sábado, 28 de junio de 2025

Leyenda urbana

 


El anonimato era su mejor arma. La madrugada su cómplice. Farolas y adoquines sus testigos. Todos sabían de sus actos pero nadie lo había visto jamás. Aparecía como un fantasma en la ciudad dormida. Una silueta encapuchada, casi un espejismo reflejado en callejones oscuros, que al amanecer se desvanecía. Huía de los focos, un pseudónimo disfrazaba su nombre y su rostro era un enigma. Era invisible. Una  sombra. Una leyenda.

Los muros habían sido continuamente su obsesión. Lo atraían con la fuerza de un imán. Desde siempre. Desde niño. Ejercían sobre él una fascinación inexplicable, un hechizo que despertaba sin aviso su instinto de francotirador justiciero. Los elegía con mimo y al descubrir uno de su gusto lo atravesaba un flechazo repentino. Acariciaba sus capas de pintura desconchada, las cicatrices de sus grietas, la herida que en ellos había dejado el olvido. Los engranajes de su mente comenzaban entonces a girar y ponían en marcha el ritual.

Al principio se instaló en los márgenes. Allí inició su adiestramiento, perfeccionó la técnica y perdió el miedo a cometer errores. Ganó astucia en túneles y arrabales, aprendió a esquivar la vigilancia y alcanzó enseguida una precisión vertiginosa. La confianza ya corría por sus venas. Automatizó tiempo y movimientos, saltó de los suburbios a los barrios más céntricos de Londres y por primera vez sintió una emoción desconocida, un vértigo incontrolable que llenaba todos los rincones de su cuerpo, algo que lo llevaría a recorrer el planeta sin apenas darse cuenta: París, Melbourne, Cisjordania, San Francisco.... Pura adrenalina.

Pero ─gajes del oficio─ al salir sin complejos al gran mundo, su trabajo alcanzó notoriedad. Y entonces fue cuando lo supo. Si quería resistir, mantenerse fiel a su verdad sin traicionarla, debía renunciar a su propia identidad. La fama era un veneno mortal que acabaría por destruir el ideal. Solo la invisibilidad podía salvarlo y a ella ligó su destino.

Las especulaciones comenzaron casi de inmediato. Le inventaban nombres, edades, lugares de nacimiento. Comentaban su aspecto, el color de su pelo, su vida privada. Genio para unos, vándalo para otros, todos querían desentrañar su misterio y todos: prensa, policía, admiradores, detractores..., pretendían cazarlo como a un ratón en su trampa. ¡Pobres infelices! Ni siquiera se acercaban. Él era el hombre invisible, un suspiro en el aire, un cometa entre millones de estrellas.

Alguien lo llamó una vez «pintor frustrado» y él alzó los hombros al leer el comentario. Las críticas no lo herían. Nunca pretendió ser más de lo que era y su arte hablaba por sí solo. Contaba historias que por un momento detenían a los transeúntes frente a ellas. Emocionaba, incomodaba, quizá los hiciera sentirse interpelados, reflexionar algún prejuicio desde otra perspectiva. Esa era la intención y eso le bastaba.

Efímero, universal, aclamado, denostado, sorprendente, intempestivo... Contradictorio. Paradójico como él lo era. Un grito en el silencio, una bofetada de poesía, una revolución armada de tubos de aerosol, dibujos en plantillas y pulverizadores de espray. Y un manifiesto en cada trazo: palomas de la paz con chaleco antibalas y en el corazón una diana, niños armados con casco y escudo, flores como balas de cañón, su niña, ¡ay!, su pobre niña de los globos, huyendo de la maldad y la miseria. ¿Hallaría al otro lado una pizca de bondad? ¿Quién sabe? Ojalá.

 Incómoda conciencia de un mundo a la deriva, filósofo callejero, látigo contra la indiferencia. Eso decidió ser un día y eso era. Un icono. El artista urbano más famoso de la historia, el más imitado, el más buscado... El más desconocido.



5 comentarios:

  1. Felicidades por este merecidísimo premio. Quedé literalmente Deslumbrada ante tu relato y me ha encantado descubrir que era tuyo (¡y como no, con el estilazo que tienes!).
    Un fuerte abrazo!

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  2. Hay relatos que brillan como una pintada recién hecha en la pared correcta. Este es uno de ellos, Marta.

    Tu texto tiene algo magnético: una voz narrativa que susurra desde las sombras, una cadencia precisa, limpia, sin alardes. Has logrado algo difícil: convertir a un mito urbano en carne, en impulso, en obsesión.

    Cada frase construye, con una calma de francotiradora, la silueta invisible de quien lanza colores como puñales. Y lo mejor es que no se trata solo de un homenaje bien hilado, sino de un retrato emocional, una reflexión ética y estética sobre el arte, la visibilidad y el anonimato como trinchera.

    Ese ritmo contenido, esas imágenes potentes (“una revolución armada de tubos de aerosol”, “la niña de los globos”, “un grito en el silencio”) quedan resonando mucho después del punto final.

    Merecidísimo el Tintero de Plata. Un texto que, como el protagonista, deja huella sin necesidad de firmarla. Enhorabuena.
    ¡Un fuerte abrazo, compañera!

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  3. Hola Marta, felicidades por un muy merecido Tintero de Plata. La verdad te luciste con este relato, donde el anonimato de un artista "callejero" es crucial. Este mundo, que todo lo monetiza, despojó, a mi juicio, a su obra, de ese propósito inicial que era la denuncia. Tu cuento, impecable como siempre. Me encantó y cumplió a la perfección las condiciones del reto.

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  4. Hola, Marta, me gustó mucho tu relato y sí, lo voté. Tiene esa prosa poética que engancha, un relato redondo y perfecto para el reto. Enhorabuena por tu Tintero de plata.
    Un abrazo. :)

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  5. Felicidades Marta, un relato que engancha de principio a fin. Un abrazo

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