Regresó al sarcófago con desgana. Odiaba hacerlo pero el alba despuntaba y ya era tiempo. Sus huesos crujieron al acomodarse en la cripta y una lágrima rodó por su mejilla. Las vidas arruinadas le pesaban, el remordimiento ardía en su conciencia y se notaba tan cansado... Tan harto del polvo de los siglos, de la oscuridad y del silencio, del precio en sangre que exigía su leyenda. ¡Si pudiera envejecer como un hombre normal! ¡Si en mi alma hallara un pellizco de valor!, suplicaba a la noche con tristeza. Un rayo de sol, tan solo un rayo bastaría, pero...
Siempre me ha parecido que los vampiros, Drácula para ser más precisa, tenían una buena desgracia encima. Desprovistos del amor, de la luz y del sol, de una vida normal; teniendo que correr al la cripta en cuanto el alba despunta y obligados a morder gargantas y causando la muerte para poder sobrevivir. Vamos, nada envidiable.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un beso.
Sí, a mí tampoco me parece envidiable, la verdad, pobrecillos... Me alegra muchísimo que te haya gustado el micro, Rosa. Muchas gracias.
EliminarPero...es su condición.
ResponderEliminarUn cuento que nos lleva a una maldad irreprimible e incluso resignada je, je. Si lo trasladamos a la situación del orden mundial creo que el mal genera adicción.
Buen comienzo de semana, Marta.
Qué va a hacer, el pobre hombre, si es su naturaleza, jeje. Lo del orden mundial ya... ¡madre mía! Un beso, Miguel y muchas gracias.
EliminarPero...al final su alma de vampiro pesa más. Muy bueno , Marta. Muy bien narrado. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarHola Marta, ni siquiera los inmortales son felices...
ResponderEliminarBuen micro.
Un abrazo. 😊
Un beso, Merche. Muchas gracias.
EliminarNo sé, pero la inmortalidad ha de ser muy aburrida. Pero el valor para ponerse bajo un rayo de sol también ha de ser difícil de aceptar.
ResponderEliminarUn buen texto, me encantó. Un abrazo
Me alegro, Albada. Muchísimas gracias.
EliminarHola Marta, un micro muy bueno con un vampiro con remordimientos pero que no se anima a acabar con su inmortalidad. Al final todos tenemos instinto de supervivencia, aunque la existencia nos abrume. Saludos.
ResponderEliminarEl instinto de supervivencia al final puede siempre con todo, sí. Me alegra mucho que te haya gustado el micro, Ana. Muchísimas gracias.
EliminarMuy buen relato Marta. Incluso para un vampiro tiene que ser difícil no poder disfrutar del sol. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Nuria. Contenta porque te haya gustado.
EliminarEs probable que la afición de los vampiros por la sangre humana no sea un hábito sencillo de eludir. Igual si lo sustituyeran por unos chupitos, cañas o vino...
ResponderEliminarNo estaría mal eso de los chupitos, jeje. Muchas gracias, Marcos.
EliminarHola Marta, qué chulo. Y una visión diferente de la vida de los vampiros.
ResponderEliminarUn besazo
Hola, Nitocris. Mil gracias. Qué bien que te haya gustado.
Eliminar¡Hola, Marta! Si algo es universal y común a toda criatura consciente es el instinto de supervivencia. ¿Quién, en su lecho de muerte, no aceptaría una mordedura que le hiciera inmortal? ¿Qué vampiro renunciaría a su existencia por remordimientos? Creo que más allá del terror de este mito, esa es la razón de su universalidad. Como has mostrado con precisión con esos puntos suspensivos finales. Me encantó. Un abrazo!
ResponderEliminarAl final el instinto de supervivencia, ¿verdad?, siempre gana. Un beso, David y muchísimas gracias. Me alegra un montón que te haya gustado el micro.
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