domingo, 15 de enero de 2017

Dulces sueños


Había una vez una barca que soñaba con el mar. Soñaba despertar en mañanas plácidas, suaves y benignas, navegar tardes de sol hasta que el ocaso tiñera de naranja el horizonte, hasta ese instante en que poco a poco el mar cambiaba de color: del verde al azul, del azul al añil y por último casi al negro, peces diminutos nadando entre algas y corales, olas brillantes, blanquísimas y juguetonas salpicando su casco, cientos de gaviotas bajo un cielo inmenso y solitario. Soñaba con playas de arenas blancas, pescadores remendando sus redes con la última luz del día, olor a sal, la romántica voz de un vapor en alta mar... la aventura misteriosa de algún velero espectral, el cofre del tesoro de cualquier pirata con suerte. Soñaba la libertad
Sueños felices que, en noches tachonadas de estrellas, a la luna llena le contaba con pasión. Sueños que el destino quiso para ella imposibles.
Y a veces, desde la orilla de un recuerdo ya muy lejano, casi olvidado, en el abandono del sueño, lágrimas de espuma lloraba triste la barquita. Dolor oculto que nadie adivinó, agonía de añoranza y soledad en que se ahogaba, cansancio y frío devorando su alma.

Había una vez una barca entre la arena y el cielo varada que a fuerza de intuición y fantasía suplía lo que, cruel, la vida le negó. Lejos, muy lejos, ahuyentaba la nostalgia de todo lo perdido, de lo nunca vivido, la inmensa tristeza ante el futuro que su corazón de agua siempre presintió.


Relato para los Viernes Creativos de https://elbicnaranja.wordpress.com/  inspirado en la imagen de Quint Buchholz.

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