Mi vida cambió para siempre −quizá sería más acertado decir que de veras comenzó− una tarde de diciembre. Una de esas tardes invernales de oscuridad temprana y frío inmisericorde en que, recuerdo, había llovido sin tregua y, como por entonces solía ocurrir −tanto tiempo hace ya que casi parece imposible− agua y lodo habían vuelto intransitables las calles en algunos trechos. Una pequeña compañía de artistas, tan pequeña que ni nombre tenía, acababa de llegar al pueblo y la lluvia estuvo a punto de arruinar su primera función. Por suerte, no lo hizo.
No eran aquellos buenos tiempos para los cómicos. Ninguno lo fue nunca, en realidad. Aunque la nostalgia endulce ahora el recuerdo e, incluso a mí, hoy pueda parecer romántica y hasta divertida la vida que aquellos trotamundos −pobres actores sin suerte− llevaban: hoy aquí, mañana allí, siempre de pueblo en pueblo, de camino en camino, bultos, alegrías, desamparos, sueños, tristezas e ilusiones al hombro... no, no lo eran en absoluto.
Yo, por entonces un niño, casi nada recuerdo ya de aquella época. Un estado de ánimo, tal vez, una melancolía permanente que todo lo envolvía. Hasta aquel diciembre. Hasta aquella gélida, desapacible y pese a ello afortunada tarde de diciembre que con tanta fuerza y de tan irreversible modo marcó mi vida.
Apenas cesó la lluvia e iluminó la luna la penumbra, el aire se llenó de voces. Había dado comienzo la función. El público, muy escaso pero entregado: campesinos de rostros curtidos por el sol, por los vientos y la vida, gastados por el tiempo y la pobreza que reían, se emocionaban, lloraban y aplaudían con entusiasmo al compás que la historia marcaba, cautivados por el sonido, por la magia y el misterio de unas palabras que quizás no alcanzaran a comprender del todo pero que, en aquel momento, sabían con certeza solo para ellos rescatadas del olvido y de las sombras.
Fue entonces que en mi fuero interno, en un lugar muy secreto, una ilusión dormida despertó. Una felicidad nueva, desconocida, mía únicamente, brotó de improviso en mi alma y aquel niño algo triste y solitario que hasta entonces yo era, comenzó a soñar sueños que nunca antes había sentido suyos. Un latido dulce y cálido, algo que apenas sabía nombrar, conquistó su corazón. Una belleza desconocida e inesperada que lo apresó para siempre, sin remedio.
De allí marcharon poco después los cómicos rumbo a otros destinos sin conocer la huella que tras ellos dejaban: una criatura rendida, enamorada, cautiva de la más bella profesión que jamás existió en el mundo. Aunque, tal vez... tal vez algo sí que adivinaran después de todo. Imposible debió ser no advertir aquella mirada atónita, hipnotizada, que desde la primera fila, deshecha en llanto, gritaba al mundo su emoción.
Tantos años desde entonces ya pasaron, tantas candilejas, emociones, bambalinas y escenarios..., tantos personajes noche a noche en mi piel cobraron vida e intacta sigue todavía mi pasión, mi admiración y el destello deslumbrante en mi recuerdo, agradecido, de aquel día.
Imagen: Fotograma de la película "Pájaros de papel".
Este relato aparece publicado en el nº 43 de la revista "Valencia Escribe" (junio 2018), obtuvo el tercer premio en el concurso promovido por la comunidad "Relatos Compulsivos" en mayo de 2018 y aparece asimismo publicado en la Antología "66 Relatos Compulsivos" (diciembre 2018).
Qué bonito relato, felicidades por ese premio y por el homenaje de tus letras a esos grandes cómicos que día detrás de día hacen que la vida sea un lugar de más sonrisas. Una profesión muy poco reconocida y nada fácil, hacer soñar y sonreír es algo fantástico.
ResponderEliminarSaludos
Es verdad. Muy dura y muy poco reconocida. Muchísimas gracias, Conxita. Me alegro mucho de que te haya gustado.
Eliminar¿Quién no se ha asombrado, entusiasmado y abrumado por las representaciones circenses en le a más tierna infancia? La mirada atónita e ingenua de un niño es lo más maravilloso que puede haber en un circo. Los niños suelen querer emular a sus héroes y repetir sus proezas. Tu protagonista infantil no podía ser una excepción, y contándolo como lo has hecho, nos has transmitido esa emoción.
ResponderEliminarUn premio bien merecido.
Un abrazo.
La magia del arte, del teatro y las palabras... Muchas gracias, Josep Maria.
EliminarEl arte, independientemente de si se nanimanifi en la forma de un texto, un lienzo, una danza o una representación, nos ha dejado a más de uno la misma cara que la del oeqpequque ilustra tan tierno relato.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Marta.
Muchas gracias, Bruno. Un beso.
Eliminar¡Ay los cómicos y las emoción que suscitaban! Al muchacho de tu cuento le alegró la melancolía inicia de una tarde invierno, se lo pasó pipa y no lo olvida. Los cómicos sacaban de su rutina de miseria, rural en el caso de tu relato, y los elevaba a un mundo de fantasía, color y aparente alegría, donde por un rato se vivía otras vidas diferentes,
ResponderEliminarMe vino a la cabeza mientras te leía el Gran Superlativo Actorazo Fernando Fernán Gómez y muchos más de nuestros queridos cómicos, y la peli de ¡Ay Carmela! que contaba sobre las difícil vida de los cómicos, con Carmen Maura, Andrés Pajares, Gabino….
Suerte amiga Marta en el Tintero, lo has contado muy bien, merecido premio, enhorabuena.
Hasta pronto compañera.
Hola Isabel. Muchas gracias. Un ambiente de otra época, es cierto. El de ¡Ay Carmela! y el viaje a ninguna parte, también de Fernán Gómez. Me alegro muchísimo de que te haya gustado. Un beso.
EliminarGracias, Marta, por participar con este relato en el TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, David.
EliminarHola Marta, un relato que tiene la ternura de la infancia de otros tiempos. El niño embelesado por esos actores, que lo daban todo, que por unas horas hacían que las personas soñaran y olvidaran sus miserias. Hacer reír es maravilloso. Un abrazo Marta.
ResponderEliminarPalabras que curan y regalan sueños. Muchas gracias Mirta. Un beso.
EliminarTanta verdad. Esos cómicos que todo lo pueden.Y especialmente llegar con vehemencia al alma de los niños.Especialmente a aquellos que poco tienen y encuentran en ellos la alegría de vivir.Gracias Marta por tu gran capacidad de escritora , por saber plasmar tanto sentimiento.Felicitaciones y suerte! abrazo y beso
ResponderEliminarQué bonito lo que me dices! Mil gracias, Graciela. Un beso.
EliminarQué sacrificado es la vida del cómico, pero cuántas alegrías dan a los que los ven es esa plazas y lugares para que la gente de pueblo acceda al mundo de la farándula. Preciosa narración donde nos transportas a ese mundo de la infancia y de la fantasía. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias M.Carmen. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarHola Marta
ResponderEliminarUn relato tierno, bien ambientado y lleno de sentimiento.
La foto le va muy bien.
Suerte y saludos.
Muchas gracias, Paola. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarUn relato muy poético, hecho de los sueños de un niño. Este tipo de teatros ambulantes era la única forma que tenían las gentes humildes de acceder a la cultura en ciertas épocas no tan lejanas. me recuerda a la Barraca, la compañía ambulante de García Lorca. Mucha suerte en el Tintero Marta. Saludos.
ResponderEliminarHola, Jorge. Sí, es ese tipo de teatro y de época la que trataba de reflejar en este relato. El impacto y la magia a veces de las palabras. Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias.
ResponderEliminarEs muy tierno, Marta.
ResponderEliminarOtros tiempos donde la magia de las representaciones los transportaban a otros mundos, les hacia como ese público soñar, evadirse y disfrutar. El arte proporciona vida.
Un beso, y suerte.
Muchas gracias, Irene. Es cierto que el arte proporciona vida. Un beso.
ResponderEliminarHola compañera tenía guardado tu relato y me faltaba dejarte el comentario. Como me ha gustado y además, es que me toca de lleno. El teatro es mágico, y si además, eres capaz de hechizar de esa manera a un niño hasta tal punto que se dedica a él... esos cómicos de aquel día fueron reyes magos que le dejaron el mejor regalo: interpretar, crear personajes y vivir historias ficticias, sacar lo bueno y lo malo, cautivar, hacer reír y llorar. Un relato que también hace homenaje a un oficio que sacaba a la gente de su realidad y la sumergía en un mundo de evasión, irreal. Un beso Marta.
ResponderEliminarAy, Emerencia qué bonito tu comentario! Esa es exactamente la magia inmensa del arte y del teatro. Emocionar, conmover, hechizar... Un beso grande.
ResponderEliminarAmiga Marta, qué hermoso homenaje a esa profesión que tanto nos da siempre y que la mayoría de las veces lo que recibe lo es en forma de sentimientos esparcidos por el aire y compartidos con el viento; al final, sin duda la mejor de las recompensas aunque con ellas no se pueda comer a corto plazo, pero que da la energía suficiente para porfiar y continuar con el empeño.
ResponderEliminarBellísimo relato, ¡vive Dios!, por el que te estoy muy agradecido y te doy la enhorabuena.
Te deseo mucha suerte en "El Tintero".
Un abrazo.
Muchas gracias, Patxi. Contentísima porque te haya gustado. Un beso.
Eliminar¡Ah!, por cierto, me olvidé incluirlo en el comentario: Yo fui uno de los que cayó rendido a la gran belleza y ternura de "Pájaros de papel", del talentoso Emilio Aragón. Besos.
Eliminar¿Verdad? Es una película preciosa. A mí me encantó también.
EliminarFascinante y sacrificada es la vida de estos trotamundos que van repartiendo ilusiones y despertando sueños por esas tierras de Dios.
ResponderEliminarTu inspirado relato representa un merecido homenaje a los cómicos ambulantes. Suerte en El Tintero. Un abrazo, Marta.
La profesión más bella del mundo como dice el protagonista. Muchísimas gracias, Paco. Me alegro de que te haya gustado.
ResponderEliminarHola, Marta: Un relato pleno de nostalgias y de los frutos abundantes de esa siembra en el corazón de niño hipnotizado. Buena escritura, buena trama, lenguaje pulcro.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Beba. Besos.
EliminarMarta, es imposible que no guste este entrañable y nostálgico relato. Tiempos con más magia y menos tecnología.
ResponderEliminarUn abrazo
Otro mundo y otro tiempo. Muchísimas gracias, Ana. Un beso.
EliminarMe hiciste recordar la niñez y un pequeño circo que venía cada julio a un pequeño parque en el barrio. Ahora, me doy cuenta de su pobreza pero en ese momento cada sonrisa era inpagable. Hermoso.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarLa magia ambulante de unos cómicos que cambia la vida de un humilde niño, hasta el punto de dedicar su vida a ello. Mágico es también tu relato, un agradecimiento a esas personas que con su oficio alteraban la rutina y transportaban ilusión, aunque fuera por unas horas, al público sencillo que los presenciaba. Muy buen relato. Un saludo.
ResponderEliminarEso eran, sí, creadores de ilusión. Muchas gracias, José.
ResponderEliminarPuff, qué decir!!! cuesta comentar tras leerte: en este momento late en mí mi niño interior, mis primeros recuerdos de los payasos que veía cuando niño. Creo que está claro, que tu relato me encantó. Gracias, un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti. Precioso tu comentario.
EliminarMarta, tienes un don envidiable para la narración: la seducción de la "caída" de las frases. Es encantador y muy apropiado para esta nostálgica historia, dulcemente conmovedora. Qué cómoda que resulta esa primera persona de tu narrador, de léxico maduro, desdoblándose hacia su pasado infantil, para lograr la distancia adecuada y explicar con belleza esas emociones inolvidables.
ResponderEliminarEs una verdadera delicia llegar hasta aquí para leer tus textos. Te mando un cariñoso saludo.
Ariel
Ay, Ariel. Es tan bonito y tan tremendamente generoso lo que me dices que me dejas sin palabras. Un millón de gracias y un beso grande. No sabes cuánto me alegro de que te haya gustado.
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