No
sé por qué sucede pero sí lo que muchos de vosotros veis en mí. Con absoluta
claridad lo percibo cada noche cuando, terminada la función, oscuro y ya vacío
el escenario, algo preso todavía de mi propio personaje, siento como esquivan
vuestros ojos los míos si por azar un instante con ellos se cruzan, como un
extraño pudor (¿tal vez compasión?) de inmediato entonces ruboriza vuestro semblante.
Es la leyenda que consigo arrastran todos los
payasos del mundo: chanzas, carcajadas, ropas de colores o estridente
maquillaje que sin duda (sospechan todos) un corazón herido apenas un instante
disfrazan.
Mas,
creedme, no es cierta. Si concluida la función no halláis en el rostro del
payaso una sonrisa, no juzguéis su mueca tristeza o amargura: no lo es. A
vosotros su más bello tesoro regaló, ¿no lo veis? e igual que tras la oscuridad
alumbra siempre el nuevo día, al amanecer mil risas nuevas el payaso inventará.
Esforzados artesanos de la alegría nosotros somos, debéis saber. Guardianes
únicos de un conjuro que, del tiempo y el olvido, con ternura infinita resguardamos.
Imagen: Thomas Hoepker
Qué bien escrito Marta… negando la leyenda del payaso triste en su soledad. Un alegato intimista. Nos regaña el payaso, y hace bien.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isabel. Cuánto me alegro de que te haya gustado!
EliminarY sin embargo esa dualidad entre el drama y la comedia tiene ese viso entre romántico y atractivo del que cuesta desprenderse. Tu cuento es una puerta abierta a la alegría, un canto al optimismo, un carpetazo a las historias sin final feliz. El imperio de la sátira. Una delicia. Muchísima suerte Marta!! Bssss!!
ResponderEliminarSí, ese halo de romanticismo es inevitable... Muchísimas gracias, Juancho. Precioso tu comentario.
ResponderEliminarHola Marta, al leer tu bonito relato, me ha venido al pensamiento aquellos actores, presentadores, payasos, artistas, que independientemente de sus circunstancias personales, tienen que salir a un escenario y dar lo mejor de si mismos.
ResponderEliminarLuego llega la soledad del camerino, de la habitación, de la almohada...
La frase que cierra tu cuento es preciosa.
Un abrazo.
Muchas gracias, Miguel. Me alegro muchísimo de que te haya gustado.
ResponderEliminarUn relato emocionado acerca de una figura, la del payaso de circo, que últimamente parece asociarse más al terror que al humor. Lindo homenaje a quien dedica su talento a sacar lo más bello de este mundo: una sonrisa. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias, David. Es cierto últimamente se ve más el lado siniestro que el tierno... Me alegro mucho de que te haya gustado,
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarDe los payasos existen mil vertientes: el gracioso, el siniestro, el terrorífico... pero es cierto que nunca nos paramos a pensar en que ese halo de melancolía que desprenden se debe a que nos olvidamos que su intención es hacernos reír, pero no de ellos.
Un placer leerte.
Abrazos.
Muchas gracias, Sofía. Sí que desprenden siempre cierto halo de romanticismo y melancolía ¿verdad? Me alegro mucho de que te haya gustado.
EliminarPara disfrutar de la belleza de tus textos solo es necesario deslizarse por la magia de los sentimientos que se vislumbran por detrás de los signos escritos. Un hermoso relato de un personaje que despierta las más disimiles emociones. Me has regalado un placer de lectura.
ResponderEliminarAriel
Ay, Ariel, es tan bonito lo que me dices que me dejas sin respuesta... Están tan ligados últimamente los payasos a la tristeza y al terror que pretendía recuperar el tono alegre y amable que tienen en su esencia. Muchísimas gracias por tu comentario y tu generosidad.
EliminarUn micro evocador de la vida de los cómicos, payasos, actores. Todos sin excepción a pesar de sus vidas y miserias personales tienen que salir día si, y día también al escenario. Me encanta pasar por tus letras, apreciada Marta.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lola. Me alegro mucho de que te haya gustado. Un beso.
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