El
traje era auténtico. ¿Acaso no resultaba aquello evidente? ¿No daba a
semejantes cabezas huecas una pista de frente a quién se encontraban? Y
entonces, ¿cómo podían pensar que él era un impostor? ¡Qué ocurrencia! ¡Qué
injusticia! ¡Qué error tan gigantesco el que con su persona cometían! ¡Y qué
caro habrían de pagarlo! ¡Él! ¡El estratega que media Europa conquistó, el
victorioso general de Austerlitz tratado
de tal modo...! Suerte que mi pobre Josefina no presenció tamaña humillación, se
decía en la aséptica celda donde cautivo se hallaba, furioso contra aquellos cancerberos
vestidos de blanco que tan magnífica e imperial personalidad trataban de
quebrar.
Microrrelato
para el concurso "Relatos en Cadena" del programa La Ventana de la
Cadena Ser.
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