Un
mar de arenas cristalinas ardía bajo el sol. Las dunas crecían sin tregua, el
desierto se extendía hacia el horizonte sin principio ni fin y una leyenda
antigua arrastraba el rumor del viento. «Aquí yacen los sueños de los hombres ─parecía
murmurar─, secretos del pasado, anhelos del futuro, ecos de un mundo
inalcanzable».
Un
viajero solitario se abría paso por aquel océano infinito. La arena revoloteaba a sus pies y solo los
latidos de su corazón rompían el silencio. Un brújula antigua, un mapa gastado,
una voluntad inquebrantable, lo guiaban. Perseguía una quimera, las visiones lo asaltaban de improviso y una
sonrisa leve curvaba sus labios al atisbar un instante los más bellos recuerdos
de su vida. ¡Si pudiera guardar para siempre aquella sensación! Hallar el oasis
de los sueños era su última esperanza. Y así, caminaba y caminaba, en busca del
lugar donde ─decían─ se hacían realidad los más hondos deseos del alma. Inalcanzable
espejismo de felicidad en un mar de arenas despiadadas.