Cuando
se prendieron las cortinas de la cocina nadie sospechó que aquello no era un
accidente aunque, pensándolo bien, puede que a la mirada de mamá ya entonces
asomara la sombra de una duda. Difícil siempre engatusarla... La cocina sólo
fue el principio y, sí, reconozco que el asunto se me fue ligeramente de las
manos. Una tras otra ardieron todas las habitaciones de la casa y ahora estos
espeluznantes matasanos me rodean curiosos y hablan de instintos suicidas y
pirómanos. ¡Criaturas ignorantes!. Nada saben de amor... Si lo hubieran visto batirse
por mí contra las llamas... Tal vez yo
debiera explicárselo pero, ¡ay!, me da tanta vergüenza...