No tuve tiempo
de ser la musa de nadie. Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia
y aprendiendo a ser una artista.
Leonora Carrington
«Nanny,
nanny, ¿dónde estás? Nanny, ¡no me dejes sola! ¡Nannyyy...!»
La angustia escapó de su garganta en un grito herido que la impulsó con fuerza hacia la realidad. Despertó desorientada, empapada en llanto y con el corazón encogido. Temblaba, apenas podía respirar y una expresión extraña retorcía sus facciones. Las pesadillas torturaban, inclementes, sus sueños, aumentaban la confusión de su cabeza y −crueles emisarias del pasado− la devolvían cada noche a sus peores miedos de infancia.