domingo, 20 de octubre de 2019

Lluvia fina. Luis Landero - Reseña.



"¡Qué tendrá la narración que nos consuela tanto de las culpas y errores y de las muchas penas que los años van dejando a su paso!"

Novela coral en torno al poder de las palabras, de los silencios y las trampas de la memoria, con "Lluvia fina" (Editorial Tusquets) nos adentra Luis Landero en la intimidad, en los secretos y rencores de una familia incapaz, pese al mucho tiempo transcurrido, de perdonar agravios y cerrar  heridas.
 Con una estructura muy original, tomando como punto de partida la celebración del ochenta cumpleaños de la madre, asistimos de la mano de Gabriel y sus hermanas a la reconstrucción de un pasado familiar que cada uno recuerda de forma bien diferente.
A través de las continuas confidencias que, casi a modo de monólogo, los hermanos acostumbran a depositar en Aurora, esposa de Gabriel a quien todos acuden para desahogar su frustración sin advertir en ningún momento sus problemas (latentes sin embargo tras esa escucha suya amable y abnegada), construye el autor un puzle de vivencias, de pasiones y sentimientos que, a medio camino entre pasado y presente, articulan la historia real o imaginaria que sobre sí mismo ha ido tejiendo con los años cada uno de los personajes.
Guardián de todos esos secretos y rencillas familiares, es Aurora −y con ella el lector− quien percibe con absoluta nitidez el modo en que la narración distorsiona la realidad y poco a poco mitifica el pasado, el daño que causan las palabras (palabras que duelen y empapan como la lluvia fina, que nunca son inocentes) y lo grande que puede  llegar a ser el desconocimiento de aquellos a quienes tenemos más cerca.
Relato intenso e introspectivo, amargo en el fondo, muy elegante en la forma, repleto de dulzura y delicadeza. Una magnífica novela.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Abracadabra



Podría deciros que soy una caja mágica; que mi interior guarda un enigma, una rara fuerza que a nadie jamás revelé; que alguna vez encubrí un inconfesable secreto o que, en un tiempo lejano y feliz, con fervor amparé mil sueños de amor imposible: quimeras y anhelos que al fin la vida, como suele, traicionó.
Podría, sí. Y tentada he estado de hacerlo, no creáis. Habría sido tan pero tan fácil...
La historia era perfecta: magia, misterio, romanticismo... todo atrapado entre mis cuatro paredes de cartón, circunstancia esta que, no podéis negarlo, me otorgaba el papel estelar de la historia, el protagonismo absoluto del cuento, vaya. ¡Y cómo habría disfrutado mi ego maltrecho de ese pequeño momento de gloria!, debo reconocer.
¿Qué me ha frenado, entonces?, os estaréis preguntando a estas alturas de mi extraña confesión. Os lo diré: un único, insignificante, ridículo y chiquitísimo detalle. La historia sería perfecta pero... no sería cierta. Y puede que yo un pelín fantasiosa sí sea ¡pero mentirosa no! Así que, como seguro ya habréis adivinado, sí, tan sólo soy lo que aparento: un embalaje antiguo y olvidado, una humilde caja de cartón con delirios de grandeza y cierta tendencia a la autocompasión, no lo niego, que de tanto en tanto sueña otras vidas para olvidar su desdicha, su mísera y callejera existencia (os lo advertí: autocompasiva de libro, esa soy yo). Pese a todo aún no pierdo la esperanza y con paciencia aguardo mi destino: el feliz encantamiento que al fin mude mi esqueleto y por milagro lo transforme en cofre del tesoro, ¡en el abarrotado arcón de un malvado pirata con suerte!
Sueño imposible, tal vez diréis. ¿Qué importa?, dejadme un instante soñar, extraviar con ingenuidad mi camino en caprichosos senderos de magia y premoniciones de cristal. Fantasía e ilusión son mis poderes. Mimad el regalo que con ellos os entrego, invocadlos siempre con entusiasmo y convicción, pues ¡qué grande sería el desconsuelo de una vida sin imposibles que burlar!









Relato publicado en el nº 2 (octubre 2019) de la revista "El Tintero de Oro Magazine".

domingo, 6 de octubre de 2019

Viejo amigo Cicerón - Reseña



"Tu conciencia es la más dura de las condenas"

Un viejo profesor tratando de orientar a dos alumnos en su trabajo de fin de carrera es el punto de partida de esta historia que, dirigida por Mario Gas y protagonizada por José Mª Pou, recrea la vida política de Cicerón en un mundo repleto de mezquindades, deslealtades y desmedidas ambiciones personales.
Sobre la escenografía de una impresionante biblioteca, los protagonistas debaten si realmente fue Cicerón un hombre íntegro comprometido con el bien común o un mero oportunista. El profesor adopta de pronto el papel del filósofo convirtiendo a los estudiantes en su hija  y su esclavo y es así como, con continuos saltos del presente al pasado y en un curioso ejercicio de metateatro, reconstruye esta obra su figura y lo más destacado de su vida y pensamiento.
Imagen de la integridad moral, de  la coherencia individual y la lealtad hacia las propias convicciones, Pou da voz a un personaje repleto de dudas y contradicciones, un hombre que, lejos de tener respuestas, plantea cuestiones tan actuales como la legitimidad o no de una asamblea pública para entrar en conflicto con la ley, la posible existencia de normas injustas y el modo en tal caso de enfrentarlas o la facilidad con que los gobernantes son  tantas veces capaces de manipular al pueblo para regir con la más absoluta arbitrariedad su destino.
Texto intenso y repleto de matices, abrumador por momentos, para una obra que, posicionándose claramente contra totalitarismos y populismos, trata sin duda de suscitar debate y mover al espectador a cierta reflexión.
Destacar finalmente los múltiples registros y la poderosa interpretación que de su personaje hace un José Mª Pou soberbio.

sábado, 5 de octubre de 2019

Lucy


Me llamo Lucía. Un nombre precioso ¿no creen? A mí me lo parece y odio por eso que me llamen Lucy. Pero... todo el mundo lo hace. A estas alturas sé bien que ya perdí la batalla y trato de no darle demasiada importancia. Aunque lo odio, ya digo, el dichoso diminutivo. Pero, discúlpenme, no pretendía hablarles de mí −maldita manía de andarme siempre por las ramas− quería contarles de Anna y si tan difícil me resulta no colarme en su historia es porque, desde el momento en que apareció en mi vida, esta niña ha sido siempre mi mejor (¿única?) amiga, mi amiga del alma. ¡Ay! ¡Si supieran qué extrañas, pero qué extrañas, suenan estas palabras en mi boca! Ustedes apenas me conocen y sé que esto que les cuento muy buena impresión no les ha de causar, pero sinceridad obliga y debo reconocer por eso que siempre fui algo huraña y desconfiada. No me gusta la gente, esa es la verdad. Ni mucho ni poco. Es así. Nada puedo hacer y nada importa ya la causa.
En fin. Anna, les decía, tiene diez años. Es una niña alta, pecosa, algo pícara y tremendamente divertida. Muy lista, también. Le encanta la física (de mayor quiere ser astronauta recalca con firmeza a la menor oportunidad), las historias de misterio y los cuentos de piratas pero, por encima de todo, con una pizquita de orgullo diré que lo que más le gusta en el mundo son mis travesuras, mis juegos, mi compañía. Nos compenetramos a la perfección y nunca, nunca jamás, nos aburrimos juntas. Adivino lo que piensa y lo que siente solo con mirarla. Si la noto triste, ávida y mimosa, reclamo entonces sus caricias y al instante −método infalible− entre mis rizos su melancolía se diluye. También es valiente. Mucho. Muchísimo. La chiquilla más valiente que conozco. Ella lo es todo para mí: la razón de mis desvelos, de mi aprendizaje, de mi existencia... Un laberinto de azares sorteamos juntas cada día. Siempre yo su luz entre las sombras. Su brújula y su norte. Sus ojos  y su guía.