No lo vi venir. Las palabras salieron en tromba de mi boca e impactaron sobre ella como un puño. Me arrepentí al instante, por supuesto, soy un caballero y odio el juego sucio pero... tarde; muy muy tarde. Sandra enmudeció de golpe −un escalofrío me caló los huesos y una gota de sudor resbaló por mi nariz desde la frente−, el color huyó de sus mejillas y un espasmo de asombro la recorrió de pies a cabeza. Pareció luego recobrarse un poco, enarcó las cejas con desprecio y abandonó la habitación como si yo fuera el ser más repulsivo de la tierra. Ese gesto me dolió, lo reconozco, pero, sabiéndome causa de tan penosa situación y lejos de mí disimular el hecho de que hablé con sequedad y decidida intención de herirla, trituré mi orgullo y corrí tras ella. Me hinqué de rodillas a sus pies, le imploré perdón, juré que lo que dije no iba en serio... Nada. Esta mujer no tiene compasión. Lo que les cuento ocurrió hace ya dos días y lo único que, desde entonces, ha salido de su boca ha sido un «torpe gusano sin alma» muy poco amistoso.
Es
curioso constatar lo mucho que el tiempo transforma a una pareja, ¿no creen?
Nosotros nunca fuimos unos románticos, tampoco voy a mentirles, no puedo decir
que las flechas de Cupido nos contagiaran su dulzura, pero ¿saben esa sensación
de disfrutar una brisa ligera en primavera, sorprender un cielo salpicado de
estrellas o el vuelo entre las flores de algún gorrioncillo travieso? Así me
sentía yo al velar noche a noche los sueños de Sandra o al contemplarla
despertar, aún acurrucada a mi lado, por la mañana: dos almas gemelas, dos
corazones que laten al unísono y todo lo demás.
De
acuerdo, de acuerdo, quizá una pizca romántico sí que fuera pero ¿qué
pretendían de un pobre idiota enamorado?
Luego
la pasión arde en cenizas, la rutina teje a traición su telaraña y ya ven... Se
empieza a discutir por una bobería, se manchan las miradas de sarcasmo y nacen
los amargos días de un matrimonio infeliz. En ello estamos: habitando un
avispero sin trazas de poesía.
En
fin, el caso es que desde esta última pelea que, si les soy sincero, no sé bien
cómo empezó ni porqué acabó en lo exigente de mis gustos en la mesa (una buena
comida siempre me alegra el espíritu, no lo negaré), un pensamiento espantoso
acecha mi mente, la intuición de que algo horrible se cierne sobre mí: una
calamidad que llega, al parecer, para quedarse. Porque he tocado fondo y ahora
Sandra me detesta. Un relámpago de acero brilla en sus ojos y solo yo tengo la
culpa. Una sensación en extremo penosa, créanme. No exagero si les digo que
tengo el alma deshecha y es que, aunque a veces me comporte como un asno, yo
aún amo con locura a esa tontuela.
Pero
volé los puentes y no puedo ya batirme en retirada. Imposible borrar lo ocurrido.
Ni todas mis lágrimas aliviarían, a esta altura, su disgusto. La riña fue
subiendo de tono y perdí los nervios, es cierto. No debí dejar que la
referencia a mi apetito −«glotonería de cerdo sin escrúpulos», fue la lastimosa
expresión que, recuerdo, masculló entre dientes, no sin cierto descontento en
el tono− me alterara de tal modo; aunque son cosas que molestan, convendrán
conmigo. Pese a todo y por justificado que pudieran considerar mi
resentimiento, sacar a relucir en aquel instante las croquetas de mi madre fue,
por mi parte, una falta de tacto imperdonable. Un golpe bajo. Sí,
escandalosamente bajo.
Relato
publicado en la revista "Escribiendo a hombros de gigantes" de El
Tintero de Oro. Noviembre 2021.
ja ja, buenísimo el relato. Es cierto como hay cosas en los matrimonios que son como líneas rojas que nunca se pueden cruzar y es cierto que todos pensamos que las croquetas de nuestra madre son las mejores. Yo tengo suerte. Hasta mi marido piensa que las croquetas de mi madre son las mejores. Claro que también nosotros tenemos nuestras líneas rojas.
ResponderEliminarUn beso.
Mucho cuidado hay que tener, sí, con esas líneas (jeje). Muchas gracias, Rosa.
EliminarJajaja el giro de las croquetas ha sido maravilloso 🤣. Creo que las peores peleas de una pareja acaban en suegra o suegro ajeno. Los cuñados entrarían en la segunda fase y los sobrinos ya de cara al divorcio jajaja.
ResponderEliminarGenial, Marta.
Besos!
Ay! Las relaciones familiares pueden dar mucho de sí (jeje). Me alegra muchísimo que te haya parecido gracioso. Mil gracias, Miguel.
EliminarHola amiga Marta, nos compartes un elato exquisito, muy centrado en los disgustos del buen comer, ¡ah, las croquetas1, ¡cómo las de mi madre!, ná de ná. Y es que mira que la familia tiene sus aristas en una relación. Gracias por este buen rato. Un besote.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Emerencia. Me alegro un montón de que te haya gustado.
EliminarMenos mal que al final nos enteramos de la causa de tan grande desavenencia. Faltaba ese colofón con la referencia a la madre que lo parió, para que pasásemos de la solidaria empatía hacía este desgraciado protagonista, a taparnos con la mano la boca para disimular la sonrisa; por ser el tío, literalmente, tan mamón.
ResponderEliminarA pesar de mi reproche, entiendo al pobre hombre que yo mismo, diciendo lo que no debía, las he liado igual y hasta peores.
Saludos y Suerte Marta aunque con las risas finales no creo que precises de mucha 😁🖐
Imperdonable el desliz de este pobre hombre (jeje). Muchísimas gracias, JM. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarHola, Marta. Con las croquetas ha mentado este inconsciente la bicha. No puede haber un agravio mayor. Me ha parecido un relato escrito con gusto, con una ironía que subyace en todo el escrito y con un bombazo final que justifica todo lo anterior. El estilo elegante con detalles como, por poner alguno "habitando un avispero sin trazas de poesía". Buen relato.
ResponderEliminarMil gracias, Isan. Generosísimo tu comentario. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarSegún iba leyendo el texto me preparaba para el bombazo porque estaba convencida que el relato traía un giro final imprevisto. Y así ha sido. Has ido bordando las palabras con habilidad para que fuéramos degustando la historia hasta llegar al detonante de dónde surge la historia. Me ha gustado. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegro mucho, Matilde. Muchas gracias!
EliminarGran detalle, las croquetas! Es que si se trata de matrimonios, la comida de cualquier suegra y/o madre puede crear la mayor de las crisis. Una observación de primera y un relato con la hondura del humor. Felicidades Marta. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Juana. Pues muy contenta porque te haya gustado. Muchísimas gracias.
EliminarHola, Marta. Soy Beri. Me has tenido engañado como a un pardillo. A lo largo de buena parte del relato has ido tejiendo una angustiosa maraña de remordimientos que al final se ha deshecho con ese final tan mágico e hilarante. Muy buen trabajo. Un abrazo.
ResponderEliminarJajaja, pues me alegra mucho haber logrado despistarte y, sobre todo, que la historia te haya gustado. Muchísimas gracias, Beri.
EliminarDesde luego que siempre es un gustazo leerte, Marta. En este de remordimientos destaco el mundo gestual y las descripciones de los personajes. Por cierto, buen dibujo.
ResponderEliminarUn relato salpicado de ligeras insinuaciones, con un humor medido que me encanta. No me esperaba para nada el giro final… y he ahí que te lo guardabas para el final, bandida. Lo de las croquetas ¡un puntazo!, más vale no mentar a la suegra, por si acaso.
Hola, Isabel. Cuánto me alegra lo que dices porque el tema del humor es complicado y muy subjetivo también. Contentísima porque te haya gustado. Mil gracias!
EliminarMarta un buen relato con esa intriga del marido que le podría pasar para ese enfado de su mujer. Pero claro las croquetas de la suegra superan cualquier enfado. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mamen. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarEstá escrito en letras de oro que las mamás o las suegras son intocables jajaj, muy buen final. Me pregunto si al final se habrán arreglado, creo que no verdad ¿?. Vas muy bien equipada al concurso. Saludos.
ResponderEliminarNo sé, no sé, si lograrán arreglarse (jeje). Muchas gracias, Ana. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarJa,ja,ja, siempre la suegra de por medio. Nunca se puede poner a la madre de uno por encima de la propia mujer en el escalafón gastronómico. Eso duele, y mucho. Creo que después de años de convivencia, ese tipo no había aprendido nada y se lo tuvo bien merecido, je,je.
ResponderEliminarHas logrado intrigarme a lo largo de todo el texto, sospechando que nos sorprenderías con un final con tintes de humor (como exigía el guión) a la par que sorpresivo. Me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte con el Tintero de Oro.
Muy imprudente, sí, este pobre hombre (jeje). Me alegro mucho de que te haya gustado, Josep. Muchas gracias.
EliminarMe gustó mucho, es increíble encontrar esos signos de alerta en lo simple y cotidiano. Es original a pesar de ser algo sucede alguna vez en nuestra vida, dos ya sería agresión intencional. Yo por respeto a mi suegra no aprendí a cocinar. Roxana Bogacz
ResponderEliminarHola, Roxana. Pues muy contenta porque te haya gustado. Muchas gracias.
EliminarGracias, Marta, por participar con este relato en la XXV Edición de El Tintero de Oro dedicada a Tom Sharpe y su novela Wilt. Un abrazo, ¡y suerte!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, David. Besos.
EliminarAy! Las croquetas de una madre son palabras mayores, jaja. A mí me pilló por sorpresa ese giro, ya puedes adivinar cómo me he reído con ese giro tan bien preparado. Un relato de alta altura, muy bien escrito, la narración está tan bien hilvanada que ese final, como te he dicho, me pilló tan sumergido que ni lo vi.
ResponderEliminarMuy bueno, me encanta cómo cuentas las cosas.
Un abrazo!
Hola, Pepe. Qué bien haberte sorprendido. Me alegro un montón de que te haya gustado. Muchísimas gracias!
EliminarHola Marta. Me has enganchado con el anzuelo desde el principio para al final pescarme con unas buenas carcajadas. Muy acertado y sutil el “in crescendo” de lamentaciones y arrepentimiento del protagonista. Me ha gustado la historia. Buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro mucho, Carles. Mil gracias!
EliminarMe gusta la estructura de tu relato, Marta, ya que consigues mantener, en todo momento, la expectación en el lector, y sorprenderle magistralmente en su desenlace, con el bombazo de las croquetas de la madre o de la suegra según se asocie con cada uno de los personajes y que gracias a la fina ironía con la que elegantemente está narrada, pone de manifiesto tu buen hacer descriptivo y el ingenio de la trama para lograr su efecto cómico. Gran relato.
ResponderEliminarUn abrazo, Marta.
Hola, Estrella. Cuánto me alegra que te haya gustado. Generosísimo tu comentario. Mil gracias.
EliminarLas croquetas de mamá habrán costado toneladas de papel en los juzgados, que bien descrito Marta, y muy buen relato, Saludos
ResponderEliminarUn clásico de las peleas familiares, jeje. Me alegro mucho de que te haya gustado. Muchas gracias.
EliminarCreo que las croquetas han sido el desencadenante final,... madres y suegras representan un alto porcentaje de interferencia en las parejas...
ResponderEliminarHola, Norte. Así es, el tema de las suegras da mucho de sí...
EliminarQué bonito, Marta, cuanta imaginación con las croquetas, es hilarante total con la suegra. Mucha suerte!
ResponderEliminarHola, Yessy. Muchas gracias. Me alegro un montón de que te haya gustado.
EliminarDespués de leer tu relato todavía estoy perplejo de como has convertido una trama con tintes dramáticos en una humorada aviesa gracias a las croquetas de la madre del narrador. Voló los puentes de una relación con una mujer un tanto, sospecho, pejiguera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una pizquilla pejiguera sí era, sí... Muchísimas gracias, Francisco. Me alegra mucho que el cuento te haya sorprendido.
EliminarBuen relato, Marta.
ResponderEliminarMantienes al lector en ascuas y en el intento de adivinar que puede haber dicho el protagonista para dar pie a tal desastre matrimonial.
Bien llevado, todo son imágenes que mueven sentimientos en el lector. Sentimos a los personajes tan cercanos que llegamos a vernos a nosotros mismos como en un espejo.
Un abrazo.
Muchas gracias, Paola. Me encanta lo que dices y me alegra mucho que te haya gustado y que haya logrado intrigarte la historia un poquito.
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarTorpe gusano sin alma, qué bueno. Es de esas frases que sin duda uno las recuerda y se ríe sin más, ja, ja, ja La constante trifulca de quien hace las mejores croquetas, ay, Marta, lo que da de si esa lucha de poder. Es que a ver siendo claros, las de nuestras madres, siempre, siempre serán más buenas, pero sí, es un golpe bajísimo, ja, ja, ja
Buenísimo. Mucha suerte.
Un beso.
Un clásico, lo de las croquetas (jeje). Muchísimas gracias, Irene. Me alegro un montón de que te haya gustado.
EliminarEs que donde estén las croquetas de un madre que se quiten todas las demás. ji ji ji
ResponderEliminarHas reflejado una pareja al uso, aunque según se va leyendo la cosa no sabe una como va a terminar y mira por donde al final termina bien.
Muy bueno el relato Marta
Un abrazo
Puri
Hola, Puri. Qué bien que te haya gustado. Mil gracias!
EliminarHola Marta. ¿Qué quieres que te diga? Como entre en juego la cocina de una madre, y si para colmo hablamos de tortilla o de croquetas, la guerra está decididamente proclamada. Je, je, je.
ResponderEliminarUn giro delicioso y muy simpático el que le has dado a tu relato. Seguro que será recompensado.
Un saludo.
Todo un clásico, sí, esa guerra de las croquetas (jeje). Me alegro muchísimo de que te haya gustado, Bruno. Mil gracias.
EliminarHola, Marta. Me has sorprendido! Venía la cosa como de furia contenida. Se perfilaba como un asesino. Pero ¡no! Blandió las croquetas de la madre y esa fue una chuchillada para la mujer.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna. Pues muy contenta por haber logrado sorprenderte. Muchas gracias.
EliminarLas mejores croquetas, las mías. Estás invitada al igual que el resto. Qué hable mal de mi madre se lo puedo perdonar, pero jamás la perdonaría que no la gusten mis croquetas. Ja,ja,ja,ja.
ResponderEliminarUn tema delicadillo, sí, jeje.
EliminarJajaja bueno que genio el de esta pareja, pero es algo digno de plasmar porque ocurren en las mejores familias. Y no hay cosa más terrible que te comiencen a quejar por la comida. Muy divertido el relato. Saludos cordiales desde Puerto La Cruz Anzoátegui Venezuela.
ResponderEliminarGracias, Raquel. Un clásico de las discusiones de pareja...
EliminarMuy bueno, Marta. Es que hay cosas que son intocables, y las comparaciones culinarias suelen ser fuente de conflicto. Ya se sabe que nadie cocina las croquetas (ni las empanadillas) mejor que una madre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Carmen. Me alegra mucho que te haya gustado.
EliminarEl final con las croquetas de la madre u broche de oro. ¡Qué buen relato! Un gustazo leerlo porque te atrapa de principio a fin y terminas con una sonrisa.
ResponderEliminar¡Felicidades, Marta, y suerte en el Tintero!
Mil gracias, M.Pilar. Cuánto me alegra que te haya gustado!
EliminarUy, las suegras! voy aprendiendo por si un día me tocara serlo, ni hablaría yo creo, jajaja! Precioso escrito que plasma la vida cotidiana de muchos matrimonios, tienes mucha razón en las últimas líneas, un golpe muy bajo.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy muy bajo (jeje). Muchísimas gracias, Carla. Me alegro un montón de que te haya gustado.
EliminarOhh, lo dramático del inicio me hizo pensar que realmente el puño había sido físico y no en palabras.
ResponderEliminarPero lo mejor es el final. La comparación con las croquetas de su madre fue lo peor que pudo hacer el protagonista.
Buen relato. Mucha suerte en el concurso.
Muchas gracias, Cyn. Qué bien que te haya gustado!
EliminarDescribes de forma elegante, casi poética los problemas de esta pareja, guardándote ese final más cotidiano de las croquetas de mamá. Me encanta tu forma de escribir, acariciando con las palabras, tejiendo un texto tan maravilloso como este. Un abrazo y suerte en el Tintero
ResponderEliminarMuchísimas gracias, José! Es muy bonito lo que dices.
EliminarHola. Me ha encantado lo de habitar "un avispero sin trazas de poesía". Cuántos hay en este mundo. Me gusta mucho tu manera de escribir tan fluida, elegante y redonda. Tanto como la estructura del relato que termina cerrando el círculo del comienzo. Muy buen trabajo.
ResponderEliminar¡Un saludo y suerte!
Hola, MJ. Me alegro muchísimo de que te haya gustado. Mil gracias!
Eliminar