Me
tacha la envidia de egoísta y caprichoso ¡Menudo disparate! No lo soy en
absoluto pero se encuentra ya tan extendido ese rumor que obviaré el esfuerzo
de negarlo. Ocurre que nunca conocí la timidez y quizá tomen los necios por
desdén la imperturbable seguridad que me acompaña. El mundo me idolatra, es así
y ¿quién soy yo para juzgarlo?
Mi
audacia y mi elegancia les fascina, esa rara mezcla en mi expresión entre
indiferente y atenta, siempre distante y pese a ello vulnerable, tan propia de
mi espíritu bohemio, de mi alma de bribón desvergonzado.