¡Qué
susto! ¡Y qué vergüenza! ¡Si hubierais visto cómo corrí! En un instante
comprendí lo que sucedía y a la velocidad del rayo escapé de allí. ¡Ay, Dios!
¿Qué habrán pensado de mí? Pero, ¿qué otra cosa podía hacer si ya empezaba mi
cuerpo a transformarse? Pensé que no lo lograría, que descubrirían mi impostura
y para siempre me enjaularían como a un absurdo y vulgar monito de feria. ¿Y
qué creéis que hubiera sucedido entonces? Expuesto mi secreto a la curiosidad
malsana de tanto entrometido, mi vida ya nunca habría vuelto a ser la misma. Sé
que yo no hubiera podido soportarlo y por eso fue que me asusté tanto. Sí, me
asusté muchísimo, lo reconozco. Y pese a todo... ¡Ay! ¡Haber tenido que huir de
esa manera! ¡Quién iba a imaginarlo! Y justo, lástima, cuando mi plan rodaba ya
a las mil maravillas. Aquella hechicera maldita tuvo la culpa ¡mira qué
confundir el embrujo...! ¡Las doce campanadas pertenecen a otro cuento! Todo el
mundo sabe que nunca −¡nunca jamás!− tuvieron nada que ver con el mar y sus
sirenas.
Imagen: Benoit Courti.
Jajajaja,... muy bueno Marta,... quizás reclamando en la Oficina de los consumidores.
ResponderEliminar;)
Jeje, gajes de la hechicería 😉
EliminarMe ha gustado mucho. Me he ha dado mucha pena la descripción del pobre monito de feria jaja pero el resto me ha gustado bastante.
ResponderEliminarMuchas gracias, Tali. Me alegro mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarBonito. Cinco minutos más y hubiera tenido que llamar al camarero a coletazos.
ResponderEliminarJajaja, muchas gracias, Salva.
EliminarQué bonito, Marta.
ResponderEliminarEstoy con Norte, que reclame a la oficina del consumidor, ;)
Un beso.
Pobre! Quién se lo iba a decir, verdad? Muchas gracias,Irene 😘
EliminarA esa hechicera se le produjo un "cortohechizos" y se le cruzaron los cuentos, je, je, je... Muy simpático y trepidante micro, Marta. Un abrazo!
ResponderEliminarJeje. Me gusta lo de "cortohechizos" 😉 Muchas gracias, David.
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