Escuchad. Escuchad el lamento del viento, su triste canción entre las ruinas. Prestad atención, ¿no lo oís...? Sí, escuchad... Escuchad sobre la brisa los chapoteos de los niños en el río, sus travesuras, sus juegos, sus carreras tras una pelota vieja y magullada. Escuchad cómo caen los pequeños entre risas y se arañan las rodillas, cómo trepan a los árboles y a los ruiseñores persiguen y espantan con malicia de sus nidos. Escuchad... Es el sonido bullicioso de la despreocupación y la alegría. ¿Verdad que lo oís? Un eco lejano, un latido de infancia olvidado, aroma a lumbre, sabor a chocolate, a pan con mantequilla, a nueces y castañas... Es la melancolía y la ternura que a las callejuelas de este pueblo, hace tanto a su suerte abandonado, devuelve el viento con lealtad inquebrantable. Voces suaves y mimosas, rescoldos de un tiempo antiguo y feliz un mal día tragado por la bruma, zarpazos repentinos de dulzura y pena insoportables, recuerdos, ausencias, nostalgias, mordiscos de soledad... Cenizas de inocencia perdida, entre callejones desiertos, sin ruido y sin alma, por el viento esparcidas. Por ellas grita el silencio. Por ellas llora el olvido.
¡¡Me encantó!! Soy muy esquivo a cierta lírica, pero lo que suena bonito, suena genial. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias José Manuel! Es muy bonito lo que me dices.
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