jueves, 6 de noviembre de 2025

Las rutas del cielo

 


Alma adoraba las estrellas. Cada noche se dormía contemplándolas con la ventana  abierta y una sonrisa entre los labios. Orión, Casiopea, Andrómeda... el abuelo le había enseñado el nombre de todas las constelaciones y el modo de encontrarlas en la oscuridad. No solo eran puntos de luz, le decía asomándola a su viejo telescopio, eran historias, mapas antiguos dibujados sobre el firmamento que guardaban en secreto el sueño de  los hombres.

─ Mira, allá arriba, casi en el centro del cielo, está Polaris, la Estrella del Norte. Si alguna vez te pierdes, búscala, ella te ayudará  a recuperar el camino.

La niña seguía la dirección de su dedo con la imaginación disparada.

─ ¿Y las otras?

─ Las otras son viajeras ─continuaba el abuelo─. ¿Ves esas tres en fila? ¿Las que tienen forma de flecha? Son el cinturón de Orión. Mi padre me enseñó a encontrarlo cuando yo tenía tu edad.

Alma abrió mucho los ojos intentando unir aquellos puntos invisibles.

─ Cada estrella es una historia, mi niña. El cielo te cuenta cosas si lo sabes escuchar.

De pronto el abuelo se quedó callado, mirando hacia lo alto con lágrimas en los ojos y un suspiro atravesado en la garganta.

─Cuando yo ya no esté ─murmuró al fin─, búscame en el cielo, entre alguna de esas luces. Desde allí te estaré mirando. Nunca estrás sola, no lo olvides.

La niña apretó su mano y se acurrucó contra su hombro. La huella de esa noche latiría siempre dentro de su corazón.



1 comentario:

  1. ¡Hola, Marta!
    Qué delicadeza la tuya al tejer Las rutas del cielo: un relato que cabe en una ventana abierta y se expande hasta el infinito. Me has hecho cerrar los ojos y ver a Alma, con su sonrisa de luna, y al abuelo convertido en guía estelar, con el telescopio como varita mágica que transforma puntos en cuentos. Gracias por recordarnos que el firmamento no es solo astronomía: es herencia, es cariño, es un “no estás sola” escrito en luz.
    Muchos besos.



    ResponderEliminar