El primer paso adelante que la novela americana ha dado desde Henry James.
T.S. Eliot
De niño soñaba que no era hijo de su padre sino un huérfano de sangre real, de adolescente envidiaba la popularidad de ciertos estudiantes, de adulto la fortuna de los ricos de Nueva York. Se fijó en Zelda por ser la chica más cortejada de Alabama, aspiraba a ser el mejor escritor de todos los tiempos y dominar el arte de gustar fue siempre para él una obsesión. Sin embargo... Más vanidoso que orgulloso, apenas se respetaba a sí mismo, temía la derrota e incluso cuando el éxito le rozó con su varita un presentimiento de catástrofe lo acechaba.
Guapo,
inteligente, magnético, Francis Scott Fitgerald (1896-1940) quizá sea el
miembro más representativo de la llamada Generación Perdida. Un escritor
marcado por la época que le tocó vivir, por ese espejismo de felicidad que
durante el periodo de entreguerras fueron los años veinte, la era del jazz, de
la despreocupación y los excesos, un tiempo de ilusión que él supo hacer
brillar como nadie en sus novelas.
Soberbio
escritor de cuentos, pretendía sin embargo triunfar como novelista y a menudo convirtió
sus relatos en campo de prueba para ideas, personajes o escenarios que utilizar
luego en alguna novela. Los hizo valer de sustento económico, despreciaba el
éxito comercial que tuvieron muchos de ellos y nunca se engañó respecto a la
calidad de ciertos textos. "La basura que escribo para el Post ─llegó a decir─, es cada vez peor y
cada vez tiene menos alma. La gente no parece darse cuenta de que para una
persona inteligente escribir mal es una de las cosas más difíciles del mundo.
Cuanto más saco por mi basura más me cuesta escribir".
La
inseguridad y el complejo de inferioridad que arrastraba lo llevaron muy pronto
a la bebida. Bebía para olvidar, para aplacar sus demonios y sentirse feliz, en
una espiral de autodestrucción potenciada por la esquizofrenia de su esposa, la
tormentosa relación que mantuvieron (alcohol, infidelidades, ingresos
hospitalarios...) y la profunda decepción a que lo enfrentó el paso del tiempo.
Circunstancias que casi de inmediato él transformaría en elemento narrativo.
Trenzada
inextricablemente a su trabajo, la vida de Fitgerald se encuentra en el punto
de partida de todas sus historias. Siempre, en realidad, escribió sobre sí
mismo o su círculo más cercano. Anotaba continuamente experiencias y
sentimientos para transformar en ficción la existencia, dejando al descubierto
sus propias debilidades y logrando de ese modo una enorme cercanía con el
lector. Le fascinaban los instantes, lo efímero, las pequeñas sensaciones que
construyen el momento. La nostalgia del pasado, la melancolía por el final de
una época que se extingue o la soledad no pretendida fueron temas recurrentes
en su obra. El recuerdo permanente de las oportunidades perdidas.
¿Que no se puede repetir el pasado? ─exclamó Gatsby, lleno de incredulidad─ ¡Claro que se puede!
Durante
los años treinta se esforzó por romper el estereotipo que lo acompañaba desde
sus inicios como escritor de la edad del jazz. Quiso entonces apartarse de los
relatos de jóvenes guapos y ricos, del lujo, del champán y la despreocupación, pese
a haber sido este tipo de tramas las que
lo habían convertido en favorito del público.
"El
gran Gatsby", sin embargo, la novela por la que hoy es principalmente recordado
(aunque inferior en calidad a "Suave es la noche") se vendió poco en
su momento y eso obligó al autor a trabajar como guionista en Hollywood y
continuar enviando a las revistas cuentos que no le contentaban pero que gustaban
mucho a los lectores.
Gatsby
es el arquetipo de los felices años veinte. Una década que se inicia con la
prohibición de la venta de alcohol (la famosa Ley Seca), transcurre entre gangsters
y corruptelas políticas y concluye con el crack de 1929. Una inicial imagen de
esplendor que presagia la dureza de un final inevitable.
Ambientada
en el verano de 1922, la historia de "El gran Gatsby" comienza con la
llegada de Nick Carraway (narrador del relato) a una pequeña casa del West Egg
neoyorkino, un barrio repleto de enormes mansiones donde todo son rumores
acerca del misterioso millonario en cuyo jardín se celebran cada noche las
fiestas más fastuosas y a quien pese a ello nadie parece conocer.
Poco
a poco Nick intimará con Gatsby e irá comprendiendo su comportamiento. Su
candor, su romanticismo, su indiferencia frente a traiciones o derrotas.
Así,
la brillantez de hombre de mundo que caracteriza al personaje, el misterio de
una fortuna incalculable, la pátina de perfecto anfitrión que lo acompaña, aparece
muy pronto teñida por una intuición de desamor y soledad, por una herida sin
cerrar y un pasado en exceso idealizado del que no logra desprenderse y que
define por completo su actitud ante la vida.
Habló mucho acerca del pasado y llegué a la conclusión de que quería recuperar algo, quizá una idea que se había hecho en otro tiempo de sí mismo. Su vida había sido confusión y desorden desde entonces, pero si lograba volver a un determinado punto de partida y repetirlo todo muy despacio descubriría qué era exactamente lo que había perdido.
Fitgerald
logra con ello una narración precisa e indeterminada a un tiempo donde por
momentos la realidad pierde peso y adopta forma de ensueño. Arma un mosaico de
personajes superficiales y egocéntricos llenos de prejuicios como contrapunto a
su protagonista, reflejo de una sociedad enferma de ambición, ganada por
hipocresía y desencanto. Y de ese modo la historia ligera, luminosa y elegante del
comienzo se ve salpicada por notas de imprevista oscuridad.
Una
historia repleta de claroscuros como la propia vida del autor.
Mi talento está lleno de cicatrices
"Toda
vida es un proceso de demolición", dejó escrito en las memorias que se
publicarían tras su muerte, reconociendo sin impostura ser la causa de su
propia decadencia.
Con la salud deteriorada por décadas de alcoholismo, murió a causa de un infarto a la edad de cuarenta y cuatro años junto a Sheila Graham, la mujer con quien al fin halló algo de calma. Separados de hecho, permanecía no obstante legalmente unido a Zelda, siempre la cuidó y se mantuvo en contacto y cuando siete años después también ella murió (en el incendio del psiquiátrico donde se encontraba ingresada) sus restos fueron enterrados junto a los suyos, manteniendo viva la leyenda de un amor que fue de cuento y acabó luego en pesadilla.
Hola Marta, increíble reseña, muy buena, no te dejas nada por comentar, dan ganas de leer la obra, de verdad...
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola, Merche. Muchísimas gracias. Cuánto me alegra que te haya gustado.
EliminarMartita, qué gusto volverte a leer! Definitivamente las reseñas de que se te dan, se te dan. Me hiciste recordar hace uhhhhh de años en que vi la película. Ya no recordaba siquiera la trama.
ResponderEliminarUn abrazo fuerrrte🌹
La película de Robert Redford, ¿verdad? Hay otra más actual pero para mí el gran Gatsby siempre será Robert Redford. La novela es muy buena, si te animas a recuperarla. Un beso, Maty y muchísimas gracias.
EliminarNo he leído el libro, pero la película la verdad es que fue una preciosidad.
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias por compartir.
Muchas gracias a ti, Albada.
EliminarMaravillosa reseña, Marta. Me ha encantado el paralelismo que haces entre la vida de Scott Fitzgerald y la de Gastby. Es cierto que Suave es la noche es globalmente mejor novela, pero la ternura que me produce Gatsby (al que solo puedo imaginar con la cara de Robert Redford) y las ganas de protegerle del mundo de pirañas en que se mete (a él y a Nick), hacen que para mí Gatsby sea muy especial. Ya sabes que el año pasado leí Trimalción, la versión de Gatsby tal y como Fitzgerald se la entregó al editor, Maxwell Perkins, y antes de que éste le convenciera de introducir las modificaciones que la dejaron como la conocemos. Y yo no sabría con cual quedarme, Gatsby o Trimalción, Trimalción o Gatsby.
ResponderEliminarUn beso y muchas gracias por esta preciosa reseña.
¡Ay, Rosa! ¡Cuánto me alegra lo que dices! Tengo pendiente todavía Trimalción. La conocí por tu reseña y me despertaste la curiosidad pero aún no he podido hacerle un huequito. A ver cuándo me pongo con ella. Un beso grande y muchísimas gracias.
EliminarHola Marta, la leí hace unos pocos meses y me gustó mucho. Me encantó ese aire de fatalidad que sobrevuela, sobre todo en la segunda parte, por toda la novela y los personajes tan fantásticos y egoístas, la mayoría de ellos, pobre Gatby...
ResponderEliminarUn besazo
Sí, pobre Gatsby. Rodeado siempre de hipocresía y egoísmo. Un beso, Nitocris y muchas gracias.
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarUna reseña con datos interesantes sobre Scott Fitzgerald, un escritor autodestructivo, en la que muestras las concordancias entre el autor y la obra.
Un fuerte abrazo :-)
Muchísimas gracias, Miguel Ángel. ¡Qué bien que te haya gustado!
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarEste es de esos títulos que están en el saco de mis grandes pendientes, que no entiendo cómo aún no lo he leído (lo tengo ya esperando, mirándome mal desde la estantería. Tantos pendientes...). En fin, me ha gustado cómo nos hablas de esta historia, con esa potente asociación con la vida del propio autor. Espero leerla pronto...
Un saludito.
Es una historia muy especial, muy representativa de una época y muy ligada también a la experiencia personal del autor. Espero que te guste mucho.
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