jueves, 28 de diciembre de 2017

El espíritu del lago


Guarda el bosque una leyenda de soledades y melancolías, de amores contrariados y corazones rotos, de dolor y muerte, de llanto y desolación. Cuentan que, entre las cristalinas aguas del lago que al borde de la ladera brilla, incorpóreo como ellas, fugaz y transparente, un espíritu de mujer habita. Unos ojos verdes, embrujadores, misteriosos, muy bellos y tristísimos que, de cuando en cuando, entre esas aguas −las gentes del lugar dicen− se divisan. Unos ojos que una traición de amor lloran sin consuelo, que, esperanzados y pacientes, ingenuos e inocentes, al amparo de la noche y de sus sombras, bajo aquellas mágicas aguas argentinas, siempre brillantes, contra toda esperanza al traidor aún esperan, tal vez le amen todavía. Sólo a los llorosos sauces, a los álamos centenarios, a los frágiles juncos y dulces nenúfares, a la brisa suave y la espectral neblina, algunas noches claras de luna llena su secreto revelan, junto a ellos lloran su infeliz destino y, sólo a ellos, sin palabras, hablan de su herida.





     Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del "I Concurso Donbuk de relatos de fantasía y ciencia ficción" y aparece publicado en la Antología del concurso "La luz me hace daño". Diciembre 2.017.



lunes, 25 de diciembre de 2017

Tiempo de ilusión


Barre lentamente la aurora el rastro de la noche mientras desde su ventana, todavía algo adormilada, contempla una mujer la escarcha que, a esa hora tan temprana, brilla aún en los tejados. Un destello de felicidad la asalta por sorpresa. De inmediato −sonrisa en los labios, ojos inocentes, traviesos y burlones− todo lo olvida: los años que corren sin remedio, el cansancio, el frío, el futuro tan incierto... En humo sus miedos, raudos, se deshacen, atenta al latido por un instante en su alma de algo hace mucho −demasiado− tiempo olvidado: la dulce y poderosa magia, la melancólica y conmovedora ternura, el alegre y fantástico hechizo... de la mañana santa del día de Navidad.



lunes, 18 de diciembre de 2017

Wendy


Su tiempo se agotó, la magia se desvanece en el aire con dulzura y ya muy próximo se advierte el momento de marchar. Aunque... tal vez... ¿Y si al fin no resultara ello preciso? ¿Y si hallara el modo de esquivar esa partida?

Entre el deber y la esperanza, la fantasía y la razón, la niña se debate indecisa mientras, a lo lejos, la luz de una ventana para ella siempre abierta aguarda con paciencia su regreso. Al oído un rumor de campanillas, un susurro muy dulce y muy bajito que dolorido le murmura: «Nunca jamás olvides». Un dedal sobre su pecho, cerca, muy cerca, del corazón. Para siempre en su recuerdo, quizá pronto diluido entre sus sueños, un muchacho de sonrisa pícara y valiente que a duras penas oculta el dolor que sus ojos gritan. Y una despedida: «Segunda estrella a la derecha, ya sabes, todo recto hacia la mañana. Siempre allí te esperaré».

       




           http://estanochetecuento.com/wendy/

domingo, 17 de diciembre de 2017

Cuando llega el invierno


Nieva. Rauda y sigilosa, cae la noche sobre la ciudad. Ningún astro brilla en el cielo y la temprana oscuridad del invierno, a esta hora, ya todo lo invade. Una atmósfera húmeda y muy fría sin piedad hiela el mundo con su soplo glacial.
Por las calles nevadas un hombre, apenas un fantasma, camina. Cabizbajo y lento, triste boceto de sí mismo, abotonado hasta el cuello el chaquetón, solapas levantadas, surcos en la frente de pena y soledad, desarraigo y desconsuelo en lo más hondo de su alma... murmurando sueños, un chispazo de luz, de alegría o de esperanza, esta noche gélida persigue, sin saberlo, entre las sombras.
Engullen sus pasos las aceras: indiferentes, solitarias, blanquísimas. El eco lejano de un rumor de villancicos y campanillas, notas perdidas de una sinfonía misteriosa y hace ya mucho olvidada, hasta sus oídos, de improviso, el dolorido gemido del viento en sus ráfagas arrastra.
Navidad. Es Navidad, con asombro este hombre sin nombre advierte de pronto. Y recuerda...
Tras los cristales empañados de algunos balcones, caldeados y confortables hogares ahora adivina y la memoria de otro tiempo, a traición y sin remedio, de antiguas lágrimas y melancolía infinita, sus ojos grises, enigmáticos y profundos, con un destello de ternura, de inmediato desborda.
Abandonado en un mundo inmenso y oscuro, un corazón desengañado y por amor herido, atisba un instante la felicidad y prosigue su camino.





            Este relato aparece publicado en el nº 7 (diciembre 2018) de la Revista Papenfuss.



viernes, 1 de diciembre de 2017

Quimera


Mi vida siempre estuvo hecha de apariencias más que de verdades. Es cuanto puedo decir. Nadie en mi alma se adentró jamás y, sin embargo, mucho de mí todos hablaron. Cuentan que alguna vez fui la casquivana musa de un pintor de escaso ingenio y muchos aires de grandeza, que el corazón de un  joven músico −inclemente como siempre fui− en mil pedazos un mal día destrocé, que una leyenda de amores contrariados, de cuando en cuando, a mis ojos se asoma y un mundo de secretos arrastra mi sonrisa. Un juguete en manos del azar, caprichoso y enigmático: tan sólo eso es lo que he sido. Y nada importa lo que digan. Atraparme, no podrán jamás. Soy misterio, embrujo, fantasía... un suspiro, un anhelo, una ilusión... El más dulce verso escapado de labios de un poeta. Un bello sueño que sólo entre tus sueños habita.






Este relato apareció publicado en el blog  "Tertulia de Escritores" el día 29 de noviembre de 2017 y en el nº 40 (marzo 2.018) de la revista  "Valencia Escribe".

viernes, 24 de noviembre de 2017

Las voces del lago


Un nuevo amanecer despunta en la laguna y enredado entre la bruma un llanto suave, muy dulce, un llanto que de las ondas y el rumor del agua parece brotar, a esa hora tan temprana, como cada día, se escucha. Y es aquella una voz herida, una voz sin rostro, un eco antiguo y torturado que en la soledad callada de este lugar tan triste y ya sin alma −la más tenebrosa frontera entre la luz y la tiniebla que jamás en el mundo existió− tiernas lágrimas a los espectros arranca. De tanto dolor una mirada impaciente y a destiempo, una mirada de amor vencida, una única mirada, ha  sido la causa. Un rostro de mujer apenas entrevisto. Una condición incumplida. Una promesa a los dioses infringida. Y una condena... Implacable y cruel.  Eterna y definitiva será la separación. Amargo y desesperado el lamento de un frágil mortal que, a fuerza de amor y al hechizo de su canto, el corazón del Averno un día conmovió, de un hombre enamorado que anhelante, un instante antes de que los rayos del sol a la mujer que tras él venía por completo vistieran con su luz, los ojos hacia ella, todavía inmersa entre las sombras, giró sólo para contemplar −fatídica promesa quebrada− como lentamente, por segunda vez y sin duda ahora para siempre, frente a él Eurídice se desvanecía.







       Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del "V Concurso de Microrrelatos Miedo en tus Ojos" y aparece publicado en la Antología del concurso. Editorial "Ojos Verdes Ediciones". Noviembre 2.017.



domingo, 19 de noviembre de 2017

Dentelladas de nostalgia


Lejana sombra de un pasado que para siempre el viento se llevó. Melancolía, humo,  silencio. Instante que pasa y ya no es. Efímero perfume del tiempo que el dolor y la música de un mundo perdido por ensalmo en nuestro recuerdo evoca. Notas suaves de un piano. Arcoíris atrapados entre pompas de jabón. Luz, viento, escarcha, rocío... Tenues huellas de una belleza yerta y olvidada, de una belleza antigua, etérea y  muy fugaz. Latidos de emoción, de dulzura, de alegría, de pena, de esperanza. Quebradizos espejismos que al oído, conmovidos, a las almas sensibles su más poderoso secreto revelan y las hacen −nos hacen− entonces con asombro y  con sorpresa comprender que, siempre, pese al dolor, al desgarro, a la distancia, al miedo y la más feroz derrota, aferrados al anhelo y la nostalgia, tal vez por su memoria confundidos, a su mágico embrujo por completo rendidos, si en ellos fuimos felices un día, allí siempre, frágiles y expectantes, seguimos: en todos los lugares de los que nos hemos ido, en todos los lugares donde un día sin remedio hace mucho entre la bruma del tiempo diluido, otra vida, audaces, jóvenes e insolentes como fuimos, bajo el tembloroso destello de mil estrellas, cómplices, blanquísimas, eternas y serenas, a soñar nos atrevimos.  


Relato para los Viernes Creativos de https://elbicnaranja.wordpress.com/ a partir de la propuesta de incluir en el  texto la frase "Seguimos en todos los lugares de los que nos hemos ido" extraída del libro de Ángeles Sánchez Portero "Habitaciones con monstruos".

Imagen: Pinterest


martes, 14 de noviembre de 2017

Estrellas errantes


Cada tarde, ya muy próximo el sol a su ocaso, ella −etérea, suave,  transparente− con esa lealtad inquebrantable tan propia de los amores platónicos, de los amores imposibles −siempre a su cita puntual− hace su aparición. Mágicamente se quiebra entonces la penumbra, arden en el firmamento, cómplices, las estrellas, se conmueven las almas sensibles y la asfixiante grisura del mundo de golpe desaparece, eclipsada tras su luz.
Cobra en ese instante existencia la belleza.
 Silencio...
Sus ojos se clavan en los míos. Una sonrisa adormilada, cierta niñez soñadora ya remota, casi olvidada. Una voz que, sabia, a través del espacio y el tiempo resuena, romántica, lúcida, valiente... Una voz antigua y poderosa que mucho sabe de amor, de dolor y soledad.
Zonas de dulzura, palabras en melancolía enredadas que de las sombras rescatan a quien por ellas se deja embrujar, palabras que calman heridas, que al lugar al que alguna vez tantos sueños huyeron encaminan y, generosas, cada noche regalan algo que la vida nunca da: una ilusión, una esperanza, un misterio, el verso eterno de un poema que dos corazones une.
Palabras que al amanecer se desvanecen raudas como una estrella fugaz. Frágiles destellos de luz, de dolor, de magia, de vulnerabilidad. Oleadas de alegría, de pena, de ternura. Lágrimas lentas de cristal. Latidos de Poesía.





Este relato apareció publicado en el blog "Tertulia de Escritores" el día 13 de noviembre de 2.017 y en el número 38 (enero 2.018) de la revista "Valencia Escribe".

Imagen: Noche Estrellada de Vincent Van Gogh.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Un invitado inesperado


 Si puedes recordarme, siempre estaré contigo
       Isabel Allende

Como cada año, con la festividad de Todos los Santos ─o Día de los Muertos como acá en México la llaman─ con puntualidad exquisita regresa noviembre y la melancolía y oscuridad del otoño, por unas horas, de color y magia, con su algarabía enmascara. De luces y velas, de ofrendas y música, de aromáticos y florales altares, se visten las calles y todo lo invade de pronto el esplendor, la fantasía, el brillo, cierto alegre y fantasmagórico desconcierto: un expectante ambiente de mascarada.

No es esta aquí una época triste, no, al contrario. Vence siempre en estos días la ilusión a la tristeza, a la desolación derrota sin piedad la esperanza, al reencuentro con los vivos prestos acuden los muertos y entre tequilas, tamales, pulques, pipianes y otras mil culinarias delicias ─pan de muerto, tamarindos, tétricas y dulcísimas calaveras...─ solo para ocasión tan especial con amor infinito preparadas, el largo regreso a casa, todos juntos al fin, en torno a la mesa festejan.

Momentos bellos y felices, sí, embrujadores y hechiceros. Y pese a ello ¡cuán próximas en el corazón de hombres, ánimas o fantasmas, alegría y tristeza se hallan!

Mezclado, por completo confundido, entre la multitud que esta noche ríe, sueña y danza, me siento yo de pronto tan solo, tan pequeño, tan perdido...

 Una fragilidad repentina, una avasalladora melancolía de improviso invade mi alma, adivino bajo mis pies el abismo y solo entonces comprendo el error que al acudir a esta cita ─a la que, cierto es, por nadie fui convocado─ cometí. Mas no siempre a la razón obedece el corazón y tanto me devoraba la impaciencia, tanto yo desesperaba por verla, tanto anhelaba sentir de nuevo la caricia de su voz, que incapaz fui de resistir la tentación. Solo mía fue la culpa.

«Siempre estaré contigo», se lo dije tantas veces... ¿Acaso no me creyó? ¿cómo fue que me olvidó?

 Un frío de hielo atraviesa mi corazón,  un vacío hondo y oscuro en torno a mí se extiende e incontenible, una lágrima furtiva, muy amarga, por mi rostro resbala. Si ya nadie en  el mundo me recuerda, si una noche como esta no hay quien mi nombre ─triste espectro enamorado─ invoque con dulzura y de mí no queda huella, pronto mi espíritu en la insondable bruma de la inexistencia, sin remedio, se diluirá; en la etérea dimensión de los sueños, desvanecida para siempre, mi ánima dormirá.

Con la fe con que uno espera los milagros así yo espero una sonrisa, una mirada, una intuición, un presentimiento, una nostalgia, una caricia...

 Indiferentes a mi suerte, la luz de otros ojos un mal día los suyos absorbieron y ahora, sin verlos, sin presentir el dolorido latir de este pobre corazón atormentado, los míos traspasan. Es en este instante ─vacilante, vencido e invisible vagabundo, perdido entre la alegre muchedumbre que de la muerte hoy no se espanta y en su amoroso recuerdo devuelve la vida a tantos y tantos fantasmas─ que con horror comprendo que a esta Tierra sin belleza nunca más regresaré.

Implacable, la noche avanza hacia el alba. Gastado y triste, abandonado en un mundo inmenso y oscuro, mi tiempo se acaba. Trágico y aciago siempre mi destino.

Vacío. Ausencia y olvido. Solo eso queda. Y un ligero rumor, mitad sollozo, mitad suspiro.




          Este relato aparece publicado en el nº 7 (septiembre 2018) de la Revista "El Callejón de las Once Esquinas".


domingo, 29 de octubre de 2017

Cuenta la leyenda



Nunca mueren los viejos rockeros, cuenta la leyenda y no seré yo quien la desmienta. Al contrario. Casi podría asegurar que sea cierta. Tampoco quiero engañar a nadie y debo añadir por eso que morir tal vez no mueran pero envejecer... ¡ay! envejecer, vaya si lo hacemos.
Dejen que les cuente mi historia. No es una gran historia y nada tendría de particular si no fuera por el único y chiquitísimo detalle de que es la mía. Convendrán conmigo que, aunque insignificante, esta circunstancia resulta para mí fundamental. Aunque, tal vez... tal vez en el fondo sí lo sea. Una gran historia, digo. No sé, ustedes juzgarán. Pero, discúlpenme, a punto estaba ya de andarme por las ramas. Es esta dichosa tendencia mía a divagar que en cualquier momento me asalta. Y es que me encanta conversar aunque muchas ocasiones de hacerlo no tenga, esa es la verdad. Gajes de la vejez, ya les dije que, lenta pero despiadada e inmisericorde como suele, sin apenas darte cuenta, derrotado y solo el día menos pensado te deja. En fin, el caso es que creo haber avivado ya una pizquita su curiosidad y prometo no aburrirles si me brindan, generosos, su atención. 
Verán, todo comenzó por culpa de una joven. Lo sé, lo sé, no es un arranque muy original pero... es lo que sucedió. Una joven, les decía, que despertó un sentimiento hasta entonces desconocido para mí. Nada importa ya su nombre y poca gente en el mundo queda que pudiera recordar, aun así -lealtad inútil, bien lo sé, mas siempre para mi tuvieron importancia ciertos gestos- guardaré el secreto. Magia, luz, belleza. Todo en torno a ella parecía siempre gravitar. Un soplo de felicidad me acariciaba el corazón cada vez que sonreía. Su mirada me hacía soñar, me ahogaba de amor y en mi infeliz inconsciencia, joven e ingenuo como era, a toda costa decidí lograr que ella me quisiera y con ese fin tracé un plan magistral.
Corrían los años cincuenta, el rock and roll despertaba con fuerza y yo, un muchacho hasta entonces tímido y del montón que nunca en nada había sobresalido, me aferré con pasión a aquella oportunidad. El cambio en mi apariencia resultó fundamental, debo reconocer: largas patillas, brillantina en el pelo, elaborado tupé, atuendo ligeramente extravagante y... ¡voilá! patito feo de golpe transformado en bello cisne. Estrategia infalible.
Aunque nunca hasta entonces había la música entrado en mis planes, no cantaba mal y yo lo sabía. La vergüenza y los nervios me mataban pero recuerden que había una chica por conquistar y nunca hubo ilusión más poderosa en este mundo. Fue así que un día, en un baile de verano, quizá fuera la noche de San Juan siempre tan misteriosa y hechicera -pero tanto tiempo pasó que incapaz soy ya de asegurarlo- tuve un impulso que para siempre cambiaría mi vida: abracé con descaro mi guitarra, subí sin pensarlo al escenario y, bueno, no es que quiera alardear pero... ¡fabuloso! no encuentro otra expresión. Aquel pueblo de casitas blancas junto al mar, la última luz del día desvaneciéndose en el horizonte, mil acordes fugitivos entre la brisa a la deriva, público enloquecido, electricidad en cada aplauso, martillazos en mi corazón. Sus ojos... ¡Ay!, aquellos ojos clavados en los míos.
Deseé con toda la fuerza de mi pobre alma enamorada que los relojes  se parasen, que se detuviese el tiempo y ese momento durase para siempre. Hace ya tanto de todo aquello.
En fin, ¿qué puedo decir? Me convertí en una estrella sin apenas darme cuenta y lentamente mi vida se disolvió en el caos. Rocé una felicidad que, de golpe, escapó de entre mis manos. Ella dijo que nunca podría quererme, el aire a nuestro alrededor en ese instante se congeló, murió el romance y yo me obligué a olvidar. No sé  por qué pero eso hice y hube de aceptar al fin que lo que una vez creí posible no lo era en realidad. Mudo de estupor, ni siquiera lloré.
Pasaron los años. Alegrías, penas, victorias, derrotas, simulacros de amor... Ruido y silencio.
Nada queda ahora. El tiempo se arrastra muy lento y todo me es ajeno en este limbo donde habito, aunque quizá tan sólo ocurra que demasiado cansado estoy ya de vivir sin ella, eterno enamorado de quien nunca volverá.
A pesar de todo, apagado, vacío, viejo y decrépito como estoy, para siempre ausentes quienes alguna vez mi mundo y mis sueños compartieron, algo superior a mi voluntad, más grande que yo mismo, me retiene aquí. Música y recuerdos se cuelan por alguna grieta del tiempo para susurrarme quién fui, para devolverme una gloria antigua. Exiliado de un lugar al que nunca podré regresar, en  ocasiones es brutal la soledad que siento e infinita la nostalgia por todo lo perdido.

Pero esperen, creo que estoy haciendo que suene peor de lo que es y no es eso. No, en absoluto. No pretendo despertar su compasión. Sólo ocurre que a veces me abruman los recuerdos y sueño la historia de un amor que nunca fue. Impenitente romántico en el fondo, ya ven. Pero no. No deben sentir lástima. Yo soy el Rey. ¡Todavía! ¡Siempre! Y sin embargo.... Los años, este cansancio infinito, tantas pequeñas humillaciones cotidianas, sin tregua me hacen dudar si este tipo vestido de blanco que salta todavía cada noche al escenario y mueve sus caderas maltrechas al ritmo de un inmortal "King Criole" soy yo mismo, mi fantasma o mi más fiel, entregado y devoto imitador.





        Este relato aparece publicado en el nº 36 (noviembre 2.017) de la Revista "Valencia Escribe".

Oscuridad y silencio


El sol se oculta al fin tras las colinas del Campo de Marte. Ha sido un día largo y caluroso en Roma este 22 de junio del Año del Señor de 1.633 y los monjes de Santa María agradecen ahora el leve frescor que anticipa la llegada de la noche. Apenas comentan lo aquí sucedido y sólo unos pocos intuyen que desde hoy el mundo será ya para siempre y sin remedio algo más oscuro. Finalizado el rezo de Vísperas un silencio extraño, pesado como el plomo, invade de golpe todos los rincones del convento mientras en su celda el alma gastada de un hombre cansado y enfermo murmura con infinito desconsuelo "y sin embargo se mueve...".






Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del " VIII Certamen Literario Canyada D'Art" y aparece publicado en la Antología del concurso. Septiembre 2.017.


El padre - Reseña


"Es como si estuviera perdiendo todas las hojas..."

Un anciano enfermo de alzhéimer. Un actor inmenso para darle vida. Una obra que se sirve del humor, de la ironía y de la intriga para abordar un tema delicado y difícil sin caer en ningún momento en el melodrama o la sensiblería, que nos muestra la enfermedad desde la perspectiva de quien la sufre, desde sus pensamientos y la permanente confusión  entre alucinación y realidad que en ellos se produce.
Protagonista absoluto, Héctor Alterio construye un personaje entrañable, muy divertido por momentos, angustiado y dolorido en otros, siempre conmovedor. Con una mirada, con un gesto, con un énfasis o un matiz de la voz nos asoma al alma de un hombre herido y junto a él nos hace vivir su desconcierto, sentir su miedo, su fragilidad, su vulnerabilidad... llorar su olvido y su desolación, asistir a la lenta e implacable pérdida de sus recuerdos, a la desintegración inevitable de su vida.
De escena en escena -significativo como poco a poco también el escenario se  va desnudando hasta quedar casi vacío- contemplamos el deterioro de un personaje que no alcanza a comprender del todo qué le ocurre, a su desesperación por hallar una explicación convincente y tranquilizadora para sus contradicciones, para una realidad que a cada instante parece volverse en su contra.

Sobrecogedora finalmente la última escena de la obra, las lágrimas, la mirada perdida, dulce y transparente con que Héctor Alterio al fin nos parte el alma.

martes, 24 de octubre de 2017

Pinceles a flor de piel


Lentamente devoró su alma la tristeza. La desesperanza, el abatimiento, la desilusión... aquella tan oscura e inexplicable atracción suya por el daño y la derrota, ganaron para siempre la batalla. Un corazón frágil y herido dejó a destiempo de latir. Perdió el otoño sus colores, a su pintor la poesía y entre ardientes campos de trigo, demacrados campesinos, cálidos y dorados girasoles,  bajo el amparo incierto de la memoria del arte y del tiempo, vaga desde entonces el espíritu atormentado, siempre sombrío, de un hombre al que un sueño de luz, emoción y color, de improviso, embrujó; de un hombre torturado con pasión por un anhelo de belleza que, sin saberlo, un breve instante, muy breve, rozó. Furia, belleza, abismo, delirio, melancolía... Impresiones errantes, hipnóticas, doloridas, fugaces... Desgarradas, malheridas y sublimes, pinceladas de eternidad.



Imagen: Internet


domingo, 22 de octubre de 2017

La velocidad del otoño - Reseña


¿Hay belleza en la vejez? ¿cómo enfrentarse a algo para lo que nunca nadie nos preparó? ¿es posible mantener la propia identidad hasta el final?... Del paso del tiempo, de la melancolía y la nostalgia, de la soledad y el vacío, de la indefensión y el miedo, a medio camino entre el humor y el drama, nos habla Alejandra en esta obra -"La Velocidad del Otoño"- articulada en torno a la conversación que, en un momento crítico de su vida, esta mujer mantiene con el más pequeño de sus hijos.
Una conversación dura, tierna, conmovedora, donde aflora la sabiduría, la pasión por la vida, por el arte y la belleza de una anciana inteligente y sensible que a toda costa lucha por mantener su independencia y su libertad "el valor más preciado, quizá el único que tenemos". Una mujer perdida entre los restos de una vida que fue un día alegre y luminosa y que el tiempo, lento e implacable, poco a poco le ha robado para siempre. Una mujer que pese a todo no renuncia a su capacidad para elegir, para decidir su futuro.  

Texto sencillo, delicado, evocador, emotivo y muy bello magníficamente interpretado por Lola Herrera y Juanjo Artero sobre un tema difícil, profundo, muy doloroso también por momentos.

lunes, 16 de octubre de 2017

La muerte de la mariposa - Reseña


"Eran la misma persona con dos corazones y dos cabezas; y esos dos corazones y esas dos cabezas se volvían apasionadamente el uno hacia el otro, el otro contra el uno, hasta arder en una única hoguera".

Recién publicado por Gatopardo Ediciones, “La muerte de la mariposa” es el relato de un amor, de una devoción y una pasión, de una lucha feroz contra el alcohol y la enfermedad, de una época ligera y fugaz, chispeante, bohemia y luminosa donde los sueños parecían fácilmente poder convertirse en realidad.

En muy pocas páginas el autor de esta historia -Pietro Citati-  nos adentra en la intimidad y el secreto de una pareja irresistible, emblemática como pocas, la que Francis Scott Fitzgerald formó junto a su esposa Zelda durante los años veinte y treinta del pasado siglo. Atrapa Citati de forma magistral el espíritu de una historia de amor profunda, cómplice, conmovedora, tormentosa...; nos asoma a un abismo de miedos, inseguridades, decepciones, flaquezas, derrotas...; nos muestra las heridas, las huellas que inevitablemente en las vidas y el alma de los protagonistas poco a poco va dejando el implacable transcurrir de los días y los años; asistimos junto a ellos a la transformación en dolor y desesperanza de ciertas -quizá demasiadas- promesas incumplidas para, al fin y pese a todo, caer rendidos frente a la magia eterna de un amor que el tiempo convirtió en leyenda, frente a la sobrecogedora belleza de una lealtad inquebrantable.

viernes, 13 de octubre de 2017

El genio de los deseos


Suspira y cierra los ojos... En su recuerdo: mil y una noches repletas de estrellas; olor a jazmín; el tañido melodioso de las campanas meciendo con dulzura el despertar de la ciudad. Una ciudad ya para siempre convertida en nostalgia. Frente a ella: el cruel silencio de las fotografías; oscuridad, tristeza, cansancio; frío y devastación. En su alma: un deseo; una súplica; una oración. Entre las nubes, lejos, muy lejos, de aquella tierra tan herida: la magia. En el destierro eterno de los mundos perdidos: un hechizo. Un genio acurrucado en su lámpara que lágrimas de impotencia y rabia lloraba.





Microrrelato para los Viernes Creativos de https://elbicnaranja.wordpress.com/
Imagen Michel Pederson.

lunes, 9 de octubre de 2017

De piratas y corsarios


En el lugar más recóndito de la isla, en una tumba sobre una colina al borde del mar, unos mortales restos reposan. Allí yace también un hechizo. El eco eterno de la aventura de un mundo perdido, la magia y la fantasía, la curiosidad, cierta infantil inocencia, es lo que aquella sepultura sin nombre custodia. Cuentan que, en las noches de tormenta, una extraña canción el viento silba, al tiempo que dos feroces bucaneros desde un velero espectral a su inmortal hacedor saludan. Ron, ron, ron... parece la ventisca gemir. Entre las olas sueña su tesoro John Silver. Enigmático, sonríe.





    Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del "II Concurso Donbuk de Microrrelatos" y aparece publicado en la Antología del concurso. Septiembre 2.017.


domingo, 8 de octubre de 2017

Muñeca de porcelana - Reseña


"Muñeca de porcelana" -"China Doll" en su versión original- obra escrita en su momento por David Mamet para Al Pacino y ahora en España magníficamente interpretada por José Sacristán, nos adentra de forma descarnada y muy ácida en los entresijos del poder, en un mundo oscuro,  turbio  e inquietante de dinero, secretos, mentiras, influencias, traiciones... en el siempre opaco universo de la política (de quienes tras ella impulsan ciertas decisiones al amparo de las sombras) y de la corrupción.
Es esta una obra ágil, irónica, muy original en su estructura, articulada casi por completo en torno a una serie de conversaciones telefónicas a través de las cuales Sacristán despliega un abanico de estados emocionales con los que hace cobrar vida a su personaje y logra contagiar el ritmo y la tensión de la acción al espectador. Prácticamente un monólogo a pesar de la presencia constante sobre el escenario de un segundo actor -Javier Godino- con diálogos muy breves y cuyo papel sólo al final de la trama cobra cierta importancia.
 El tema que se aborda, sin embargo, es tan real que resulta también muy previsible y ni la evolución de los acontecimientos ni su desenlace final alcanzan realmente a sorprendernos.

Merece la pena, en cualquier caso, asistir a la interpretación impecable, poderosa y repleta de matices que de su personaje hace José Sacristán.

lunes, 2 de octubre de 2017

Añoranza



La busco entre la sombra de un recuerdo

Nunca está

Sombra antigua, efímera y burlona

Sombra dolorida, insolente y magistral

Vagabundo de sueños

 Vagabundo de ilusión

Lucidez devastadora que, cruel, mi derrota murmura

Desgarro, pérdida, desesperanza

 Desamparo y llanto en un recuerdo ahogado

Estrella inalcanzable

Estrella mágica y fugaz

 Tenue brillo entre tanta oscuridad

 Incapaz de retenerla, junto a ella mi alma siempre va

Una lágrima en mis ojos

 Un recuerdo

 Plomo en mi silencio       


Un día cualquiera


El día que las olas del mar apaguen con su espuma el fuego del amanecer

 Que la luz del arcoíris aplaque con su brillo la ferocidad de la tormenta

El día que bajo la arena una estrella de mar llore su añoranza por el cielo del que una noche antigua cayó

Que rocen tus ojos los míos y una sonrisa fugaz ahuyente de tu rostro el desconcierto

El día que un instante mi recuerdo venza al vacío de tu olvido...

Sólo ese día mi corazón podrá quizá latir de nuevo

 Y sentir que  alguna vez hubo magia en el mundo.



sábado, 30 de septiembre de 2017

Quinto B



El mismo piso. De nuevo. Y ya eran tres los asaltos que aquel agosto había sufrido, algo ciertamente excesivo incluso para tal mes. Como siempre puerta de par en par, cajones desvalijados, libros por el suelo, nada, al parecer, que echar en falta. Un halo de misterio envolvía sin remedio a su inquilina. ¿Qué escondía aquella anciana y quién lo buscaba con tanta tenacidad? Desplomada en su sillón, rodeada de policías, ella temblaba, no de miedo sino de emoción. Debía acabar con semejante desatino -lo sabía- pero tanto le pesaba la soledad... Y tan divertida resultaba siempre su pequeña picardía... 

          
    

     Microrrelato finalista semanal el día 30 de septiembre de 2.017 en el concurso "L'art d'escriure" del programa Wonderland de Radio 4 RNE.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Niños de nadie


...Elige siempre la esperanza
Séneca

Elmer Mendoza nació un día de invierno frío y muy lluvioso. Nadie recuerda con exactitud la fecha pero sí el frío y la lluvia que por aquel tiempo cayó durante días. Y la niebla. Una niebla espesa que llegó de golpe a la ciudad borrando todas las cosas. Quizá fuera enero. Quizá no. Nunca a causa de semejante olvido ha celebrado su cumpleaños. Nunca ha tenido regalos, tartas, ni velas donde soplar un deseo.
Aquel invierno, el invierno de doce o quizá trece años atrás en que Elmer vino al mundo, los padres habían vendido la poca tierra que aún tenían en la aldea natal y, esperanzados como nunca estuvieron, como ya nunca volverían a estarlo, habían marchado a la capital en busca de un futuro más próspero para el hijo que venía en camino.
 Pero sabido es que nunca tuvo compasión con los pobres el destino y solo un terreno en un suburbio de la periferia, próximo en exceso al inmenso vertedero que delimita el contorno de aquella ciudad inhóspita y áspera como pocas, fue a lo que debieron conformar su nueva vida.
Allí, a escasos metros de la cerca, con incansable y tenaz esfuerzo, cultivan desde entonces berenjenas, calabacines, coles y tomates que pocas veces consiguen vender.
Y allí, al filo de la desolación y la impotencia, con la angustia clavada en el pecho, lágrimas de rabia y desaliento lloran sin ruido cada noche en un triste duelo por el futuro que un día soñaron juntos.  
Así fue que en este lugar remoto y de todos olvidado, en una vieja barraca de madera y zinc tan mísera como una chabola, nació Elmer. Un muchacho ahora alto y fuerte, espigado, rostro atezado por el sol, ojos oscuros y profundos, esquivos, que, mucho antes del amanecer, salta cada día de su camastro para salir a la soledad de unas calles donde hace mucho la miseria se hizo costumbre, de unas calles que a cada paso hablan de dolor.
Cabizbajo y lento, un peso insoportable de llanto e injusticia a sus espaldas, camina entonces hacia el vertedero y allí confundido entre decenas de chiquillos harapientos −ojos tristes, mejillas hundidas, manos sucias, alma gastada− y los perros y los buitres que habitan el lugar, armado como todos con su ineludible garfio y como todos de inmediato cubierto por una grasienta costra de mugre, con inocente esmero, escarba entre la basura en busca del quizás único sustento de que ese día dispondrá la maltrecha economía familiar.
Elmer no se queja. Nunca se queja. Tampoco se avergüenza. Es su trabajo. Gracias a él subsiste su familia y se siente orgulloso. Mucho. Pero lo odia. Lo odia de un modo profundo y oscuro que por mucho que intenta no logra evitar. Odia la basura, el olor, los insectos,  los camiones, el humo de los gases... Tan desagradable todo, tan sucio, tan insalubre. Tan triste y descorazonador.
En secreto, un secreto nunca con nadie compartido, Elmer sueña estudiar. Quisiera ir a la escuela, merendar en el parque a la salida de las clases, jugar al baloncesto, confundirse y ser uno más, entre todos esos chicos a los que cada tarde espía desde lejos... y un día −como ellos seguro lograrán− llegar a ser maestro o médico, quizá.
Algunas veces, pocas pero a veces, desde lo más alto de su montaña de escombros, golpeado por la pena y la soledad, levanta los ojos a un cielo para él siempre arisco y en penumbra. Susurra entonces una plegaria dolorida, una plegaria de tristeza abrumadora y solo si por un instante una estrella atraviesa rauda el firmamento, el niño sonríe.
Por alguna extraña razón −alguien un día le contó− las estrellas fugaces guardan relación directa con los deseos y esa idea, casi una esperanza, dibuja en sus labios una sonrisa. Una sonrisa breve, apenas un esbozo, tan fugaz como la estrella. La triste e inexpresiva sonrisa de quien nunca aprendió a reír. De quien sabe que algunas historias nunca alcanzan su final feliz.


Relato publicado en la Antología "Cada vez más iguales". Valencia Escribe. Octubre 2020.