De espaldas a la ventana, Amelia intentaba no hacer caso a la tormenta. «No tengas miedo, chiquitina ─tranquilizaba en un susurro a su muñeca─, los truenos no hacen nada, solo ruido, mucho ruido. Antes a mí también me asustaban, ¿sabes?, pero ahora que soy grande ya no ─Brrrmmm, la desmintió el cielo con estrépito─. Bueno, a lo mejor todavía un poco sí... Ven, vamos a escondernos dentro del armario, ya verás qué tranquilitas estamos».