Un
viejo peregrino cansado de recorrer el mundo llegó una noche a la ciudad. Venía
de muy lejos, traía el cuerpo fatigado y una tristeza inconsolable lo inundaba
como una ola de hiel. Sus ojos gastados reflejaban la huella del tiempo, le
flaqueaban las fuerzas y ya presentía concluida su misión. Había visitado
países de anchos ríos e inmensas sabanas, atravesado desiertos de arenas
blancas, navegado mares de aguas turbias y oscuras. Había conocido la alegría y
la derrota, la decepción y la esperanza y llegado era el momento de marchar.
Paseó
con nostalgia la mirada entre el bullicio de una plaza donde, en pequeños
corrillos, reía y brindaba gente vestida de
fiesta. Recostó en la escalinata de una iglesia su figura encorvada y allí,
al amparo de las sombras, se detuvo un instante a contemplar el alboroto.
También él una vez sintió latir la ilusión en su alma, también soñó quimeras y
utopías, también quiso alumbrar, una noche como aquella, un mundo nuevo pero...
fracasó en su empeño. Nada, salvo esperar, podía hacer ahora. Sus minutos se
agotaban veloces, la arena de su reloj −tictac, tictac− caía sin tregua y
desbordado de amargura sentía el corazón. Tanta energía desperdiciada, tantas
vidas y dichas tiradas por la borda, tantas angustias y esfuerzos inútiles,
tanto olvido, tantas ambiciones desmedidas, tantas traiciones, debilidades,
hipocresías, aflicciones, tantas promesas rotas, tantas esperanzas defraudadas.
Y de tanta y tan cruel indiferencia frente a esto había sido él testigo...
El
carrillón de la catedral comenzó a sonar a lo lejos y lo trajo de vuelta a la
realidad. Medianoche. Se puso en pie con un suspiro y cerró los ojos. Estaba
listo. Su tarea se había cumplido. «¡Feliz Año Nuevo!», «¡Feliz Año Nuevo!», escuchó
gritar entre risas a algún ingenuo transeúnte. «Buena suerte, hermano», murmuró
el viajero. Y mientras la última campanada aún resonaba en el aire, detenida
una lágrima en sus ojos cansados, entre los engranajes del tiempo y la bruma del
olvido, el viejo año en humo se deshizo.
Bonita alegoría Marta,... esa de poner en un caminante el paso de todo un año y su final del camino.
ResponderEliminarFeliz año Nuevo!
Gracias, Norte! Un poco melancólico siempre ese final del camino...
EliminarEn el contexto de tu cuento, he sentido lástima por ese año que se extinguía ante el júbilo de la gente, pero hay años que uno desea que desaparezcan de una vez, je,je.
ResponderEliminarUna bonita historia.
Un abrazo.
Pues, sí, algunos realmente son para olvidar, jeje. Feliz Año Nuevo, Josep Mª.
EliminarQué hermoso, Marta y que bien escrito. Me ha encantado esa personalización del año que se extingue. Sí, los años son como las personas: nacen, transcurren con mejores o peores peripecias y finalmente desaparecen para dar paso a lo nuevo.
ResponderEliminarUn beso y feliz año nuevo.
Un beso, Rosa y Feliz Año Nuevo. Me alegro muchísimo de que te haya gustado.
EliminarPrecioso
ResponderEliminarMuchas gracias, Margarita. Feliz Año Nuevo.
EliminarBrillante Marta. Al fin y al cabo los años son como las personas. Cuando dan por concluida su misión en la vida aceptan sin más que es la hora de marchar. Otras vidas y otros años sustituirán ese ciclo de la vida que siempre se renueva de una manera casi sincronizada.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz 2020 escritora.
Un beso, Miguel y feliz año nuevo. Muchísimas gracias!
EliminarAy por favor, que despedida de año tan original con tu prosa. Me despistó esa muerte final tan triste: energía desperdiciada, vidas y dichas tiradas por la borda, angustias y esfuerzos inútiles, olvido, ambiciones desmedidas, traiciones, debilidades, hipocresías, aflicciones, promesas rotas, esperanzas defraudadas. Y al final descubro que es él, es el testigo de todo eso ¿tan malo ha sido para el año 2019? pobre. Bueno yo me lo llevo con una operación y un poco jodida, que puedo decirte. También será por eso que me lo he llevado de viaje para despedirnos en un tren de otros tiempos. Marta, ¿y si lo hacemos feliz, así de repente, en estos últimos días como si ya no tuviera otra cosa que hacer en lo que le queda de vida? Me gustó mucho esta alegoría de muerte y el final del año. Un próximo será muuucho mejor, ya verás. Un beso grande
ResponderEliminarMil gracias, Emerencia. Me alegro mucho de que te haya gustado el cuento y sí, por supuesto que el año próximo será mucho mejor. Un beso grande.
EliminarSin duda, muestras el paso del tiempo y cómo todo lo relativiza. Durante el año hemos pasado momentos difíciles, cabreos, alegrías, penas o estrés que nos parecían algo muy serio en su momento. Sin embargo, ahora intento recordar esos momentos tan "graves" y diría que me resulta difícil rememorarlos individualizadamente. El tiempo vuela, y con los años, uno se da cuenta de que solo vale el presente, que ese sí pasa en un suspiro. Un fuerte abrazo y aprovecho para desearte un maravilloso 2020, Marta.
ResponderEliminarIgualmente, David. Besos y Feliz Año Nuevo!
EliminarMuy buena alegoría, Marta. El 2019 ha sido terrible para algunos. Pero no hay que olvidar los momentos de alegría.
ResponderEliminarUn abrazo y mejor 2020
Gracias, Mirna! Besos y feliz 2020.
EliminarSí, el tiempo huye como un ladrón y nos deja esta nostalgia de tu personaje exhalando su último suspiro, ante la llegada de su sustituto: el flamante Ano Nuevo.
ResponderEliminarUn relato muy ocurrente, el tuyo, Marta, repleto de estupendas descripciones y que viene genial en este tránsito temporal del 2019 al 2020.
Un beso grande y feliz año nuevo repleto de inspiración. ;)
Un beso, Estrella. Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarSuerte, bien escrito.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Gracias! Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarUna visión un tanto romántica del tiempo que se fue, del año que dejamos atrás. Con diferentes sucesos, unos buenos y otros regulares. Es díficil a veces aceptar el paso del tiempo, la melancolía de los años jóvenes, pero es algo que no volverá. Sólo nos queda mirar hacia delante. Un abrazo.
ResponderEliminarBesos, Lola y feliz año nuevo.
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