos días después recibe una nueva herencia, esta vez de siete millones por parte de un tío lejano a quien apenas conoce y que impone en su testamento una extraña y rigurosa condición: la de haber gastado previamente y en no más de un año hasta el último céntimo del dinero recibido del abuelo. Para ello no podrá el protagonista recurrir a ningún tipo de donación o especulación ni podrá tampoco contar a nadie lo que sucede.
A partir de ahí, el autor nos sumerge en una desternillante y exquisita comedia de enredo repleta de situaciones y peripecias cómicas e inesperadas en torno a esa carrera a contrarreloj por alcanzar la bancarrota que resulta ser algo mucho más complicado de lo que en principio podría parecer y que convierte al héroe de la historia en objeto de crítica, desprecio o incomprensión según el momento por parte de quienes le rodean.
Ingeniosa, ágil y muy inteligente, en la historia subyace también una crítica al puritanismo americano de la época y a los modos de la alta sociedad neoyorkina de principios de siglo: en un proceso inverso al habitual que consistiría en alcanzar dinero y posición a través del esfuerzo, aquí se trata de perderlo sin explicaciones y con absoluta despreocupación ante la mirada atónita de una sociedad que toma por loco a quien no se comporta conforme a las reglas por ella establecidas.
Disparatada paradoja repleta de ritmo, sorpresas y sobresaltos construida como excusa para hablar de los anhelos y miserias de la condición humana.

lunes, 15 de abril de 2019

Pero... ¿quién mató a Harry? Jack Trevor Story - Reseña.


"Lo que me remuerde no es la conciencia. No tengo conciencia"

Comedia negra del escritor británico Jack Trevor Story "Pero...¿quién mató a Harry?" (Alba Editorial), también en su momento llevada al cine por Alfred Hitckock, es una pequeña joya del género de suspense.
 Ambientada en una pequeña villa de la campiña inglesa, la historia comienza con el hallazgo de un cadáver que un niño encuentra en el bosque. A partir de ese momento, la trama gira en torno a las curiosas y sorprendentes reacciones que varios de los vecinos del pueblo, a medida que se encuentran con el cuerpo, muestran ante el suceso: lo ignoran, les molesta, lo entierran, lo desentierran... y todos se creen culpables de su muerte.
Novela policiaca original y diferente, repleta de enredos y situaciones disparatadas, genuino humor inglés y muchísimo ritmo, donde lo idílico de la ambientación y del paisaje contrasta con la excentricidad de los personajes y el macabro (también muy divertido) enigma que el autor plantea: pero... ¿quién mató a Harry?

domingo, 14 de abril de 2019

Hijos de David



"Cada grito de dolor permanece eternamente en la mente de Dios"
Anónimo en los muros de Auschwitz

Aferrado a la mano de su esposa, incapaz de mirar atrás, Gabriel luchaba por no quebrarse. Avanzaban despacio, en silencio, enfrascados ambos en idénticos pensamientos. Dos pequeños eslabones en la larga cadena de miedo y derrota que aquellos días acordonaba Toledo. A lo lejos, las campanas de Santa María daban las doce. Un escalofrío, incongruente e impropio de la mañana de verano, recorrió entonces su cuerpo. Aquel tañido grave y solemne había marcado el paso de sus horas desde que tenía memoria y ahora que, sabía, lo escuchaba por última vez quiso anclarlo con detalle y precisión a su nostalgia. Las campanas, el olor de la leña al encender el fuego por las noches, la fragancia del jazmín, los silbidos de las golondrinas en las tardes morosas del verano, la casa de su niñez y sus ancestros... Todo lo perdían y él buscaba en su alma coraje para enfrentar incertidumbre y sufrimiento, para adaptarse y sobrevivir en ese mundo extraño y feroz que les había tocado en suerte.
Ahuyentó de su mente la nube de recuerdos que lo ahogaba y se centró en el camino. Avanzar, no pensar, un paso y otro y otro más. A su lado, Sara lloraba sin ruido. Apretó fuerte su mano. No hallaban sus labios palabras de consuelo.
En qué momento comenzó a torcerse el rumbo de sus vidas, cuándo perdieron su ciudad, de dónde procedía odio tan amargo... Lo torturaba la injusticia y la maldad y para ninguna pregunta encontraba respuesta.
Habían vivido los últimos meses divididos entre el miedo y un conmovedor empeño de normalidad, sujetos a un frágil simulacro de esperanza, imaginando (deseando) que los excesos del fanatismo pronto se apaciguarían. Pero no. Imperdonable era su pecado e imposible resultaba redimirlo.
Un sentimiento de exclusión y lejanía los cercaba, una explosión de furia incontrolable que no alcanzaban a entender. Excitados por predicadores fanáticos, por absurdas leyendas en torno a profanaciones e infames rituales sanguinarios, se alzaban ahora sus vecinos contra ellos, volvían la cara los amigos a su paso, se apartaban al instante de su lado como quien se aparta de un mendigo sucio y maloliente. Ardían las hogueras por doquier e impregnado de pánico se hallaba el aire.
Y, sin embargo, pese a tan evidentes señales de alarma, atados como estaban a la sospecha y la desconfianza, aún se negaban en esos días a admitir que de veras fueran a expulsarlos, que habrían de abandonar la tierra donde nacieron, donde siempre vivieron sus antepasados, las calles de la ciudad que una vez creyeron suya y donde no recibían ahora más que injurias y signos de odio.
Una firma y un sello de lacre al pie de un decreto: "acordamos de mandar salir a todos los judíos de nuestros Reynos, que jamás tornen ni vuelvan a ellos...", los arrojaba al exilio, los exponía a la vergüenza y los obligaba a emprender un viaje sin rumbo hacia algún lugar incierto donde quizá también serían señalados y de nuevo rechazados. Los borraba para siempre del recuerdo y del paisaje de su tierra cual imaginarios fantasmas.
Desierta ya la judería, una larga procesión de rostros lívidos y sombríos atravesaba ese mediodía la muralla y cruzaba lentamente el Tajo: ancianas de aire quebradizo, madres jóvenes con niños en los brazos, hombres mareados por el calor, atónitos, encorvados e impotentes. Entre ellos, uno más, Gabriel rumiaba la magnitud de su desgracia y de su pérdida. Nunca volvería a recorrer las calles de su infancia, ni vería el perfil de sus montes al atardecer, no lo arrullaría el canto de su río ni lo ampararían los muros familiares del hogar. Lo olvidaría su ciudad: la más hermosa del mundo, la más civilizada hasta que despertó en ella la barbarie. Una rosa blanca sobre la tumba de los padres −inmenso alivio no haberles visto vivir ese día− había sido esa mañana su triste despedida.
Inmerso en aquella interminable ruta de pesadilla, absorto en sus cavilaciones, envuelta en su alma la ciudad en una niebla de lejanía y dulzura, se sentía él pequeño y solo, vulnerable y enfermo de añoranza, cuando con brusca lucidez, como si despertara de un sueño, comprendió que no podía darse por vencido, no debía, no lo estaba. Ese pensamiento inesperado le calmó el desasosiego y pintó en su rostro un amago de sonrisa. Rodeó entonces con firmeza los hombros de Sara, notó cómo de golpe recobraba el ánimo su espíritu, cómo regresaban las fuerzas a su cuerpo y, uniendo a la suya su cabeza, murmuró despacio: «volveremos, amor, volveremos». Ella agachó la mirada, apenas un segundo, asintió con un gesto leve de esperanza y guió luego su mano hacia la vida que latía en sus entrañas. «Volveremos», repitió −llanto en los ojos, desafío en la voz− implorando al Cielo clemencia y amparo para aquella estirpe suya errante y maldita como era la de los Hijos de David.
Cada vez más y más lejos continuaban con repiques de triunfo doblando las campanas en aquella mañana de verano del Año del Señor de 1492, mientras los desterrados abandonaban la ciudad. En sus alforjas una llave, una lengua y un puñado de su tierra: Sefarad.








Relato publicado en la Antología del Tintero de Oro "Tinta, papel y...¡acción!". Diciembre 2019.

miércoles, 10 de abril de 2019

La mecanógrafa de Henry James. Michiel Heyns - Reseña.



"El problema con la literatura era que, aparte de escribirla, no podía hacerse mucho más con ella"

Inspirada en el personaje de Theodora Bosanquet, mecanógrafa de Henry James desde 1907 hasta la muerte del escritor en 1916 y recientemente publicada por "Gatopardo Ediciones", es esta novela retrato perfecto y crítica certera de la sociedad británica de principios de siglo: del comportamiento de las clases altas, de sus prejuicios contra la nueva burguesía americana que comenzaba en aquellos años a viajar por Europa, del ambiente y la forma de vida de la comunidad artística, de los bohemios...
Narrada en tercera persona, construye la trama una intriga en torno al personaje de Frieda (trasunto de Theodora) pero toda la novela es en realidad un homenaje a la figura de Henry James. Es de su personalidad, de su vida, de sus rutinas, del sentido que para él tiene la literatura y de su absoluta consagración a ella, de lo que realmente pretende hablarnos el autor.
Con una prosa muy elegante y muy cuidada nos lleva Michiel Heyns a esos primeros años del S.XX, nos atrapa en un mundo apasionante y nos sumerge en un misterio y un suspense que pretende sin duda emular a los del propio James.
Fantástica por último la conclusión de la novela y una  frase final que da sentido a toda la narración y cierra magníficamente la historia.

jueves, 4 de abril de 2019

Habitación 307

     


        Se llamaba Teddy y tenía poderes mágicos. Sólo Víctor lo sabía. Era un secreto y él era realmente bueno guardando secretos, así decía siempre mamá. Por eso no podía contárselo a nadie. Ni siquiera a Celia. Aunque, a veces, cuando ya muy tarde la oía llorar bajito, casi sin ruido, tuviera tantas tantas ganas de hacerlo... Esas noches Víctor se levantaba despacio, arrastraba con cuidado su gotero y sobre el corazón enfermo de la niña dejaba su pequeño osito de peluche. Mágico y poderoso tesoro que, a fuerza de inocencia, burlaba cada día al miedo y al dolor.

  

Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del Concurso de microrrelatos "Cien palabras para mamá" convocado por la Editorial Libro Feroz y aparece publicado en la Antología del concurso. Marzo 2019.