Hoy me acordé de ti. No sé por qué. Tal vez porque es verano, hace calor
y es época de girasoles. Durante mucho tiempo te vi bajar del tren, tarde tras
tarde, a esa hora en que la mayoría de
la gente regresa a casa tras el largo día laboral. Seria, sola, fatigada, con
aspecto de llevar sobre tus hombros cansados el peso de un mundo a punto
siempre de desmoronarse. Una mujer joven todavía, ojos oscuros y profundos y un
raro halo de misterio en la mirada. Acostumbrada a esconder sus sentimientos. Quizá
endurecida pero valerosa y fuerte. Eso me parecías. Aunque lo que al fin me
cautivó y, sin que jamás hubieras podido llegar a imaginarlo, me hacía buscarte
cada tarde en el andén y me conmovía de un modo extraño era la sonrisa fugaz
que por un instante iluminaba tu rostro cuando, antes de perderte de nuevo
entre la multitud, te detenías un momento frente al pequeño puesto de flores de
la estación, rebuscabas en tu bolso unas monedas y elegías con cuidado un
girasol. Dorado, cálido, luminoso. Nunca ninguna otra flor. Siempre un girasol.
Ardiente y bello. Luego, un día, dejé de verte. Te llamabas Cristina. Lo supe
tiempo después, al descubrir de improviso tu fotografía bajo un texto breve y
sin alma que, en la crónica de sucesos de un periódico local, hablaba de dos
pequeños huérfanos, un marido arrepentido a destiempo y alguna estadística
dolorosa y fría. Lloré entonces mi rabia y tu impotencia. Lloré el horror, la
desesperanza, el desconsuelo... y grabada en mi recuerdo quedaste para siempre
como la chica de los girasoles. La chica de la mirada herida a quien la belleza
imprevista de una flor embrujada por el sol, regalaba cada tarde una esperanza
y robaba una sonrisa.
Gracias Marta. Ni una más
ResponderEliminarNi una... Muchas gracias a ti Arantza.
ResponderEliminarNi una Más.
ResponderEliminarNi una...
EliminarQué hermosas letras, Marta, aunque sería deseable no tener que escribir nunca sobre estos temas.
ResponderEliminarMe encanta tu sensibilidad ¡Te felicito!
Ni una más
Un abrazo
Un tema tristísimo, sí pero me alegro mucho de que te haya gustado. Muchas gracias, Ana.
EliminarHola Marta, a pesar de ser un tema muy triste logras impregnarlo de belleza con tu prosa. Y no por ser un tema triste no debe tocarse, al contrario. Me encanta que sirve como invitación a la reflexión para que estas tragedias no se sigan repitiendo. Me gustó mucho.
ResponderEliminarHola, Ana. Son temas difíciles, sí, pero no hay que esconderlos. Hay que tratar de concienciar un poco sobre la existencia de estas situaciones y lo horribles que son. Me alegra muchísimo que te haya gustado el relato. Muchas gracias.
EliminarHola Marta.
ResponderEliminarParece mentira que aún sigan ocurriendo estos despropósitos. Algo profundamente grave está fallando en la base de nuestra sociedad. Tu relato tiene la belleza del desgarro.
Un fuerte abrazo :-)
Algo absolutamente desolador, sí, que estas situaciones continúen produciéndose. Muchísimas gracias, Miguel Ángel. Me alegra que te haya gustado el relato.
EliminarGran relato señorita, me encanto.
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Muchas gracias. Luego paso por tu blog.
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