sábado, 13 de agosto de 2016

¡Oh Cielos!


     
Sentado en su trono de nubes blanditas y algodonosas Júpiter, rey de todos los dioses que en el firmamento han sido, se aburría. Es tan larga la eternidad... Aquel día el Olimpo estaba mortalmente tranquilo. Nada requería su intervención y Juno, todavía enfurruñada por su último desliz, no le hacía ningún caso. Nunca es fácil el matrimonio, ya se sabe. Las ninfas son tan bellas, la seducción tan divertida... Y en este tema ni siquiera los dioses son una excepción. Así que, aburrido como estaba y sin saber muy bien en qué entretenerse, decidió romper la rutina de las horas ensayando sus poderes con los incautos mortales pero el juego, o mejor dicho los rayos que hace tanto tiempo para él forjó Vulcano, se le fueron imprevistamente de las manos... Bueno, ¡qué se le va a hacer! −se dijo− ya se me ocurrirá a quién responsabilizar de este pequeño desaguisado... De reojo mientras tanto y con una sonrisilla malévola entre las barbas observaba como, todavía lejanas, avanzaban hacia Roma las temibles huestes del rey de los hunos.