viernes, 12 de noviembre de 2021

Mutis

 

La función estaba a punto de terminar, el eco del disparo retumbó en la sala como un trueno, Violeta cayó contra las tablas y...

A partir de ahí todo se vuelve confuso en mi cabeza.

Sangre, gritos, desconcierto...

Duele. El recuerdo duele pero me obligo a recordar.

Mi mente revive aquella noche una vez y otra y otra más, enredada a un bucle eterno sin principio ni final.

No me arrepiento. Sé que hice lo correcto.

El fogonazo me cegó por un instante, sentí el golpe seco de su cuerpo contra el suelo, los primeros chillidos de espanto...

Solté la pistola gritando su nombre ─«¡Violetaaa!»─, corrí hacia ella, acuné entre mis brazos su último suspiro...

«Violeta», «Violeta», «Violeta», gemía arrodillado a su lado, sin esperanza ni consuelo.

 El telón cayó de golpe, las luces se encendieron, un espectador (¿un médico?) trató de revivirla pero, al fin, sus ojos se apagaron clavados en los míos.

«Muerte en el teatro», «¿Asesinato o accidente?», «La gran Violeta Silva muerta a manos de su esposo», «Prisión sin fianza para el asesino de la actriz»... La noticia monopolizó durante días los informativos, alimentó el morbo de la crónica de sucesos en todas las revistas y pareció dar la razón a quienes siempre se habían pronunciado contra mí.

Mis relaciones con la prensa nunca fueron buenas, es cierto, pero en realidad tampoco nunca eso me importó. Desde el primer momento supe a lo que me exponía al casarme con Violeta. Ella era por entonces la actriz más reconocida de la profesión ─«la gran dama del teatro», la denominaban los tabloides a menudo─, admirada, querida, cautivadora, llamativamente bella pese a la madurez de sus años. Yo, un actor desconocido, un par de décadas más joven, fui tachado de inmediato de buscavidas y arribista. Trataron de enturbiar nuestra relación hablando de feos intereses pero logramos aislarnos de chismes y recelos y asumimos el peaje de buen grado. Fuimos felices. Violeta arrastraba el fracaso de dos matrimonios fallidos, la incomprensión de haber priorizado siempre su carrera a la familia y una cadena de noches solitarias que comenzaba ya a pesarle como el plomo. Yo curé su dolor y sus heridas, la convertí en el centro de mi mundo y la quise hasta la locura. La amé con toda el alma.

Fueron años felices, sí. Años de giras y éxitos, de premios y reconocimientos. Una actriz de leyenda, misteriosa, cercana y lejana a un tiempo, que saltaba de un género a otro sin esfuerzo: del suspense a la comedia, del musical al drama y que, a golpe de estudio y de trabajo, había ganado el respeto de un público en extremo riguroso.

¡Qué afortunado fui al compartir todo aquello junto a ella! Lo supe entonces y lo constato ahora.

Pero el tiempo, inclemente como suele, fue pasando y Violeta Silva quedando a su paso en el olvido. Los últimos estrenos apenas fueron folletines de enredos mal tramados, obras de trazo grueso que no estaban a la altura de su nombre, aceptadas solo por mantener en pie la compañía.

 La enfermedad y la vejez comenzaron a acecharla. La torturaba su declive y tenía tanto miedo... Miedo a perder el respeto de su público, a convertirse en una caricatura triste de sí misma, a no estar a la altura de su propio personaje.

 Fue entonces cuando me hizo prometer lo impensable. Y, sí, lo hice. Fui leal y respeté su voluntad hasta las últimas consecuencias. Mi disparo la transformó en mito y burló su decadencia.

No me defendí, ni traté de hacer pasar por accidente lo que no lo era. La pistola era real; también la bala. Y yo lo sabía. El arma falsa en mi camerino así lo atestiguaba. La policía la encontró de inmediato, me confesé culpable, salí esposado del teatro y... el resto es ya historia conocida.

El juicio de la opinión pública fue devastador. Único heredero de un patrimonio incalculable, tomaron todos por codicia lo que fue ─juro que lo fue─ un acto de amor.

El destello agradecido que adiviné en sus ojos al mirarme, consuela mis insomnios. La echo de menos a cada segundo, a cada latido de mi corazón desgarrado.

Pero fue su decisión. Algo que esperaba hacía tiempo y para lo que hacía tiempo se sentía preparada. Era yo quien no lo estaba. Por eso tardé tanto y al borde estuve de traicionar su deseo. Pese al reproche burlón que algunas veces sorprendía en su risa o la caricia cansada con que sus dedos magullaban mi alma. Pese a saber que jamás perdonaría que incumpliera mi promesa.

Y, de repente, el destino nos trajo aquel éxito inesperado; aquel resurgir de la gran Violeta Silva en la piel de Miss Marple que la elevó de nuevo a lo más alto e incendió su vida  de alegría.  

Fue su idea recuperar a Agatha Christie ese verano (yo asesino, ella detective, ¡qué ironía!) y el  modo en que hizo suyo el papel resultó extraordinario. Cada representación agotaba las entradas, la crítica la ensalzaba como en los viejos tiempos: «reina de la escena», «actriz de raza», «última representante de una generación inigualable», repetían cada mañana las secciones de cultura con ñoña cursilería. El mundo se rendía a sus pies y se la  veía tan feliz...

Comprendí entonces que el momento se acercaba. Ella había recuperado su antigua gloria y yo había hecho una promesa. Debía perpetuar el instante y convertirla en inmortal.

Eso hice. Dejar que la muerte se colara en un aplauso. Regalarle el final que merecía y alguna vez quizá soñó.

Escribo ahora estas notas en la soledad de mi celda. Escribo para no olvidar. Para retenerla a mi lado y acurrucarme con dulzura en su recuerdo.

Cada noche destruyo lo escrito y vuelvo luego a comenzar. Carceleros y presos toman mi rutina por locura. No hablo con nadie, nadie me visita y a nadie puedo confiar mis motivos. No debo. No lo haré jamás. De mi silencio depende su leyenda y solo yo soy su guardián.


Este relato resultó seleccionado entre los finalistas del III Concurso de Relato Libre ENES y aparece publicado en la antología del concurso: "El pedrusco y otros relatos ". Donbuk Editorial. Octubre 2021.



22 comentarios:

  1. Qué precioso relato, Marta. El mayor acto de amor, pasar tu vida en la cárcel por cumplir una promesa, por hacer que el ser amado sea un mito por siempre y que n o llegue a caer en el olvido y la más terrible decadencia.
    Siempre he pensado que los que ayudan a otro a morir, a pesar de todo lo que se les puede venir encima, le están demostrando su amor más puro e incondicional.
    Un beso.

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    1. Ciertas decisiones no se pueden juzgar aunque duelan o no se comprendan. Simplemente hay que respetar. Un beso, Rosa y muchísimas gracias.

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  2. Un relato que te atrapa de principio a fin. Es muy bueno, Marta. Me ha dado pena que se acabara, estaba tan complacida leyendo.
    Un saludo.

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  3. ¡Hola, Marta! Lo primero es darte la enhorabuena por este merecido reconocimiento con un relato impresionante. Leyéndolo no he podido evitar ponerle a la actriz la cara de Bette Davis en El crepúsculo de los dioses. Lo que a la luz de la opinión pública es un asesinato con un móvil peregrino, esconde un acto de amor, el que es capaz de sacrificarlo todo por lo que más desea la amada. En este caso, la gloria de una muerte trágica que siempre eleva la leyenda de su figura. Magnífico. Un abrazo!

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    1. Pues mira, me gusta esa imagen de Bette Davis para la protagonista, le va perfecta. Un beso y muchísimas gracias, David. Me alegro un montón de que te haya gustado.

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  4. Felicidades, Marta, por el tono épico del relato, por esa sabia utilización de la primera persona y por la inclusión de tu texto en el libro de relatos. Creo que el mayor acto de amor que se puede hacer en esta vida es ayudar o al menos comprender el derecho a una muerte digna.

    Besos y buen fin de semana.

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    1. Un acto de amor muy extremo, el de este personaje, pero amor al fin y al cabo, sí. Muchísimas gracias, Miguel, sí que estoy contenta con la publicación, ha sido una sorpresa. Besos y buen finde.

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  5. Enhorabuena por un relato estupendo. A mí que me gustan las historias de amor y me encanta el teatro, que se narre una historia de amor dentro del maravilloso mundo del teatro me parece una combinación perfecta. Y sí, el protagonista realiza un acto de amor. Te felicito también por la selección y publicación de tu relato. Saludos!

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    1. Mil gracias, Mayte. Me alegra muchísimo que te haya gustado.

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  6. Qué buen relato, lleno de amor, de sacrificio. La atmósfera es buenísima, no me sorprende que haya sido seleccionado. Enhorabuena y gracias por esta lectura.

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  7. ¡Pero claro que tenía que ser seleccionado! Marta, me has tenido en ascuas de principio a fin. Es un gran logro este relato. Un abrazo grande.

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  8. Tendemos a la mitomanía y a la idolatría, cuando todos llevamos un genio dentro. Nos queremos poco, a veces. Mientras, los verdaderos héroes siguen siendo anónimos o silenciados por la tendenciosidad de los libros de historia.

    Pobre hombre. El amor también destruye.

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  9. Hola Marta, buenísimo... Resuelves muy bien, además. Precisamente, esta mañana estaba con una novela en la que una actriz, bien podría ser la de tu relato. Me alegro que el texto fuera seleccionado. Besos

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    1. Muchísimas gracias, Marisa. Cuánto me alegra que te haya gustado!

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  10. Un hermoso acto de amor nos regalas hoy. Saludos

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  11. Hola Marta
    Más que merecido el reconocimiento, relato narrado de forma exquisita, con mucha plasticidad, tanta, que yo también le puse rostro a tu protagonista aunque, en mi caso, opté por Ava Gardner, precisamente por imaginármela bella a rabiar.
    Me ha gustado mucho cómo atrapa el texto desde el principio. ¡Enhorabuena Marta! Un abrazo

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    1. Pues también me gusta esa imagen de Ava Gadner para la protagonista y me alegra un montón que te haya gustado el relato. Muchísimas gracias, Matilde.

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