Alma
adoraba las estrellas. Cada noche se dormía contemplándolas con la ventana abierta y una sonrisa entre los labios. Orión,
Casiopea, Andrómeda... el abuelo le había enseñado el nombre de todas las
constelaciones y el modo de encontrarlas en la oscuridad. No solo eran puntos
de luz, le decía asomándola a su viejo telescopio, eran historias, mapas
antiguos dibujados sobre el firmamento que guardaban en secreto el sueño
de los hombres.
─
Mira, allá arriba, casi en el centro del cielo, está Polaris, la Estrella del
Norte. Si alguna vez te pierdes, búscala, ella te ayudará a recuperar el camino.
La niña seguía la dirección de su dedo con la imaginación disparada.
─
¿Y las otras?
─
Las otras son viajeras ─continuaba el abuelo─. ¿Ves esas tres en fila? ¿Las que
tienen forma de flecha? Son el cinturón de Orión. Mi padre me enseñó a
encontrarlo cuando yo tenía tu edad.
Alma
abrió mucho los ojos intentando unir aquellos puntos invisibles.
─
Cada estrella es una historia, mi niña. El cielo te cuenta cosas si lo sabes
escuchar.
De
pronto el abuelo se quedó callado, mirando hacia lo alto con lágrimas en los
ojos y un suspiro atravesado en la garganta.
─Cuando
yo ya no esté ─murmuró al fin─, búscame en el cielo, entre alguna de esas luces.
Desde allí te estaré mirando. Nunca estrás sola, no lo olvides.
La
niña apretó su mano y se acurrucó contra su hombro. La huella de esa noche latiría
siempre dentro de su corazón.



¡Hola, Marta!
ResponderEliminarQué delicadeza la tuya al tejer Las rutas del cielo: un relato que cabe en una ventana abierta y se expande hasta el infinito. Me has hecho cerrar los ojos y ver a Alma, con su sonrisa de luna, y al abuelo convertido en guía estelar, con el telescopio como varita mágica que transforma puntos en cuentos. Gracias por recordarnos que el firmamento no es solo astronomía: es herencia, es cariño, es un “no estás sola” escrito en luz.
Muchos besos.
Hola, Miguel. ¡Jo! Muchísimas gracias. Menudo regalo de comentario me haces. Me alegra un montón lo que dices y que el micro te haya transportado un poquito a ese firmamento lleno de luz que tantas veces olvidamos mirar. Un beso grande.
Eliminar¡Cuánta ternura destila tu entrañable relato, querida Marta! Y qué bien elegidos el nombre, Alma, y la figura familiar, el abuelo.
ResponderEliminarÉste es un texto en el que cada párrafo es delicioso, y te felicito por ello; gracias por compartirlo con nosotros.
Un fuerte abrazo.
¡Ay, Patxi! Precioso lo que me dices y no sabes cuánto me alegra. Un beso y muchísimas gracias. Me encanta que te haya gustado.
EliminarPrecioso relato, Marta. Las estrellas siempre han excitado la imaginación humana. No es extraño que se les otorgue poderes y que uno quiera habitar en ellas cuando esto se acaba, aunque me temo... que la realidad es más prosaica. Afortunadamente, nos queda la literatura.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa. Pues sí, siempre nos queda la literatura y menos mal, ¿verdad? Me alegra muchísimo que te haya gustado el micro. Un beso.
Eliminar¡Cuánta ternura, Marta! Las lecciones que nos dan los abuelos son impagables. Dan ganas de darle un repaso a las constelaciones.
ResponderEliminarUn beso.
Un beso, Isabel. Muchísimas gracias.
EliminarMarta, lo que más me conmueve es la perfecta alquimia entre lo infinito y lo íntimo. El abuelo no solo está enseñando astronomía; está tejiendo un hilo invisible entre su nieta y el universo, y lo más importante, entre su amor y la eternidad. Está construyendo para ella un refugio eterno: un mapa celeste donde "perderse" nunca será definitivo, porque siempre habrá una estrella que la guíe de vuelta a él. Además, recuerda que los lazos más fuertes que creamos en este mundo no se rompen; simplemente cambian de forma y se convierten en el firmamento que ilumina el camino de los que se quedan. Es un testimonio precioso de que, a través del amor y la memoria, todos podemos alcanzar, de alguna manera, nuestra propia inmortalidad. Abrazos virtuales desde Venezuela
ResponderEliminarPrecioso, Raquel, lo que has visto en el micro. Me encanta lo que dices. Un beso y muchísimas gracias por el cuidado con que lo has leído.
EliminarHola Marta! Alma y su abuelo convierten el cielo en un libro abierto de cuentos susurrados, y este relato lo captura con una ternura que se mete bajo la piel como el fresco de la noche. No es solo una historia de estrellas; es el mapa de un amor que trasciende la muerte, dibujado con la paciencia de quien une puntos de luz para formar un corazón.
ResponderEliminarLa niña, con sus ojos muy abiertos y su imaginación disparada, es el puente perfecto: absorbe, guarda, y años después devuelve la luz. El telescopio oxidado no es un objeto viejo; es un relicario. Cada vez que Alma lo enfoca, no busca constelaciones: busca al abuelo. Y lo encuentra, porque el cielo, en este relato, no es frío ni lejano; es un abrazo que se estira más allá de la gravedad.
Un abrazo
Ay, Marcos, qué bonita esa imagen del corazón hecho de puntos de luz y el abrazo que trasciende el tiempo. Generosísimo tu comentario. Mil gracias. Me alegra un montón que te haya gustado.
EliminarHola, Marta, ¡qué tierno y qué bonito! Esa noche nunca la olvidará Alma y cuando mire a las estrellas se acordará de su abuelo, qué enseñanza más bonita le dejó y qué recuerdos más entrañables. Perfecto, Marta.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Un beso grande, Merche. Muchísimas gracias.
EliminarNieta y abuelo. Ayer, hoy y mañana. Vacíos llenos. Y el amor es eterno. Muy bonito diálogo. Saludo
ResponderEliminarHola, Fernando. Muchísimas gracias. Contenta porque te haya gustado.
EliminarLas relaciones "abuelonietales" son impagables. Y tú nos has endulzado el día con un momento precioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, qué importantes pueden ser los abuelos, ¿verdad? Me alegra que te haya gustado, Chema. Muchísimas gracias.
EliminarEnvidio a los que saben todas las historias griegas que se traducen en las constelaciones. Yo nunca he conseguido aprenderlas minimamente, ni los parentesco y eso. Otra cosa son las memorias que habrá que salir de cada historia particular de cada uno. Pero hay estrellas para todo.
ResponderEliminarFuera de la ciudad y su contaminación lumínica, claro.
Estrellas para todo y qué evocadoras siempre, ¿verdad? Muchas gracias, Gabiliante.
EliminarHola Marta, un relato muy hermoso, escrito desde la ternura, que seguro a todos nos ha tocado el corazon. Una leccion de vida para Alma (ya el nombre nos habla de una niña sentimental), por parte de su abuelo que se intuye que presiente que se acerca su fin. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Jorge. Cuánto me alegra que te haya gustado.
EliminarNo hay duda que las personas especiales que brillaron en vida, también lo harán en el cielo como nuestras estrellas especiales. Y dentro de nuestro corazón con luminosidad especial.
ResponderEliminarUn relato muy sentido.
Abrazos.
Hola, Francisco. Pues sí, las estrellas son muy metafóricas en ese sentido, ¿verdad? Muchísimas gracias.
EliminarHola, Marta. Tu relato no dice mucho, pero se entiende todo y eso me encanta. Has sabido contar sin mostrarnos una historia triste, una separación inevitable que se avecina y que nos ha llegado a todos al corazón.
ResponderEliminarBuen relato.
Saludos.
Hola, Cynthia. Pues me alegra mucho lo que dices. Muchísimas gracias.
EliminarHola Marta que bonita historia del abuelo con la nieta, llena de ternura y calor humano.
ResponderEliminarEsos diálogos estarán presentes siempre.
Muy bonito
Un abrazo
Puri
Muchísimas gracias, Puri. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarHola Marta, un relato entrañable y que nos hace recordar momentos con nuestros abuelos, cuando ellos nos enseñaban algo. ¡Qué lindo que el abuelo le diga que cuando ya no esté él, lo busque en el cielo! Un relato tierno y perfecto para el reto. Enhorabuena, me gustó mucho. Ana Piera.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarHola Marta, qué hermoso y qué tierna la historia. Ojalá que aquellas personas que ya no están tan desde ese cielo y nos giñen un ojo a través de las estrellas. Abrazotes mil
ResponderEliminarOjalá... Un beso, Ainhoa. Muchísimas gracias.
EliminarMe ha llegado al alma, Marta. Eso mismo le decía yo a mi hijo pequeño cuando se fue su madre al cielo. La sigue saludando cada noche.
ResponderEliminarAy, Valen, qué bonito lo que dices y cuánto me alegra que te haya gustado. Un beso y muchísimas gracias.
EliminarQué relato más tierno y delicioso, Marta. La relación entre Alma y su abuelo es de esas que marcan de por vida... y más allá. Ella lo tendrá siempre al alcance de su vista mirando a su corazón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)
Hola, Miguel Ángel. Muchísimas gracias. Cuánto me alegra lo que dices y que te haya gustado.
EliminarHola Marta. ¡Precioso relato! que se mete despacito dentro nuestro para despertar recuerdos e inundarnos de ternura, agradeciendo haber podido conocer a ese adorable abuelo que no sólo enseña a su nieta las rutas del cielo, sino que deja en Alma las "huellas de esas noches que latirán por siempre dentro de su corazón." ¡Felicitaciones y un abrazo fuerte! de Marlen
ResponderEliminarAy, Marlen, qué bonito lo que dices. Un beso grande. Me alegra un montón que te haya gustado.
EliminarHola, Marta! Hemos tenido algunas ideas similares al pensar en las estrellas! Los abuelos son seres maravillosos.
ResponderEliminarMaravillosos. Un beso, Mirna. Muchas gracias.
Eliminar¡Hola, Marta! Un micro con un comienzo muy bonito, como una introducción que nos acerca al cielo nocturno. Y con un final melancólico y precioso.
ResponderEliminarPara esa niña, su abuelo trascenderá a las estrellas.
Un abrazo.
Un beso, M.A. Contentísima porque te haya gustado. Muchas gracias.
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