El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas del viejo sauce.
La tormenta con que los inmensos nubarrones habían amenazado durante días
descargaba al fin torrencial sobre el jardín que con tanto mimo su dueño
cuidaba a diario. Los nenúfares del estanque agonizaban desperdigados sobre la
hierba, las rosas deshojadas lloraban tristes su belleza perdida, la tierra
anegada se deshacía blanda como la arcilla desvelando lentamente el secreto
tantos años oculto en sus entrañas.
La sonrisa macabra de dos chuchos
vagabundos con un fémur en los dientes, foto de portada sería en todos los
diarios a la mañana siguiente.