¿Sabes? Yo tengo una historia que tú no conoces. Que ni siquiera imaginas porque apenas me ves. Tu ceguera me atraviesa con desprecio y tu indiferencia me convierte en nada: una cifra, un despojo, un ilegal. Alguien sin origen ni identidad. Me culpas por ansiar la vida que tú tienes, por tratar de huir del dolor y la pobreza. Nunca piensas que quizá un mal día podrías estar en mi lugar. He dejado atrás mi tierra, he visto los ojos de la muerte y el daño incalculable que provoca la maldad. He llorado, amado, soñado... Y esos sueños, también el poder de la esperanza, me trajeron hasta aquí.
Llegué
de un lugar donde el aire quema y las estrellas brillan como faros en la noche,
donde el sol abrasa y la escasez mata el futuro. Crecí imaginando el mundo más
allá del océano y el deseo de cruzarlo se hizo tan grande que venció todos mis
miedos. Al otro lado de las olas estaba el paraíso y yo quería alcanzarlo. Así
comenzó mi ruta. Un camino de pesadilla tan lleno de peligros que el recuerdo mortificará
por siempre mis insomnios.
Cuando
la miseria es extrema, cuando habitas los confines de la desventura o las balas
llaman a tu puerta, la muerte es un riesgo aceptable. Marchas con tu vacío a
cuestas, te expones al maltrato, al robo, a las mafias ─traficantes malditas de
ilusiones que extorsionan tu ansiedad por abandonar el infierno─, embarcas tu
desconsuelo entre cuatro tablas mal cosidas, sabiendo que el mar las vapuleará
sin clemencia, y rezas por un milagro: por un giro de la suerte a tu favor que
te salve del naufragio, por no sumarte al trágico balance de seres tragados por
las aguas. En ningún sitio quedará en tal caso grabado tu nombre, no habrá
registro de tu existencia ni noticias que enviar a tus padres. Serás una
incógnita, un fantasma, un pensamiento perdido en la noche.
¿Puedes
sentir ahora el tamaño de mi desesperación?, ¿intuir lo que impulsa a una
persona a adentrarse en esa travesía tan extrema?, ¿la decepción asombrada de
haber sobrevivido a lo imposible para encontrar al final del viaje tanto
rechazo en esta orilla?, ¿la incertidumbre, la soledad de habitar un lugar con
otro idioma y códigos no compartidos donde a nadie importa si vives o mueres,
el desamparo inmenso que agujerea mi pecho?
No
busco tu compasión ni la piedad fugaz que quizá un instante asome a tu mirada.
Solo quiero que rompas tu burbuja y me comprendas. Piensa: ¿qué harías tú si el
mundo se hubiera desmoronado sobre ti?, ¿si tu ciudad hubiera sido arrasada por
las bombas, si tu aldea fuera pasto de la hambruna, si tus hijos no tuvieran un
futuro...?
Nacer
a este lado del mundo no fue mérito sino casualidad, tenlo en cuenta. Mi
frontera es un estigma tan arbitrario como injusto pero no somos diferentes.
También yo tengo una familia a la que amar, amigos con quien compartir risas y
quebrantos y un deseo irreprimible de felicidad. Y quisiera contarte tantas
cosas... Hablarte de mi vida antes de ahora, de todo aquello que fue quedando
atrás, de la nostalgia que sacude mi alma algunas madrugadas. Porque escucha
bien: nadie quiere dejarlo todo y salir huyendo. Nadie. Nunca. Son las
circunstancias las que empujan.
No
soy un enemigo. Tampoco un invasor. No me reduzcas a la medida de un prejuicio.
Y, aunque a veces pueda parecerlo, ni siquiera soy una víctima. No. Soy un héroe,
aunque tú no lo sepas. Un superviviente que mira hacia el futuro. Un hombre que,
a fuerza de reconstruir sus pedazos, se empeña en no sucumbir a la tristeza.
Y
en ese empeño, ¡qué ironía!, he disuelto mi pasado entre las sombras. Una
noche, un anciano de sonrisa gélida y aire distante cambió mi suerte de forma inopinada. Pero al hacerlo trocó también mi vida en una farsa. Hizo de mí un espía y me enseñó a transitar por la
mentira.
Al
principio, fueron solo trabajos de poca monta: vigilancia, soplos, transmisión
de información..., pero pronto mi habilidad para pasar inadvertido, mi
facilidad con los idiomas, el arrojo propio de quien nada tiene que perder, fueron
haciéndome ganar méritos e incrementando mi valía. Ascendí en el escalafón con
rapidez y me convertí en el activo más exitoso de la agencia. Madrid, Londres,
París... Marruecos, Túnez, Estambul... Anónimo, curtido en decenas de misiones entre
África y Europa, nadie ha sospechado nunca de mis intenciones.
Y
sin embargo...
Tras tanto camino recorrido, sin apenas darme cuenta, he regresado a la casilla de salida. De nuevo soy un invisible. No me pesa. Hay, si lo piensas, algo poético en lo que hago. Crucé continentes por huir de la pobreza y ahora, una vez alcanzado el milagro, vuelvo al origen: al mar y la patera. Desenmascarar la connivencia de gobiernos y fuerzas del orden con el tráfico de personas justifica mi osadía. ¡Si supieras cuánta vileza, cuánta indignidad e hipocresía esconden esas altas esferas!
¿Sabes? Yo tengo una historia que quisiera contarte. No puedo hacerlo. Solo diré que hago lo que debo y estoy donde debo estar.
Si el océano hablase, cuántas historias desgarradoras contaría. Pero no es cosa fácil desenmascarar la connivencia de gobiernos y fuerzas del orden con el tráfico de personas, todos callan y todos son permisivos. Muchas suerte Marta, un abrazo
ResponderEliminarUn escrito muy bien pensado que gira como gira el destino para infiltrase en cloacas sin que nadie lo sepa. El tema migratorio de fondo es muy sensible y toca el corazón con el sufrimiento de todo aquel que huye buscando una vida mejor y a veces se da de bruces con el mismo infierno.
ResponderEliminarGran relato, Marta.
Felicidades.
Los hay quienes luchan a muerte contra el enemigo, y los que, en la misma situación, se unen a él para no morir. Solo unos pocos logran su objetivo, sin ser de los unos ni de los otros.
ResponderEliminarMagnífico relato, Marta. Tanto la parte primera donde el inmigrante exige ese trato y esos derechos que merece, como la segunda parte. Cierto que el haber nacido a este lado del mundo no es un mérito del que enorgullecernos, sino algo por lo que dar las gracias a quien sea que lo ha propiciado (la suerte, el azar, la casualidad) y respetar y acoger a quien todos esos factores se le han puesto de espaldas.
ResponderEliminarUn beso y suerte en el concurso. Yo ya estoy con la novela para hacer reseña.
Me ha encantado tu relato Marta! Tan poético en la forma de narrarlo y tan real en el fondo. Verdades que nadie quiere ver porque duelen y nos hacen sentir culpables. Siempre es más fácil culpar de todo a un "enemigo"! Me has dejado con ganas de más! Je, je! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarEn el segundo viaje ya nada es lo mismo; solo la indiferencia, y esa es su arma.
ResponderEliminarNos llevas de la manida por el camino del emigrante, pero em realidad es el camino del espía. Sunwue eso solo se desvela en el último párrafo, donde vuelve a tomar su verdadera di.ensuon el título, que a estas alturas ya habíamos olvidado.
Un relato perfectamente acabado, redondo.
Abrazoo y suerte