Como si de una plaga venenosa se tratara, el vértigo y la culpa la
paralizan implacables cada vez que enfrenta su mirada. Anhela un amor que
ya no siente. Se ahoga en la rutina de los días. Las palabras de ruptura
hace tiempo que se agolpan en su mente pero, cobardes, nunca salen de sus
labios. Es tarde. La niña duerme. "Ahora", piensa. Y, a punto de
empezar a hablar, él se sienta junto a ella, la abraza con dulzura haciéndole recostar
la cabeza sobre su hombro, enciende el televisor y susurra "el mejor
momento del día..." sin notar las lágrimas que empiezan a empapar su
camisa.
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
miércoles, 29 de junio de 2016
lunes, 20 de junio de 2016
Vidas deshabitadas
Cuelgan de las cuerdas de la del quinto cuatro globos de colores
arrastrados por el viento; en las del segundo unas zapatillas de ballet y un
pequeño tutú de color rosa añoran el protagonismo y los aplausos que un día ya
lejano acapararon; en la azotea huellas antiguas de cualquier fiesta olvidada
hablan de alegría, de un tiempo pasado del que ahora nada queda. Sombras y
fantasmas en lucha feroz contra el espanto y la desolación que anhelan lo
imposible: el genio de Aladino, la voz de Sherezade frente a la oscuridad...
el embrujo que a las noches de Oriente devuelva al fin su magia y su
poesía.
lunes, 6 de junio de 2016
Licencia para soñar
Aquel día de verano de 1945 mi vida cambió para siempre. El mundo
despertaba convulso y herido de un sueño de pesadilla y yo era por entonces un
niño de diez años a punto de descubrir el más fantástico secreto que jamás
hubiera podido imaginar. Mágico y poderoso como ninguno. El mayor antídoto
contra las inclemencias del tiempo y de la vida.
Aún ahora, tantos años después, recuerdo el escalofrío que recorrió mi
cuerpo cuando la sala quedó a oscuras y de golpe comprendí el secreto oculto
tras aquella pantalla blanca, feliz de haber encontrado al fin el lugar al que
alguna vez huyeron los sueños.
martes, 10 de mayo de 2016
Naturaleza muerta
El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas del viejo sauce.
La tormenta con que los inmensos nubarrones habían amenazado durante días
descargaba al fin torrencial sobre el jardín que con tanto mimo su dueño
cuidaba a diario. Los nenúfares del estanque agonizaban desperdigados sobre la
hierba, las rosas deshojadas lloraban tristes su belleza perdida, la tierra
anegada se deshacía blanda como la arcilla desvelando lentamente el secreto
tantos años oculto en sus entrañas.
La sonrisa macabra de dos chuchos
vagabundos con un fémur en los dientes, foto de portada sería en todos los
diarios a la mañana siguiente.
Sueños rebeldes
Es como sale mejor cualquier plan: una pizca de improvisación, un impulso
incontrolable, aprovechar el momento, no pensar... Cuando al fin lo comprendí
desapareció el miedo, abandoné mi eterna indecisión y marché lejos. Viajé,
conocí otros lugares, olvidé monotonías. Con la distancia recuperé la ilusión y
la alegría. Fui feliz. O eso quise creer a pesar de todas las noches en que mis
sueños, obstinados, se empeñaron en contradecirme reviviendo en mi alma y en mi
piel la humillación y los golpes que tantas lágrimas me hicieron derramar y que
me obligaron un día a emprender esta huida sin retorno ni final.
jueves, 28 de abril de 2016
Punto final
Deja unos puntos suspensivos y calla a tiempo su amargura. Siente que la
pierde sin remedio y mucho más allá de la tristeza sabe que debe destrozar su
corazón para salvar el suyo, para salvarla de la angustia y la culpabilidad en
que se consume, del aburrimiento y la rutina. Su mirada un día le hizo
especial y eso será suyo para siempre. Una estrella fugaz iluminando por un
segundo la noche. La dejará ir sin mostrarle el desgarro de su corazón, el
desamparo, la derrota, su infinito desconsuelo, pero junto a ella irá siempre
su alma y en silencio velará por ella.
Indecisión
Deja unos puntos suspensivos flotando en el aire como una promesa imposible
de cumplir, sonríe, la mira con dulzura y sube al tren. Tal vez... piensa, sin atreverse
a pronunciar las palabras que podrían al fin cambiar su destino. De pie en el
andén ella calla también y lo observa alejarse. Ambos se resisten a derramar
las lágrimas que brillan en sus ojos, conscientes de que de nada sirve llorar
lo que no fue y de que, diluido entre la bruma de sus miedos y silencios, se
desvanece para siempre y sin remedio el tren de las oportunidades perdidas.
Falsas apariencias
Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase, «lavavajillas»,
«espumadera» o «colesterol». No suena muy romántico, lo sé, pero ¿qué quieren?,
a estas alturas del tiempo y de la vida los cuentos de hadas hace mucho que
dejaron de ser lo que fueron y para ser sincero nunca comprendí esas ñoñerías
que a tantos matan no sé si de amor o de aburrimiento. Y sin embargo,
reviento de ternura cada vez que ella pregunta por mi colesterol o insomne en
plena madrugada necesito de repente oír su voz para sentirme atado al mundo.
Así que, ya ven, puede que en el fondo mi corazón no sea tan arisco como
aparenta. Juzguen ustedes...
Vergüenza
Las palabras que ha aprendido por la noche la asaltan de improviso en el
momento más inoportuno dejando en su mirada una sombra de tristeza que no puede
disimular. Supo al instante que aquella cita era un error, que las promesas
hechas bajo estrellas ardientes se esfuman al amanecer, que la traición, el
dolor y la culpa serían inevitables...
Cierra los ojos. No debe recordar. Lentamente las palabras se desvanecen:
frío, barro, llanto, rabia, frontera, esperanza, desolación. Y así, cuando
llega su turno, impasible ya en su escaño, suma su voto a los que para siempre
y sin remedio pronto detendrán el latido del indiferente corazón de Europa.
Papel mojado
Serán sólo cien
palabras, ten paciencia, sabes que después me rendiré. Un adiós, un recuerdo,
un te quiero rasgando la noche. Cien palabras de amor desesperadas en lucha
feroz contra el espanto y la desolación, serenas frente a los restos de este
naufragio de sueños imposibles. Palabras que al amanecer flotarán a la deriva
en el mar inclemente que pronto hará zozobrar
mi barca y al que ruego como último consuelo que me acoja hospitalario
en su fondo más oscuro e impida a la tormenta arrastrar mi cuerpo deshecho
hacia la indiferencia del mundo. Palabras que el agua destruirá y ella no leerá
jamás.
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