Un nuevo amanecer despunta en la laguna y enredado entre la bruma un
llanto suave, muy dulce, un llanto que de las ondas y el rumor del agua parece
brotar, a esa hora tan temprana, como cada día, se escucha. Y es aquella una
voz herida, una voz sin rostro, un eco antiguo y torturado que en la soledad
callada de este lugar tan triste y ya sin alma −la más tenebrosa frontera entre
la luz y la tiniebla que jamás en el mundo existió− tiernas lágrimas a los
espectros arranca. De tanto dolor una mirada impaciente y a destiempo, una
mirada de amor vencida, una única mirada, ha
sido la causa. Un rostro de mujer apenas entrevisto. Una condición
incumplida. Una promesa a los dioses infringida. Y una condena... Implacable y
cruel. Eterna y definitiva será la
separación. Amargo y desesperado el lamento de un frágil mortal que, a fuerza
de amor y al hechizo de su canto, el corazón del Averno un día conmovió, de un
hombre enamorado que anhelante, un instante antes de que los rayos del sol a la
mujer que tras él venía por completo vistieran con su luz, los ojos hacia ella,
todavía inmersa entre las sombras, giró sólo para contemplar −fatídica promesa
quebrada− como lentamente, por segunda vez y sin duda ahora para siempre,
frente a él Eurídice se desvanecía.
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
viernes, 24 de noviembre de 2017
domingo, 19 de noviembre de 2017
Dentelladas de nostalgia
Lejana sombra de un pasado que para siempre el viento se llevó. Melancolía,
humo, silencio. Instante que pasa y ya
no es. Efímero perfume del tiempo que el dolor y la música de un mundo perdido por
ensalmo en nuestro recuerdo evoca. Notas suaves de un piano. Arcoíris atrapados
entre pompas de jabón. Luz, viento, escarcha, rocío... Tenues huellas de una
belleza yerta y olvidada, de una belleza antigua, etérea y muy fugaz. Latidos de emoción, de dulzura, de alegría,
de pena, de esperanza. Quebradizos espejismos que al oído, conmovidos, a las
almas sensibles su más poderoso secreto revelan y las hacen −nos hacen−
entonces con asombro y con sorpresa comprender
que, siempre, pese al dolor, al desgarro, a la distancia, al miedo y la más
feroz derrota, aferrados al anhelo y la nostalgia, tal vez por su memoria confundidos,
a su mágico embrujo por completo rendidos, si en ellos fuimos felices un día, allí
siempre, frágiles y expectantes, seguimos: en todos los lugares de los que nos
hemos ido, en todos los lugares donde un día sin remedio hace mucho entre la
bruma del tiempo diluido, otra vida, audaces, jóvenes e insolentes como fuimos,
bajo el tembloroso destello de mil estrellas, cómplices, blanquísimas, eternas
y serenas, a soñar nos atrevimos.
Relato para los Viernes Creativos de https://elbicnaranja.wordpress.com/ a partir de la propuesta de
incluir en el texto la frase
"Seguimos en todos los lugares de los que nos hemos ido" extraída del
libro de Ángeles Sánchez Portero "Habitaciones con monstruos".
martes, 14 de noviembre de 2017
Estrellas errantes
Cada tarde, ya muy próximo el sol a su ocaso, ella −etérea, suave, transparente− con esa lealtad inquebrantable
tan propia de los amores platónicos, de los amores imposibles −siempre a su
cita puntual− hace su aparición. Mágicamente se quiebra entonces la penumbra,
arden en el firmamento, cómplices, las estrellas, se conmueven las almas
sensibles y la asfixiante grisura del mundo de golpe desaparece, eclipsada tras
su luz.
Cobra en ese instante existencia la belleza.
Silencio...
Sus ojos se clavan en los míos. Una sonrisa adormilada, cierta niñez soñadora
ya remota, casi olvidada. Una voz que, sabia, a través del espacio y el tiempo
resuena, romántica, lúcida, valiente... Una voz antigua y poderosa que mucho
sabe de amor, de dolor y soledad.
Zonas de dulzura, palabras en melancolía enredadas que de las sombras
rescatan a quien por ellas se deja embrujar, palabras que calman heridas, que
al lugar al que alguna vez tantos sueños huyeron encaminan y, generosas, cada
noche regalan algo que la vida nunca da: una ilusión, una esperanza, un
misterio, el verso eterno de un poema que dos corazones une.
Palabras que al amanecer se desvanecen raudas como una estrella fugaz.
Frágiles destellos de luz, de dolor, de magia, de vulnerabilidad. Oleadas de
alegría, de pena, de ternura. Lágrimas lentas de cristal. Latidos de Poesía.
Este relato apareció publicado en el blog "Tertulia de Escritores"
el día 13 de noviembre de 2.017 y en el número 38 (enero 2.018) de la revista "Valencia Escribe".
Imagen: Noche Estrellada de Vincent Van Gogh.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
Un invitado inesperado
" Si puedes
recordarme, siempre estaré contigo"
Isabel Allende
Como
cada año, con la festividad de Todos los Santos −o Día de los Muertos como acá
en México la llaman− con puntualidad exquisita regresa noviembre y la
melancolía y la tenue oscuridad del otoño, por unas horas, de color y magia con
su algarabía enmascara. De luces y velas, de ofrendas y música, de aromáticos y
florales altares, se visten las calles y todo lo invade de pronto el esplendor,
la fantasía, el brillo, cierto alegre y fantasmagórico desconcierto, un expectante
ambiente de mascarada.
No
es esta aquí una época triste, no, al contrario. Vence siempre en estos días la
ilusión a la tristeza, a la desolación derrota sin piedad la esperanza, al
reencuentro con los vivos prestos acuden los muertos y entre tequilas, tamales,
pulques, pipianes y otras mil culinarias delicias −pan de muerto, tamarindos, tétricas
y dulcísimas calaveras...− sólo para ocasión tan especial con amor infinito preparadas,
el largo regreso a casa, todos juntos al fin, en torno a la mesa festejan.
Momentos
bellos y felices, sí, embrujadores y hechiceros. Y pese a ello ¡cuán próximas
en el corazón de hombres, ánimas o fantasmas, alegría y tristeza se hallan!
Mezclado,
por completo confundido, entre la multitud que esta noche ríe, sueña y danza,
me siento yo de pronto tan solo, tan pequeño, tan perdido... Una fragilidad
repentina, una avasalladora melancolía de improviso invade mi alma, adivino
bajo mis pies el abismo y sólo entonces comprendo el error que al acudir a esta
cita −a la que, cierto es, por nadie fui convocado− cometí. Mas no siempre a la
razón obedece el corazón y tanto me devoraba la impaciencia, tanto yo
desesperaba por verla, tanto anhelaba sentir de nuevo la caricia de su voz, que
incapaz fui de resistir la tentación. Sólo mía fue la culpa.
"Siempre
estaré contigo", se lo dije tantas veces... ¿acaso no me creyó? ¿cómo fue
que me olvidó?
Un frío de hielo atraviesa mi corazón, un vacío hondo y oscuro en torno a mí se
extiende e incontenible, una lágrima furtiva, muy amarga, por mi rostro
resbala. Si ya nadie en el mundo me
recuerda, si una noche como esta no hay quien mi nombre −triste espectro
enamorado− invoque con dulzura y de mí no queda huella, pronto mi espíritu en
la insondable bruma de la inexistencia, sin remedio, se diluirá; en la etérea dimensión
de los sueños, desvanecida para siempre, mi ánima dormirá.
Con
la fe con que uno espera los milagros así yo espero una sonrisa, una mirada,
una intuición, un presentimiento, una nostalgia, una caricia...
Indiferentes a mi suerte, la luz de otros ojos
un mal día los suyos absorbieron y ahora, sin verlos, sin presentir el dolorido
latir de este pobre corazón atormentado, los míos traspasan. Es en este
instante −vacilante, vencido e invisible vagabundo, perdido entre la alegre muchedumbre
que de la muerte hoy no se espanta y en su amoroso recuerdo devuelve la vida a
tantos y tantos fantasmas− que con horror comprendo que a esta Tierra sin
belleza nunca más regresaré.
Implacable,
la noche avanza hacia el alba. Gastado y triste, abandonado en un mundo inmenso
y oscuro, mi tiempo se acaba. Trágico y aciago siempre mi destino.
Vacío.
Ausencia y olvido. Sólo eso queda. Y un ligero rumor, mitad sollozo, mitad
suspiro.
Este relato aparece publicado en el nº 7 (septiembre 2.018) de la Revista "El Callejón de las Once Esquinas".
Este relato aparece publicado en el nº 7 (septiembre 2.018) de la Revista "El Callejón de las Once Esquinas".
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