sábado, 5 de octubre de 2019

Lucy


Me llamo Lucía. Un nombre precioso ¿no creen? A mí me lo parece y odio por eso que me llamen Lucy. Pero... todo el mundo lo hace. A estas alturas sé bien que ya perdí la batalla y trato de no darle demasiada importancia. Aunque lo odio, ya digo, el dichoso diminutivo. Pero, discúlpenme, no pretendía hablarles de mí −maldita manía de andarme siempre por las ramas− quería contarles de Anna y si tan difícil me resulta no colarme en su historia es porque, desde el momento en que apareció en mi vida, esta niña ha sido siempre mi mejor (¿única?) amiga, mi amiga del alma. ¡Ay! ¡Si supieran qué extrañas, pero qué extrañas, suenan estas palabras en mi boca! Ustedes apenas me conocen y sé que esto que les cuento muy buena impresión no les ha de causar, pero sinceridad obliga y debo reconocer por eso que siempre fui algo huraña y desconfiada. No me gusta la gente, esa es la verdad. Ni mucho ni poco. Es así. Nada puedo hacer y nada importa ya la causa.
En fin. Anna, les decía, tiene diez años. Es una niña alta, pecosa, algo pícara y tremendamente divertida. Muy lista, también. Le encanta la física (de mayor quiere ser astronauta recalca con firmeza a la menor oportunidad), las historias de misterio y los cuentos de piratas pero, por encima de todo, con una pizquita de orgullo diré que lo que más le gusta en el mundo son mis travesuras, mis juegos, mi compañía. Nos compenetramos a la perfección y nunca, nunca jamás, nos aburrimos juntas. Adivino lo que piensa y lo que siente solo con mirarla. Si la noto triste, ávida y mimosa, reclamo entonces sus caricias y al instante −método infalible− entre mis rizos su melancolía se diluye. También es valiente. Mucho. Muchísimo. La chiquilla más valiente que conozco. Ella lo es todo para mí: la razón de mis desvelos, de mi aprendizaje, de mi existencia... Un laberinto de azares sorteamos juntas cada día. Siempre yo su luz entre las sombras. Su brújula y su norte. Sus ojos  y su guía.  





2 comentarios:

  1. Hola, Marta! Lo que que de verdad tiene valor es hallar la propia manera de contar. Contemplar otro punto de vista siempre significa riqueza y calidad. Gracias a ti!

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    1. Muchísimas gracias! Cuánto me alegro de que te haya gustado!

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