domingo, 22 de enero de 2017

Destino final


Hubo un tiempo en que ésta fue una región de extraordinaria hermosura. Árboles majestuosos se alzaban en ella, arroyos de aguas claras y resplandecientes regaban sus tierras y todo el terreno se hallaba cubierto por flores multicolores y el más verde césped que jamás nadie hubiera podido imaginar. En lo alto de la colina, imponente, se alzaba un castillo donde alguna vez con justicia y benevolencia gobernó un rey, donde una bella princesa tal vez soñó la magia y la felicidad.
Nada queda ya de todo aquello. Ni un árbol ni una casa rompe el perfil de la inmensa llanura que en todas direcciones se extiende hasta parecer juntarse con el cielo. Ha calcinado el sol la tierra y todo es gris. Tiene el castillo ahora la misma tonalidad plomiza y opaca de cuanto le rodea y jamás sus habitantes sonríen, siempre en su rostro una expresión solemne y dura, olvidados ya de lo que fuera la alegría. Un maléfico espíritu parece habitar su alma y a nadie son capaces de amar. Nunca pudo hacerlo quien un día perdió su corazón.

Estas son las gentes y el paraje a los que, incrédulos y desolados, se enfrentan los peregrinos que tras infinitas penurias, cautivos de una quimera imposible, desde el otro lado del mundo hasta aquí han llegado, sólo para contemplar entre lágrimas de rabia e impotencia como la Ciudad Esmeralda se desvanece hecha humo ante sus ojos. 

Relato para los Viernes Creativos de https://elbicnaranja.wordpress.com/  inspirado en la fotografía de Jim Kanzanjian.

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