Lentamente
devoró su alma la tristeza. La desesperanza, el abatimiento, la desilusión... aquella
tan oscura e inexplicable atracción suya por el daño y la derrota, ganaron para
siempre la batalla. Un corazón frágil y herido dejó a destiempo de latir. Perdió
el otoño sus colores, a su pintor la poesía y entre ardientes campos de trigo,
demacrados campesinos, cálidos y dorados girasoles, bajo el amparo incierto de la memoria del arte
y del tiempo, vaga desde entonces el espíritu atormentado, siempre sombrío, de
un hombre al que un sueño de luz, emoción y color, de improviso, embrujó; de un
hombre torturado con pasión por un anhelo de belleza que, sin saberlo, un breve
instante, muy breve, rozó. Furia, belleza, abismo, delirio, melancolía...
Impresiones errantes, hipnóticas, doloridas, fugaces... Desgarradas, malheridas
y sublimes, pinceladas de eternidad.
Increíble Marta
ResponderEliminarLos grandes artistas no son seres comunes, sus almas están en carne viva frente la belleza y la sensibilidad excesiva, a veces, tiene consecuencias...
ResponderEliminarHermosísima prosa poética, Marta. ¡Un texto precioso! :)
Muchísimas gracias Julia! Me alegro mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarDerroche de belleza con tus metáforas e imágenes, buena descripciones.
ResponderEliminarUn abrazo literario.
Muchas gracias. Contenta porque te haya gustado. Besos.
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