Todos somos
charlatanes. Nos parecemos muy poco a lo que fingimos ser.
Ante
la imposibilidad de lograr un embarazo y tras haberlo intentado de todos los
modos posibles, un matrimonio neoyorkino viaja a Europa para adoptar un niño.
Un país del Este, gélido y gris, indeterminado, al que acuden, pese a los
condicionamientos que impone la enfermedad que sufre la mujer, para recoger a
su bebé. La llegada a una estación abandonada, la sensación de pérdida y
desamparo en esa primera noche de los protagonistas en una ciudad extraña, las
dificultades para localizar el hotel en medio de la ventisca, marcan ya desde el
inicio el tono de una novela hipnótica, articulada en torno a dos personajes
sin nombre a quienes la voz narrativa se refiere siempre como el hombre y la
mujer. Una pareja feliz en otro tiempo, distanciada ahora, sumida en una crisis
que no sabe solventar.
Los
silencios, el miedo, el dolor, el viaje interior a que el proceso de adopción
conduce al matrimonio (cada vez más ajeno el uno al otro), es el tema de fondo
de una historia que alterna el relato de ese mundo propio de los protagonistas
con la peripecia de lo que sucede en torno a ellos: los enredos en que se ven
envueltos tanto en el hotel que los acoge como en el orfanato donde han de
cumplimentar los trámites de adopción, la relación con los huéspedes del hotel,
secundarios extremadamente peculiares (estos sí con nombre propio) que por
momentos conducen la narración a situaciones de lo más estrambótico, próximas
al realismo mágico, o las dificultades administrativas que surgen a cada paso y
tensan el clima del relato.
El
autor sitúa así a sus personajes al borde de un abismo emocional, desorientados,
inmersos en un ambiente inhóspito, opresivo, decadente. Los perfila con una
enorme carga de tristeza y soledad, de heridas y reproches callados, para
hacerles luego aferrarse a un hilo de
esperanza que ambos intuyen insuficiente y frágil.
Una
historia de amor diferente, incierta, dura y delicada a un tiempo, muy medida
en su estructura y sobria en el tono, para una novela que parte de la crítica
ha definido como la mejor de Peter Cameron hasta la fecha.