Un
viejo peregrino cansado de recorrer el mundo llegó una noche a la ciudad. Venía
de muy lejos, traía el cuerpo fatigado y una tristeza inconsolable lo inundaba
como una ola de hiel. Sus ojos gastados reflejaban la huella del tiempo, le
flaqueaban las fuerzas y ya presentía concluida su misión. Había visitado
países de anchos ríos e inmensas sabanas, atravesado desiertos de arenas
blancas, navegado mares de aguas turbias y oscuras. Había conocido la alegría y
la derrota, la decepción y la esperanza y llegado era el momento de marchar.
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
viernes, 27 de diciembre de 2019
jueves, 19 de diciembre de 2019
Impotencia
Día tras día contemplo a lo lejos con nostalgia esas nubes tan
suaves, tan blanditas, casi de algodón de azúcar que el sol acaricia con
dulzura al amanecer, mientras en el cielo remolonea todavía alguna estrella
despistada. Y me siento de pronto tan lejos de casa... Intento no llorar,
aunque a veces... Siempre fui algo melodramático, la verdad y una decepción
inexplicable asalta a veces mis ojos celestes. El caso es que debo
cumplir mi misión y por raro que os parezca yo mismo sugerí este destino. Pero
si supierais cuánta maldad e indiferencia surca este ingrato mundo vuestro...
¡Jamás imaginé que tan difícil sería ganar mis alas!
http://estanochetecuento.com/impotencia-marta-navarro/
domingo, 1 de diciembre de 2019
Incompatibilidad de caracteres
«¡¡Dimito!!
−chilló encendido de ira, al borde mismo del colapso,− ¡¡DI-MI-TO!!». Abandonó
la habitación con un portazo y corrió escaleras abajo. Aquel hombre lo sacaba
de quicio, lo llevaba al límite de sus fuerzas y lo trastornaba hasta el
hartazgo.
Respiró
hondo en un vano intento por liberar la rabia que aún tenía atravesada en la
garganta y echó a andar. Caminaba sin rumbo maldiciendo con furia su suerte,
perplejo y orgulloso a un tiempo por aquel alarido tan impropio de su
recalcitrante timidez, cuando se descubrió de pronto frente al Finnegan's Club. Dudó un instante parado
en la acera, apenas era mediodía, algo temprano quizá para un primer trago pero
a fin de cuentas se lo había ganado, transigió al fin su mala conciencia mientras
se adentraba en la alcohólica penumbra del local. Acodó fastidio y desaliento
sobre la barra, pidió un whisky sin hielo y con un cigarrillo aún por encender entre
los dedos trató de serenarse.
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