Le manchaba los dedos de harina al
entregarle el paquete que, puntual, le llevaba cada semana y la ternura que
siempre sorprendía en ese gesto la conmovía de un modo extraño. Aquella mujer
menudita de mirada transparente le tenía robado el corazón.
-Su paquete, doña Adela. Hasta el
lunes.
-Adiós, hija, muchas gracias.
Doña Adela apretaba contra el pecho su
tesoro, rasgaba con cuidado el envoltorio y, muy atenta, leía las notas de María.
Esa chiquilla tan dulce, tan cariñosa siempre. Su maestra. Ecuaciones y poesía.
¡Ay, Adela, quién lo hubiera dicho...!, pensaba, mientras muy al fondo de sus
ojos cansados una mujer más joven y menos deshecha sonreía feliz.
Microrrelato para el concurso Relatos en Cadena del programa la Ventana de la Cadena Ser.