Había comenzado a nevar. Los copos caían con dulzura, algodonosos, hipnóticos. Un manto blanco cubría poco a poco la ciudad, las copas de los árboles se teñían de escarcha y una repentina gelidez helaba el mundo. Los transeúntes elevaban con asombro los ojos al cielo, estupefactos ante el espectáculo que ofrecían las nubes. ¿Qué era aquello? La nieve y el frío del invierno no era más que un mito legendario, una fantasía, un fenómeno atrapado en viejos libros de historia. Algo que nadie había experimentado jamás en esa era de calentamiento abrasador. Y sin embargo... La quimera se hacía ahora realidad y lo imposible sucedía. Huellas de pasos marcadas en el suelo, hielo derretido al contacto de unos dedos, palmas extendidas en el aire para rozar su suavidad. El tiempo discurría lento, todo era efímero y bello como un sueño del que nadie quería despertar. Un hecho sin explicación ni precedentes. Cosa de magia. ¿Regresaría a sus vidas el invierno?, ¿se trataba de eso?, ¿volverían las estaciones a sucederse ─precisas, diferentes, serenas─ como en aquellos tiempos antiguos que ya nadie recordaba?, ¿lograría la Naturaleza resurgir de sus cenizas? Un atisbo de esperanza titilaba en las miradas iluminando la sonrisa de unos hombres que ansiaban el milagro. Tenían el prodigio al alcance de sus manos, pero... ¡era tan frágil su voluntad!