«¡Cuánta belleza en la tristeza! Aroma de añoranza. Olor a salitre. Presagio de tormenta. Firmado: Mareas del Norte». Laura releyó el comentario con una rara mezcla de emoción y desconcierto. Llevaba meses escribiendo Latidos urbanos, un humilde blog perdido en la inmensidad de la red donde a modo de diario volcaba momentos de su vida en Buenos Aires: paseos por San Telmo, conversaciones robadas en cafés, librerías con encanto, cine clásico (mejor en blanco y negro) sorprendido en algún canal de madrugada. Pequeñas instantáneas que traslucían ilusiones, también a veces decepciones, y ordenaban sus días. Mensajes en una botella lanzados al océano digital; a aquel universo extraño, anónimo e inabarcable, donde poco a poco había encontrado su lugar. Le gustaba imaginar sus palabras flotando a la deriva, navegando hacia un puerto amigo que las acogiera con cariño.