Desde la distancia, desde el pensamiento y la belleza, golpeados por la
pena y la impotencia, invadidos por la angustia y el vacío, heladas lágrimas de
cristal por los mortales lloran los ángeles del cielo. Lágrimas por una tarde
de verano para siempre en mil esquirlas rota, por el futuro perdido que, tal
vez, un día juntos dos corazones soñaron, por el desconcierto y el espanto a sangre
y fuego grabado en los ojos de un niño, por tanta inocencia sin remedio perdida,
por la tristeza profunda y el infinito desconsuelo de lo irremediable. Lágrimas
que sombra, dolor y el arañazo del desamparo arrastran. Lágrimas desoladas,
frágiles y desvalidas que hoy sobre la tierra vierte el cielo por tantas almas que,
inmisericordes, nunca olvidan, no perdonan, a otras hieren y no aman.
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