martes, 23 de marzo de 2021

La novia del parque

 


Se la llevaron vestida de blanco igual que la encontraron, una rosa marchita en las manos y un velo de gasa cubriendo su rostro. Cada mañana, muy temprano, casi aún de madrugada, cuando Alberto y yo terminábamos el turno y, a nuestro paso, las calles relucían inmaculadas y frescas, la veíamos llegar con sus pasitos de hada. Una figura menuda vestida de novia que a esa hora intempestiva, cuando apenas la luz del alba alumbraba tenuemente la mañana, colocaba con cuidado un pequeño escabel sobre la grava, al borde de un sauce, junto a la verja del parque, se acomodaba muy derecha sobre él y, de inmediato, cuidando siempre de no pisar el césped (¡cuánto significado atrapado en ese gesto!), parecía quedar petrificada. Una estatua humana, misteriosa, inmóvil, frágil.

Yo acababa de ganar aquel invierno una plaza en la contrata de limpieza municipal y el alivio de un trabajo estable aún no lograba aplacar mi desilusión por tantos años de estudio echados a perder. Tirados literalmente a la basura, me burlaba en ocasiones de mi mala suerte con sarcasmo.    

«¡Ay, hijo a toda hora retumbaba en mi mente por entonces el reproche de mi madre, tanta carrera, tanto erasmus, tanto máster, para acabar de barrendero...!»

 Aquellas palabras se clavaban en mi alma como un puñal pero eran ciertas. Despiadadas, quizá, pero ciertas. Mi vida no se parecía en nada a lo que yo había imaginado. Desde luego, mi situación no era el sueño de ningún estudiante aventajado aunque el peso de los años, veinte meses en el paro, un divorcio, digamos, poco amistoso y dos niños a tu cargo, rebajan al instante tus aires de grandeza y eliminan de un plumazo tus prejuicios. Así que, sí, cada noche me enfundaba con esmero el uniforme, colocaba una tirita sobre las cicatrices de mi orgullo herido y, bien dispuesto a vaciar contenedores, limpiar papeleras o barrer de las calles todo tipo de inmundicias, esperaba que Alberto llegara con el camión a recogerme.

Tal vez suene prepotente, incluso ingrato, lo que digo. En absoluto es esa mi intención. Culpé a un trabajo, en realidad ni mejor ni peor que cualquiera, de la amargura que durante aquellos meses consumía mi vida. Mi mundo se desmoronaba un pedazo tras otro y la impotencia me asfixiaba. No fueron buenos tiempos, simplemente.

Por eso aquella chica del parque resultó tan especial para mí en ese momento. Un chispazo de belleza que aleteaba en el aire y borraba de un soplo las miserias de la noche.

Nunca supimos su nombre. La espiábamos de lejos, presos de su hechizo, presintiendo su tristeza. Algún transeúnte tempranero dejaba caer, de cuando en cuando, una moneda al borde de sus pies descalzos y un apunte de sonrisa se adivinaba entonces tras el velo que una horquilla sujetaba a su cabeza.

 Alberto y yo quisimos descifrar su enigma muchas veces, carcomidos de curiosidad por la causa de aquella juventud, a nuestros ojos, tan desamparada. Pero ella parecía la princesa de un cuento y nosotros no tuvimos el valor de romper su jaula de silencio.

Pasó luego el tiempo, cambió nuestra ruta de limpieza y le perdimos el rastro. La olvidamos.

Mi espíritu entretanto acabó por serenarse. El oficio se convirtió en rutina, la vanidad magullada dejó de envenenarme el corazón y, de pronto, un día, clareando una aurora glacial con temperaturas en mínimos de récord, hartos ya de recoger vasos de plástico y botellas vacías, la volvimos a encontrar.

Otro invierno, idéntica inclemencia.

Otra madrugada, idéntico desamparo.  

La reconocimos al instante.

Alberto enmudeció de golpe y un lamento ahogado escapó de mi garganta.

Acurrucada en un portal, gélida, amoratada, vestida de novia... Allí estaba. Nuestra princesa. Cautiva para siempre de las sombras. Y así, de blanco, arrastrando el velo por el suelo, un reguero de pétalos marchitos a su paso, se la llevaron. Mísera princesa vagabunda sin reino ni corona. Nadie reclamó su cuerpo herido por la escarcha.

Primer premio "Relatos Compulsivos". Marzo 2021.

24 comentarios:

  1. Genial y muy emotivo relato, Marta. Muy merecido, por cierto, ese primer premio en "Relatos Compulsivos". Has hilado de manera perfecta las voces de aquellos que nunca son escuchados. Si hay algo duro en la vida eso es carecer de techo y sin embargo que admirable es cuando esas personas se dedican a ganar unas monedas a través del arte.
    Besos y muy feliz semana.

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    1. Sí que es duro, sí y pocas veces nos paramos a pensar qué pueda haber detrás de esas vidas... Muchísimas gracias, Miguel. Me alegro un montón de que te haya gustado.

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  2. Qué preciosidad, Marta. No me extraña que te llevaras el primer premio. Muy difícil de superar todo lo que esconde y lo que sugiere este relato.
    Enhorabuena y un beso.

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  3. Me ha encantado. Una bella hechura: emotivo, íntimo. Trasmite la melancolía y resignación de quien previamente está derrotado. Un abrazo.

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    1. ¡Cuánto me alegra lo que dices, Isan! Muchísimas gracias.

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  4. Hola, Marta.
    Ay, el reproche de la madre, de verdad que me ha dolido, todo es digno en esta vida, y qué si un sueño no se cumple al momento, quizás en un futuro, o este se transforme en otro, pero sumar a la pesadumbre más congoja es despiadado.
    No me extraña lo del primer premio, este relato despierta tantas emociones que se lee con el corazón encogido, es bello a la vez que trágico. Realmente maravilloso.
    Un beso, y enhorabuena.

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    1. Hola, Irene. Ese reproche recoge la desilusión de tantísima gente bien preparada que no logra encontrar un trabajo acorde a esa preparación y, sí, es muy triste porque es demasiado habitual no solo ahora por la crisis sino desde hace años.
      Un beso y muchísimas gracias por lo que dices. Contentísima porque te haya gustado.

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  5. Precioso relato Marta, de veras. Un placer leerlo y sentir toda la emoción que desprende. Enhorabuena

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    1. Mil gracias, Matilde. Me alegro un montón de que te haya gustado.

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  6. Se trata de un extraordinario relato inspirado en escenas cotidianas que a través de tu imaginación y una gran sensibilidad logras dar forma a la tragedia que subyace tras estos marginales personajes acosados por los embates de la cruda realidad, pero que al mismo tiempo la casualidad los hace cómplices de un destino incierto, poblado de romanticismo, dentro de una misteriosa atmósfera donde la ficción adopta un estilo más poético y enigmático, que nos conmueve por su belleza e intensidad.
    ¡Enhorabuena, Marta! Sin duda, merecías el Primer Premio de "Relatos Compulsivos".
    Un abrazo.

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  7. Una historia dramática que refleja la soledad, el desconsuelo y la amargura de una vida que no es la que sus protagonistas habrían deseado y esperado llevar. La ingratitud de la vida obligada a ser vivida contra todo pronóstico y deseo. Pero el final más triste es el que se lleva la figura más bella y la más ignorada de todas.
    Excelente relato, Marta.
    Un abrazo.

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    1. Personajes en cuyas vidas no solemos detenernos... Muchísimas gracias, Josep. Me alegra que te haya gustado.

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  8. ¡Hola, Marta! Jo, un relato desgarrador en el que nos presentas ese parque de los sueños rotos, parafraseando a Sabina. Me gustó como narraste los detalles importantes, como ese no pisar el césped. La verdad es que conmueve la historia, esa estatua humana de una novia joven nos inspira inocencia y sueños por cumplir, creo que eso es lo que hace que se te pegue la historia al comprobar su triste final. Por no hablar del barrendero... Excelente relato y enhorabuena por el reconocimiento! Un abrazo!

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  9. ¡Qué bonito eso del parque de los sueños rotos! Me alegro muchísimo de que te haya gustado, David. Un beso grande.

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  10. Felicidades Marta. Como para no premiarlo. Es precioso. Besos

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    1. Muchísimas gracias, Marisa. Muy contenta porque te haya gustado.

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  11. Una belleza, Marta! Muy poético y profundo. Te felicito.
    Un abrazo

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    1. Mil gracias, Mirna. Me alegro muchísimo de que te haya gustado.

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  12. Qué buen y emotivo relato, muy merecido ese premio. Saludos.

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  13. Dolor ajeno, los olvidados, el silencio del primer mundo, y la queja fácil desde la comodidad del sofá. Nuestra gran sociedad del bienestar.

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    1. Cierto, dolor ajeno del que tantas veces apartamos la mirada...

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