En
los confines del mundo, más allá de toda lógica o razón, crecía el bosque
fractal. La exactitud geométrica de sus árboles era asombrosa. Calcaban
patrones idénticos y a fuerza de repetir su infinita secuencia parecían querer fundirse
con el cielo, alcanzar quizá la línea invisible que marcaba al horizonte su
final.
Muchas leyendas hablaban de la magia del lugar, del poder que habitaba entre sus sombras, de un misterio insondable que nadie nunca pudo desvelar.