¡Qué susto! ¡Y qué
vergüenza! ¡Si hubierais visto cómo corrí! En un instante comprendí lo que
sucedía y escapé de allí. ¡Ay, Dios! ¿Qué habrán pensado de mí? Pero, ¿qué otra
cosa podía hacer si ya empezaba mi cuerpo a transformarse? Pensé que no lo
lograría, que descubrirían mi impostura y me enjaularían para siempre como a un
vulgar monito de feria. ¿Y qué creéis que hubiera sucedido entonces? Expuesto
mi secreto a la curiosidad malsana de tanto entrometido, mi vida ya nunca
habría vuelto a ser la misma. Sé que yo no hubiera podido soportarlo y por eso
fue que me asusté tanto. Sí, me asusté muchísimo, lo reconozco. Y pese a
todo... ¡Ay! ¡Haber tenido que huir de esa manera! ¡Quién iba a imaginarlo! Y
justo, lástima, cuando mi plan rodaba ya a las mil maravillas. Aquella
hechicera maldita tuvo la culpa ¡mira qué confundir el embrujo...! ¡Las doce
campanadas pertenecen a otro cuento! Todo el mundo sabe que nunca ─¡nunca
jamás!─ tuvieron nada que ver con el mar y sus sirenas.
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
sábado, 30 de junio de 2018
Escamada
jueves, 21 de junio de 2018
Un susurro en la oscuridad. Louisa May Alcott - Reseña
El intenso deseo de penetrar aquel secreto me colmó con su vieja inquietud.
domingo, 3 de junio de 2018
Éxodo
sábado, 2 de junio de 2018
Cómicos
Mi vida cambió para siempre −quizá sería más acertado decir que de veras comenzó− una tarde de diciembre. Una de esas tardes invernales de oscuridad temprana y frío inmisericorde en que, recuerdo, había llovido sin tregua y, como por entonces solía ocurrir −tanto tiempo hace ya que casi parece imposible− agua y lodo habían vuelto intransitables las calles en algunos trechos. Una pequeña compañía de artistas, tan pequeña que ni nombre tenía, acababa de llegar al pueblo y la lluvia estuvo a punto de arruinar su primera función. Por suerte, no lo hizo.
No eran aquellos buenos tiempos para los cómicos. Ninguno lo fue nunca, en realidad. Aunque la nostalgia endulce ahora el recuerdo e, incluso a mí, hoy pueda parecer romántica y hasta divertida la vida que aquellos trotamundos −pobres actores sin suerte− llevaban: hoy aquí, mañana allí, siempre de pueblo en pueblo, de camino en camino, bultos, alegrías, desamparos, sueños, tristezas e ilusiones al hombro... no, no lo eran en absoluto.