Last Christmas I gave
you my heart...
¡Feliz
Navidad!
All I want for
Christmas is you...
¡Felices
fiestas!
Santa Claus is comin´ to town...
"Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia". Isak Dinesen.
Last Christmas I gave
you my heart...
¡Feliz
Navidad!
All I want for
Christmas is you...
¡Felices
fiestas!
Santa Claus is comin´ to town...
Lo mejor de estar enferma eran los cuentos del abuelo. Nadia llevaba una semana en cama con fiebre. Una gripe traidora que pescó por desobediente un día de lluvia ─mamá no la dejaba salir de casa esos días y ella se escabulló sin permiso─ la había confinado a la soledad de su habitación. Solo Nina, el robot enfermera a cargo de vigilar su estado, tenía permiso para entrar a verla. Tres veces al día, la androide medía su temperatura, comprobaba las constantes de la niña y enviaba a la madre un informe detallado sobre su evolución. Los hologramas de mamá y papá también la acompañaban de vez en cuando. Flotaban unos minutos en el aire, contaban algo divertido de su día y le soplaban luego un beso con un guiño. No era lo mismo que tenerlos de verdad pero... debía conformarse. Los virus no resultaban peligrosos en los niños, sí en los adultos. Para ellos las consecuencias podían ser fatales y el riesgo de contagio, incluso respecto a los más inofensivos, era inquietante. Nadia lo sabía y aceptó sin rechistar las consecuencias de su pequeña travesura. Fue un impulso irresistible. La calle parecía un espejo de cristal entre los charcos, el aire olía a tierra mojada, el cielo coloreado de azul oscuro... Era tan rara la lluvia en los últimos tiempos que la niña no lo pensó dos veces. Salió corriendo, desabrigada y sin paraguas, se caló hasta la médula de los huesos y esa misma noche comenzó el concierto de estornudos. Nina detectó el virus de inmediato, dio la señal de alarma y una semana después allí seguía Nadia: aislada en su cuarto, enfurruñada con esa humanoide mandona y antipática que tenía por guardiana. Aunque, bueno, para ser justa también algo había salido ganando y no era cuestión de quejarse. Durante todo aquel montón de días se había librado de las clases de Bob, el androide profesor que tenía asignado. Nadia era una niña lista pero odiaba estudiar. Física, matemáticas, programación... la aburrían soberanamente. Ella se ensimismaba con la historia de los tiempos antiguos, le encantaba dibujar y a la menor oportunidad dejaba volar su imaginación. Pero sus test cerebrales habían revelado una enorme capacidad para las ciencias y todo su programa educativo giraba en torno a ello. Cada persona recibía los conocimientos más adecuados a su inteligencia, individualizados y adaptados a su ritmo de aprendizaje. Y esa era la misión de Bob: transmitir a la niña todos los saberes necesarios para convertirla en la mejor científica posible.
Es una ilusión, esta de que existo realmente
Publicada en 1968 y referente de la ciencia ficción, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? pasó sin embargo muy desapercibida en su momento y solo alcanzó reconocimiento tras la adaptación cinematográfica (muy libre respecto a la historia original) que bajo el título de Blade Runner realizó Ridley Scott.
Los recuerdos se esfuman, se desgastan a fuerza de repetirlos
Judía de origen polaco, la vida de Hélène Waysbord se derrumbó en el otoño de 1942 cuando con apenas seis años de edad se vio separada de sus padres, deportados a los campos de concentración mientras ella era enviada a un pequeño pueblo de la campiña francesa. Hélène quedó de ese modo a salvo de los horrores del nazismo pero la ausencia de raíces fue el precio que habría de pagar el resto de su vida.
Cuando le conocí, Cosme era un ser afortunado. El hombre con más suerte del mundo, solía decir. Papá de dos niños a los que adoraba, enamorado como nunca de su mujer, dueño de una casa con chucho y jardín. De anuncio, vaya. Así era su vida. Días apacibles, rutinarios, empalagosos hasta el hartazgo. Más feliz que una perdiz. Siempre. ¿Podéis creerlo? En fin. Aquello era algo insoportable y yo no logré resistirlo. Tampoco puse mucho empeño, debo admitir. Y quizá fuera un pelín impulsiva, no digo que no, pero....
Nada es imposible
Casas encantadas, videntes, fantasmas, vampiros... desfilan por esta colección de relatos ─Reinas del Abismo─ con que Impedimenta recupera la obra de una serie de autoras muy populares en su momento aunque muy desconocidas ya en la actualidad. Durante los últimos años del S.XIX y primeros del XX triunfaba en Europa una corriente de literatura fantástica y de terror de la que todas fueron exponente y de la que lograron hacer su modo de vida. Convencidas de su valía, muy pocas ocultaron su nombre bajo pseudónimo masculino y muchos de sus relatos fueron publicados en alguna de las revistas dedicadas al género (las llamadas revistas pulp). Fueron, en ese sentido, mujeres adelantadas a su tiempo que consideraron la escritura un modo de hacer dinero, recurso adecuado para el sostenimiento familiar, en lugar de un mero entretenimiento de carácter privado, al estilo de las victorianas.
Toda la ciudad murmuraba
Publicada en 1956, Peyton Place se convirtió inmediatamente en un gran éxito de ventas. Durante más de un año permaneció en la lista de libros más vendidos del New York Times y dio a su autora, Grace Metalious (1924-1964), una popularidad muy controvertida, al abordar temas en exceso polémicos para la época.
Ambientada en una pequeña ciudad (ficticia) de Nueva Inglaterra, es esta una historia coral, articulada en torno a tres personajes femeninos, Constance, Allison y Serena, donde el protagonista no obstante es el propio pueblo y el conjunto de sus habitantes: su cotidianidad, sus envidias y murmuraciones, sus rutinas y el tejido invisible que enlaza pasado y presente a lo largo del tiempo.
Ser hombre es
ser responsable. Es sentirse avergonzado frente a una miseria que no parecía
depender de uno.
Antoine de Saint Exúpery
Crees conocer mi historia. Me juzgas. Sé que me desprecias pero... piensa un poco: ¿qué sabes de mí? Mi oficio es viejo como el mundo, recalca el tópico una y mil veces repetido, e inmenso y viejo como el mundo es también mi desamparo.
...Solos en un mundo que no les pertenece
Publicada en 1910, "El último verano" fue una novela tremendamente exitosa desde su primera aparición. Pese a ello ─cuenta Cecilia Dreymüller en el prólogo que antecede a esta edición (Duomo Ediciones)─, la autora, Ricarda Huch (1864-1947) renegó siempre de ella por considerarla producto de un capricho, una historia nacida de una apuesta sobre su capacidad para escribir una novela policiaca.