Una caricia, una sonrisa, un beso
suave y a soñar... "dulces sueños, mi amor".
Antiguas noches de invierno se
cuelan de improviso en mis recuerdos y, casi casi a traición, entre melancolías
y nostalgias al instante los enredan. Noches de mimos y risas; de confidencias
e ilusiones; de planes de futuro y proyectos de aventura; de carantoñas y
cuentos antes de dormir, siempre cómplice algún libro entre sus manos: Peter
Pan, La Isla del Tesoro, Mujercitas... Noches tiernas con sabor a
infancia: hojaldre y chocolate caliente, pijama y zapatillas, nervios y deberes
apresurados en la cama. Tan lejano ahora todo ya... Tiempos de candor e
ingenuidad que la vida detuvo para siempre en un instante eterno. Antes del espanto
y del dolor. Antes del silencio, de la indiferencia, del perverso maleficio que
secuestró la inocencia de su alma. Antes de que las hadas traicionaran su magia
y los monstruos ganaran, implacables, la batalla. Antes de tantas lágrimas a
destiempo derramadas sobre pupitres ardientes de vergüenza y rabia. Antes de
aquella última carta... Cuando mi niña era feliz y en mi corazón habitaba la
alegría, la poesía y la esperanza.