Hoy me acordé de ti. No sé por qué. Tal vez porque es verano, hace calor
y es época de girasoles. Durante mucho tiempo te vi bajar del tren, tarde tras
tarde, a esa hora en que la mayoría de
la gente regresa a casa tras el largo día laboral. Seria, sola, fatigada, con
aspecto de llevar sobre tus hombros cansados el peso de un mundo a punto
siempre de desmoronarse. Una mujer joven todavía, ojos oscuros y profundos y un
raro halo de misterio en la mirada. Acostumbrada a esconder sus sentimientos. Quizá
endurecida pero valerosa y fuerte. Eso me parecías. Aunque lo que al fin me
cautivó y, sin que jamás hubieras podido llegar a imaginarlo, me hacía buscarte
cada tarde en el andén y me conmovía de un modo extraño era la sonrisa fugaz
que por un instante iluminaba tu rostro cuando, antes de perderte de nuevo
entre la multitud, te detenías un momento frente al pequeño puesto de flores de
la estación, rebuscabas en tu bolso unas monedas y elegías con cuidado un
girasol. Dorado, cálido, luminoso. Nunca ninguna otra flor. Siempre un girasol.
Ardiente y bello. Luego, un día, dejé de verte. Te llamabas Cristina. Lo supe
tiempo después, al descubrir de improviso tu fotografía bajo un texto breve y
sin alma que, en la crónica de sucesos de un periódico local, hablaba de dos
pequeños huérfanos, un marido arrepentido a destiempo y alguna estadística
dolorosa y fría. Lloré entonces mi rabia y tu impotencia. Lloré el horror, la
desesperanza, el desconsuelo... y grabada en mi recuerdo quedaste para siempre
como la chica de los girasoles. La chica de la mirada herida a quien la belleza
imprevista de una flor embrujada por el sol, regalaba cada tarde una esperanza
y robaba una sonrisa.
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
viernes, 30 de diciembre de 2016
sábado, 3 de diciembre de 2016
Nuevos tiempos
Me acuerdo de mil y una noches
repletas de estrellas, del brillo de la luna llena, de aquellos mágicos amaneceres cubiertos de
rocío...
Me acuerdo del olor a jazmín, del tañido melodioso de las campanas
meciendo dulcemente el despertar de la ciudad. Una ciudad ya para siempre
convertida en nostalgia...
Me acuerdo de las risas; de los sueños; de la alegría y la esperanza.
Me acuerdo de la inocencia y la ternura.
Me acuerdo de ti.
Olvido la oscuridad y el cansancio; el frío y la tristeza.
Olvido la devastación; el miedo; los llantos; la rabia y el dolor.
Olvido el silencio eterno de las fotografías; este desamparo; la
expresión rota de tu rostro cuando lo impensable sucedió...
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