En
medio de un bosque espeso y muy oscuro, despertó Olivia. «¡Un bosque embrujado!»,
pensó la niña, mientras el viento llenaba de rumores las encinas y tras los
helechos corría la sombra fugaz de alguna criatura solo en sueños entrevista. No
sintió miedo, al contrario, el raro embrujo del lugar cautivó su corazón. Desde
luego, era un buen sitio aquel para que, de cuando en cuando, se aparecieran
las hadas y, en torno a ellas, elfos y gnomos pudieran, traviesos, danzar en las
brillantes noches de luna llena.
El trino sonoro de los pájaros −ruiseñores, abubillas, petirrojos− anunciaba la llegada de la primavera; bandadas de mariposas blancas y azules coloreaban humildes matojos de florecillas silvestres; el cristalino vibrar de las libélulas rompía el silencio con que un arroyo, recién apenas nacido del deshielo, discurría por el valle.
El
sol arrancaba resplandores de cristal a las primeras hojas de los álamos, mientras
ellos alzaban hacia el cielo sus ajados
brazos, tanto tiempo secos y desnudos.
Atrás,
a lo lejos, moría el invierno.
Y,
de pronto, una niña serpenteaba el sendero. Dulce y pequeña princesa de un
cuento todavía sin contar. Feliz capricho de un hada. Bello sueño por soñar.
Este relato aparece publicado en el nº 45 (enero 2019) de la revista "Valencia Escribe".
Esta Noche Te Cuento
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