Lo mejor de estar enferma eran los cuentos del abuelo. Nadia llevaba una semana en cama con fiebre. Una gripe traidora que pescó por desobediente un día de lluvia ─mamá no la dejaba salir de casa esos días y ella se escabulló sin permiso─ la había confinado a la soledad de su habitación. Solo Nina, el robot enfermera a cargo de vigilar su estado, tenía permiso para entrar a verla. Tres veces al día, la androide medía su temperatura, comprobaba las constantes de la niña y enviaba a la madre un informe detallado sobre su evolución. Los hologramas de mamá y papá también la acompañaban de vez en cuando. Flotaban unos minutos en el aire, contaban algo divertido de su día y le soplaban luego un beso con un guiño. No era lo mismo que tenerlos de verdad pero... debía conformarse. Los virus no resultaban peligrosos en los niños, sí en los adultos. Para ellos las consecuencias podían ser fatales y el riesgo de contagio, incluso respecto a los más inofensivos, era inquietante. Nadia lo sabía y aceptó sin rechistar las consecuencias de su pequeña travesura. Fue un impulso irresistible. La calle parecía un espejo de cristal entre los charcos, el aire olía a tierra mojada, el cielo coloreado de azul oscuro... Era tan rara la lluvia en los últimos tiempos que la niña no lo pensó dos veces. Salió corriendo, desabrigada y sin paraguas, se caló hasta la médula de los huesos y esa misma noche comenzó el concierto de estornudos. Nina detectó el virus de inmediato, dio la señal de alarma y una semana después allí seguía Nadia: aislada en su cuarto, enfurruñada con esa humanoide mandona y antipática que tenía por guardiana. Aunque, bueno, para ser justa también algo había salido ganando y no era cuestión de quejarse. Durante todo aquel montón de días se había librado de las clases de Bob, el androide profesor que tenía asignado. Nadia era una niña lista pero odiaba estudiar. Física, matemáticas, programación... la aburrían soberanamente. Ella se ensimismaba con la historia de los tiempos antiguos, le encantaba dibujar y a la menor oportunidad dejaba volar su imaginación. Pero sus test cerebrales habían revelado una enorme capacidad para las ciencias y todo su programa educativo giraba en torno a ello. Cada persona recibía los conocimientos más adecuados a su inteligencia, individualizados y adaptados a su ritmo de aprendizaje. Y esa era la misión de Bob: transmitir a la niña todos los saberes necesarios para convertirla en la mejor científica posible.
Por
eso los cuentos del abuelo le gustaban tanto, un pequeño secreto que rompía la
rutina con aires de diablura. Cada tarde, el hombre abría despacito la puerta
de su habitación, arrastraba una butaca hasta la cama de la niña y con gesto
cómplice comenzaba su historia. Princesas, dragones, aventureros, piratas... la
trasladaban a un mundo que solo ellos habitaban. Luego, antes de que Nina
entrara termómetro en ristre, el abuelo se marchaba para no ser descubierto. Él
no temía a los virus ─decía─ por alguna razón no lo atacaban, pero la regañina
de mamá si se enteraba, ¡ay!, eso era otro cantar.
─¡Qué
rollo, abuelo! ─se quejó la niña una de esas tardes─ Nina dice que ya estoy
buena y que puedo levantarme.
─¡Vaya,
vaya! ─exclamó el anciano con fingido desconcierto─ ¡Pero si eso era lo que tú
querías! ¡Si no parabas de decirme lo harta que estabas de pasar sola todo el
día!
─Yaaa...
Pero es que Bob tiene un montonazo de deberes preparados y las clases me
aburren taaanto...
El
desolado mohín que curvó los labios de Nadia hizo sonreír al abuelo.
─A
mí también me aburría mucho la escuela ─trató de consolarla con un guiño─.
Bueno, no la escuela: las clases. Las matemáticas, sobre todo. ¡No sabes lo mal
que se me daban!
─¿En
serio? ¡No te creo! ¡Con lo listo que tú eres!
─Fatal.
No me gustaban nada. No las entendía. Pero siempre había algún compañero que me
ayudaba y al final lograba pasar los exámenes con nota.
Un
gesto de asombro asomó a los ojos de Nadia pero no lo interrumpió, apoyó la
barbilla entre las manos y continuó escuchando.
─Y
en realidad las mates eran lo de menos. Enseguida llegaba la hora del recreo,
salíamos al patio y ¡menudos campeonatos hacíamos! Fútbol, baloncesto, torneos
de canicas... ¡Qué bien lo pasábamos!
─¡Venga
ya, abuelo! ─palmoteó al fin la chiquilla retorciéndose de risa─ ¡No me tomes
el pelo! ¿Un montón de niños estudiando juntos en el mismo edificio?, ¿aprendiendo
todos lo mismo al mismo tiempo?, ¿sin especialización personal y con un patio
para jugar entre clases? ¡Si ya solo falta que me digas que tus maestros eran
personas!
Mención
honorífica certamen diciembre 2022 "El Tintero de Oro "
Relato publicado en la revista "Escribiendo a hombros de gigantes" de El Tintero de Oro (mayo 2023) y en la antología Sospechosos de la tinta (diciembre 2023).
Vaya... Se siente igual que cuando intentamos explicar a nuestros hijos que para llamar lo hacíamos desde una cabina o que el teléfono de casa era de esos de rueda.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato imaginando a la niña con su abuelo.
Sí, el paso del tiempo es demoledor. Muchas gracias, DelaFlor.
EliminarNunca he tenido claro si los maestros eran personas jajajaja. Estupendo relato que nos hace confrontar con dos mundos que quizás algún día se hagan realidad. Aunque diría que el relato es incluso optimista. Si seguimos así nos cargamos nosotros el mundo sin androides de por medio. Me ha encantado el contrapunto de ternura que pones con la figura del abuelo y de los cuentos.
ResponderEliminarTodo un homenaje a nuestra infancia.
Felicidades, Marta.
Bueeeno, hay maestros y maestros, jeje. Muchas gracias, Miguel. Qué bien que te haya gustado el cuento. No quería ser agorera pero creo que vamos hacia un futuro muy tecnológico y muy poco humanista. Ojalá encontremos cierto equilibrio...
Eliminar¡Hola, Marta! Me ha encantado tu relato y los personajes. La convivencia entre personas y androides está expuesta de forma muy natural y ese final, con cambio generacional, también le da mucha verosimilitud al contexto de la historia. Además, te deja pensando.
ResponderEliminarUn abrazo!
Mil gracias, M.A. ¡Cuánto me alegra lo que dices!
EliminarSobre todo, el último párrafo dice mucho con muy poco. No me cabe ninguna duda de que cualquier trabajo que hoy realiza una persona, si el día de mañana puede ser sustituida por una máquina, lo será. El trabajador humano le sale muy caro al empresario (siempre que vaya a la ley, claro).
ResponderEliminarVamos hacia un futuro muy deshumanizado, sí. A ver si conseguimos revertir un poco esa tendencia.
EliminarEl presente visto como algo difícil de creer en un futuro.
ResponderEliminarPor lo menos, hay una androide que cuida a los enfermos. Habría venido bien en esta pandemia.
No es tan positivo, no lo es para nada, la educación basada en cuestiones cerebrales. Y no por elección propia,
Un relato muy completo. Un abrazo.
Muchísimas gracias. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarQué bien has retratado un mundo sin humanos, o casi. Es triste por el aislamiento que describes y muy tierno a la vez. Me ha gustado mucho esa última frase final (es perfecta para la reflexión) y los diálogos tan naturales entre abuelo y nieta; pura ternura. Y como siempre, ¡tan bien contado!¡Suerte!
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Maite. ¡Qué bonito lo que dices! Muchísimas gracias. Me alegro un montón de que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias, Marta, por participar en la 34ª edición del concurso de relatos de El Tintero de oro, homenaje a Philip K. Dick.
ResponderEliminar¡Un abrazo y mucha suerte!
Muchas gracias a ti, Pepe. Una propuesta estupenda.
EliminarSi es que cuando llega la modernidad, a las nuevas generaciones les cuesta mucho aceptar que antes las cosas se hicieran de otra manera! Tu futuro se prevée como un mundo muy aislado e individualista, no demasiado alejado de la tendencia que tristemente ya podemos percibir ahora! Lo bonito es que la complicidad entre nietos y abuelos no cambia! Un abrazo!
ResponderEliminarUn futuro algo inquietante, es cierto. Muchas gracias, Marifelita.
EliminarQue cuento más bonito, Marta. Resalto la naturalidad con la que lo narras. Me encantó. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn saludo.
Mil gracias, Carmen. Me alegra muchísimo que te haya gustado.
Eliminar¡AYYYY! y mientras haya abuelos que cuenten cuentos no está mal la cosa. Pero un mundo sin maestros también es desgracia.
ResponderEliminarPor una sociedad del futuro sin políticos embusteros si apostaría.
Bonito y tierno relato.
Abrazos.
Mira, lo de los políticos no se me había ocurrido pero no estaría mal, jeje. Me alegra que te haya gustado el cuento, Francisco. Muchas gracias.
EliminarHola Marta me ha gustado mucho tu relato. Le has dado un toque positivo a toda la convivencia humanos-androides. No estoy muy segura de que al final llegue a ser así. Tu relato nos invita a la reflexión sobre los cambios que hemos experimentado en nuestra forma de vivir, trabajar, estudiar, amar. Creo que todo es posible y es emocionante pensar que aún podremos (dentro del tiempo en el que estaremos aún por esta vida) ver algunas cosas interesantes. Saludos.
ResponderEliminarMuchos cambios veremos probablemente todavía, sí, y ojalá que el futuro sea algo más humanista que el del cuento. Muchísimas gracias, Ana. Me alegra que te haya gustado.
EliminarMarta, qué miedo me da esto. Mira, Ana le encuentra ese toque positivo de la buena relación humanos-androides. A mí me dan escalofrios de pensar hacía dónde estamos yendo, la falta de humanización es tremenda y no quisiera ver eso nunca, nunca.
ResponderEliminarEstupendo tu relato ☺️
Hola, Maty. Pues sí, parece que vamos hacia un futuro muy técnico y poco humano pero en nosotros está revertir esa tendencia. A ver si somos capaces. Un beso y muchas gracias.
EliminarMe encantó la lectura de esta entrada. Ya tienes mi voto.
ResponderEliminarPor favor apóyame con una visita y un comentario en mi blog www.lediherarmasescritor.org me ayudarías muchísimo, apoyémonos, gracias:)
Muchas gracias. Me alegra que te haya gustado.
EliminarHola Marta. Me ha gustado la naturalidad con la que barras la convivencia entre los humanos y los androides, aunque también pienso en sí realmente sería positivo algo así. Tengo muchas preguntas sin respuesta. Buena historia. 👏👏Abrazos
ResponderEliminarMuchas gracias, Nuria. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarA las nuevas generaciones les cuesta entender cómo vivían sus padres y abuelos. Claro, que más les costaría a mis abuelos ver las cosas que hay hoy en día si ya la televisión les perecía un invento del maligno. Bueno, lo de la televisión fue a mi bisabuela.
ResponderEliminarUn relato muy bueno, sencillo y muy bien contado.
Un beso.
Estamos viviendo un tiempo de cambios tan vertiginosos que cuesta adaptarse y algunos realmente parecen un invento del maligno, jeje. Muchísimas gracias, Rosa. Me alegra un montón que te haya gustado el relato. Un beso.
Eliminar¡Ay Marta, qué dulzura de relación abuelo y nieta! Es que en un mundo así, aún lejano, donde hasta los maestros son androides... ¿Tan lejano? Intenta hablar con cualquier compañía de servicios para hacer un reclamo y oirás 500 veces las mismas frases grabadas que no te solucionan nada. Creo que cada vez estamos más cerca de tu relato.
ResponderEliminar¡Me gustó! Sobre todo el entusiasmo de Nadia por los cuentos y los comentarios de su abuelo y los tiempos perdidos.
Un abrazo.
Un futuro quizá no tan lejano, ¿verdad? Sí que da un poquito de miedo.... Muchísimas gracias, Trujamán. Me alegra una barbaridad que te haya gustado.
EliminarCon tu delicadeza de siempre, Marta. Yo sigo disfrutando de los cuentos de abuelos a nietos, o de los que leo como los tuyos. Muchas felicidades y un abrazo grande
ResponderEliminarUn beso, Juana. Muchísimas gracias.
EliminarHola Marta : Que buena historia ademas con sus puntos futuristas pero sus detalles atemporales y que cierto como se ha dicho por ahi arriba que el tiempo pasa y eso de contar batallitas nos hace sentirnos como si tuviéramos un siglo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Ainhoa. ¡Qué bien que te haya gustado!
EliminarMe ha gustado mucho. Puede que por lo que apenas queda sugerido, la soledad de los niños. Muy bueno. Saludos.
ResponderEliminarHola, Guille. Pues muchísimas gracias. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarHola Marta, esa frase final...Uf. Cómo nos han marcado los virus. En esta convocatoria casi todos los tenemos presentes de una forma u otra en nuestras historias. Nos han cambiado nuestra forma de ver el futuro, ver más de cerca esa individualidad, esa soledad. Da para pensar. Entrañable la figura del cuentacuentos, ese abuelo que no le tiene miedo a nada ni nadie porque cree que la ilusión lo salva todo. Un abrazo, compañera.
ResponderEliminarLos libros y la ilusión siempre acaban por vencerlo todo. Muchísimas gracias, Emerencia. Me alegra un montón que te haya gustado.
EliminarHola, Marta, muy buen relato. La voz de la niña está muy lograda y transmite la inocencia de esa edad indeterminada de la infancia. La voz del abuelo hace de perfecto contrapunto a su nieta. La historia me ha recordado mucho a U.S.A., en algunos estados de ese país es legal no escolarizar a los niños y darles una educación individualizada en sus hogares, por supuesto aún impartida por humanos. El final nos golpea y nos devuelve a nuestra realidad cotidiana haciéndonos mirar atrás y ver los vertiginosos cambios tecnológicos que se han producido en las últimas décadas de nuestras vidas. Me ha gustado.
ResponderEliminarSuerte en el Tintero, un abrazo.
Unos cambios que nos llevan hacia un individualismo cada vez más acentuado, parece. Muchísimas gracias, Carles, Me alegra mucho lo que dices.
Eliminar¡Hola Marta! Me ha gustado mucho tu historia por lo bien que describes y caracterizas a tu sociedad futurista. Además, tocas muy bien temas como el cambio climático y las pandemias que, de seguir como vamos, en un futuro no muy lejano marcarán tanto a nuestra sociedad como a la de tu relato. También me pareció muy buena la idea del robot como detector de enfermedades. Parece que en ese futuro que pintas, por otra parte, la humanidad tiende a robotizarse, impidiendo a los niños estudiar lo que les gusta y limitandolos a hacer lo que su naturaleza dicte. Un poco triste eso... ¡Un saludo y suerte en el Tintero!
ResponderEliminarHola, Ulises. Muchísimas gracias. Sí que me ha salido un futuro un pelín deshumanizado, esperemos que no se cumpla ese vaticinio...
Eliminar¡Hola Marta!
ResponderEliminarAins pues me ha gustado mucho, creo que en muy poco espacio has caracterizado muy bien este mundo futurista. En fin, me ha encantado el tema de la educación, lo de estudiar para lo que cada uno tiene más capacidad y no lo que te guste... umm, admito que eso me pasó un poco en el instituto, se me daban bien las ciencias y me animaron a seguir por ahí y en realidad creo que tendría que haber hecho letras jajaaj
¡besotes!
¡Ay, Irene! Muchísimas gracias. Me alegra un montón lo que dices. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarLa individualizados que es la reducción sl absurdo de ls especialización. Educación a la medida, da 8gual androide que humano, aunque la ultima frase es un puntazo. Todo en favor de la productividad. Porque ¿ para qué aprender algo con lo que no se va a ganar dinero?
ResponderEliminarBueno... eso mismo decíamos nosotros entonces " para que ma sirve saber calcular las combinaciones con repetición de 7 elementos tomados de dos en do?" Pero bueno... entonces estábamos equivocados
Los diálogos muy buenos, naturales de chica y abuelo.
Suerte en el tintero
Sbrazo
Aún estamos a tiempo de revertir ese futuro, a ver si somos capaces... Muchísimas gracias, Gabiliante. Muy contenta porque te haya gustado el relato.
EliminarHola Marta. Tu relato da en el clavo con uno de los riesgos de la excesiva tecnificación, la despersonalización, la pérdida del sentido de grupo y la desmotivación que ello imprime en los humanos. Después de todo, la socialización y la organización social es lo que ha hecho avanzar a la humanidad. La niña protagonista, a pesar de estar especialmente dotada para las asignaturas que se le imparten, las ve anodinas y pierde interés porque no tiene motivación para aprenderlas ni a nadie con quien compartir su conocimiento e ilusiones. Me recuerda a un relato de Asimov en el que describía esto mismo, donde se presentaba una Tierra hacinada y asolada por virus y enfermedades en contraposición a las colonias planetarias donde cada individuo disponía de un excesivo espacio personal, llegando a establecer relaciones exclusivamente virtuales e incluso desarrollando una aversión a la proximidad de otros seres humanos. Al final, son estas colonias exteriores las que degeneran como sociedad por exceso de individualismo y esa falta de conciencia de grupo a la que ellos mismos se abocaron. Tu relato tiene muchos puntos en común, no se si por casualidad, aunque llevado un universo propio en el que nos expones el problema desde el punto de vista de la niña, con unos diálogos excelentemente adaptados a nieta y abuelo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Pues me has dejado sin palabras con este comentario. No conozco el relato de Asimov que me dices. De él solo leí en su momento "Viaje alucinante" y poco más. No soy una gran lectora de ciencia ficcion, la verdad, aunque gracias a El Tintero voy conociéndola un poquito mejor. Con este relato pretendía reflejar la deshumanización hacia la que parece que vamos entre tanta tecnología y me encanta que te haya llevado a pensar en uno de los mejores autores del género. Mil gracias. Todo un regalo tu comentario.
EliminarHola, Marta!! Tu relato me ha gustado mucho, me encanta la forma en la que lo has escrito, y muy especialmente te felicito por cómo has conseguido combinar esa parte tecnológica con el lado más humano. Me ha emocionado el personaje del abuelo, es muy tierno y Nadia y su rebeldía, ante ese mundo automatizado, frío y distante, que tristemente parece que es el que les espera a las futuras generaciones. Me gusta la crítica que contiene tu relato, Marta. Las tecnologías están muy bien, pero como todo en esta vida, los excesos no son buenos. Las personas necesitamos mucho más que robots. Enhorabuena, suerte en el tintero y un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarHola, Cristina. Pues me alegra un montón que te haya gustado el relato. A ver si encontramos un punto de equilibrio entre tanta tecnología, sí. Un beso y muchísimas gracias.
EliminarHola, Marta:
ResponderEliminarUn relato tan natural en su narración como posible en su ficción. Un relato naturalmente brillante, Marta.
Un abrazo.
¡Ay, Nino! Muchísimas gracias. ¡Qué bonito lo que dices!
EliminarUn relato delicioso, Marta, con tu impronta personal adecuada al tema propuesto, y es que nos reconcilias hasta con las aburridas clases de mates y física con tal de que sean compartidas con los niños, niños y profes de carne y hueso, con sus defectos y su humanidad.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Hola, Isabel. ¡Qué bien que te haya gustado! Da un poco de miedo tanta deshumanización, ¿verdad? Un beso y muchísimas gracias.
EliminarEs muy bueno tu relato Marta, deja a uno pensando en lo triste que sería la vida de los niños realmente si desaparecieran las escuelas, las amistades que allí se forman, la tecnología es buena mientras no deshumanice a la gente.
ResponderEliminarPor otro lado me recordaste a cuando mis hijos me planteaban hace un tiempo atrás cómo lográbamos vivir en nuestra juventud sin celulares, computadoras, en fin, para pensar.
Me gusto mucho, saludos, PATRICIA F.
Sí, la verdad es que siempre han existido esas brechas generación pero últimamente va todo tan acelerado.... Un beso, Patricia y muchísimas gracias. Me alegra que te haya gustado.
EliminarTiempos cambian.... yo no puedo imaginar como hacian antes cuando no habia electricidad.....
ResponderEliminarhervian el agua los abuelos?
Probablemente la hervirían, claro. Cada época tiene sus recursos.
Eliminar¡Qué buen relato, Marta. Me ha encantado. Esa ternura entre abuelo y nieta frente a la frialdad de Nina. Me ha recordado al libro “Klaus y el sol” de Kazuo Ishiguro. Claro que allí no hay un abuelo tan fantástico.
ResponderEliminarHola, María Pilar. Sé que Ishiguro es un premio Nobel pero no he leído nada de él. Buscaré este libro que me dices. Muchísimas gracias. Me alegra un montón que te haya gustado el relato.
EliminarJajaja, me ha salido una carcajada al final del relato. Me ha encantado, Marta, un relato sencillo y tierno, que te atrapa. Enhorabuena, un abrazo!!
ResponderEliminarJeje, pues muchísimas gracias, Lola. Me alegra haberte hecho sonreír.
EliminarHola... excelente relato.. sospechosamente parecido a mi contándole a mis sobrinos que antes solo teniamos seis canales en el televisor, que para saber de un amigo debiamos ir a su casa o que debiamos ir a una biblioteca a investigar la tarea en un libro.... cosas del avance tecnológico creo... saludos
ResponderEliminarHola, Octavio. Pues sí, los cambios nos atropellan casi sin darnos cuenta. Muchísimas gracias. Me alegra que te haya gustado el cuento.
EliminarPor ese camino vamos, Marta. Ya casi hemos perdido los relatos de los abuelos (o los padres). Donde estén esas historias pocas cosas tienen tanto valor.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)
Hola, Miguel Ángel. Es cierto lo que dices aunque deberíamos ser capaces de encontrar un equilibrio entre pasado y futuro. A ver si lo logramos...
EliminarHola, Marta. Una escena perfectamente contada y un cuento narrado de manera magistral. Y en cuanto al mensaje, pues poco más que añadir. Cada vez vamos más rápido y los cambios son mayores. Acabaremos atropellando al mundo, si no al tiempo.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Mil gracias, Pedro. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarHola, Marta. Como se duele decir la realidad supera la ficción. ¿Niños estudiando juntos? ¿Maestros humanos? ¡Anda ya! Hasta los dragones son más creíbles. El mundo avanza a pasos de gigante nuestros hijos se echan las manos a la cabeza cuando ven en el cine los teléfonos con cables. ¿Qué pensarán nuestros nietos?
ResponderEliminarUn relato muy bien tierno y humano. Felicidades. Un abrazo enorme.
Hola, Bruno. ¡Cuánto me alegra que te haya gustado el relato! Un beso y muchísimas gracias.
EliminarHola, Marta! Precioso relato. Me ha encantado la forma en que has descrito esas escenas cotidianas enmarcadas en un escenario del futuro. El diálogo entre la niña y su abuelo es súper tierno y emotivo. Felicidades. Un abrazo!
ResponderEliminarPues muchísimas gracias, Beri. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarLa figura del abuelo y ese final hace la historia mas tierna.
ResponderEliminarLa descripción de todo el proceso que pasa la niña está bien narrado.
Me ha gustado mucho Marta
Un abrazo y suerte en el concurso
Puri
Me alegro, Puri. Muchísimas gracias y mucha suerte para ti también.
EliminarHola, Marta. Dejé los comentarios por falta de tiempo y ahora resulta peor volverlos a leer para comentar. No me ha gustado nada esa panorama que cuentas. Entiéndeme, el de la historia no cómo lo has contado que, como siempre es con un estilo impecable. Más vales que los abuelos están salvando muchas carencias de los nietos, en la vida real y en ti cuento. Suerte en el Tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarUn futuro muy deshumanizado, ¿verdad? Esperemos que finalmente las cosas no sucedan así. Muchísimas gracias, Isan y mucha suerte para ti también.
EliminarHola, Marta, nos traes un relato que pinta un futuro frío y distante entre las personas. Será que nada puede detener esa tendencia? Por otro lado la imagen del abuelo y la nieta nos reconcilia con los sentimientos. Muy bueno. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Mirna, muchísimas gracias y ojalá que ese futuro sea un poquito más amable.
EliminarHola, Marta. Me has sacado una carcajada. Tus relatos siempre me fascinan. Tienes un estilo muy personal. Sencillo, encantador y sentimental, pero no por ello menos profundo. Retratas de manera excepcional el mundo súper deshumanizado hacia el que nos encaramos con tanta digitalización, que si bien tiene sus ventajas como el plan de estudios personalizado, nos traerá aislamiento involuntario.
ResponderEliminarMe ha recordado mucho a una novela que he leído y reseñado hace poco y que se titula 'Klara y el Sol' de un premio Nóbel: Kazuo Ishiguro.
Me ha gustado mucho.
Suerte con el reto!
Hola, M.J. Pues fíjate que más arriba también M. Pilar ha hecho referencia a esa conexión con "Klara y el sol". No he leído la novela ni nada del autor pero voy a buscarla ya mismo. Mil gracias por tu comentario, generosísimo lo que dices. Un beso grande.
ResponderEliminar¡Por Dios, se me había pasado por alto este magnífico relato! Me ha encantado. ¿Algún día, a nuestros descendientes les sorprenderá saber cómo vivíamos en el siglo XXI? Bueno, de hecho, hay cosas de cuando yo era niño que a mis hijas les sorprende, je, je,
ResponderEliminarSuerte en el concurso, María.
Un abrazo.
Hola, Josep. Mil gracias. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarBuenos días, Marta.
ResponderEliminarUn relato entrañable y muy acertado.
La tecnología avanza con tal rapidez que lo que ahora vivimos parecerá ficción en pocos años.
Me ha encantado esa confrontación entre la comodidad de la tecnología y actos tan naturales y placenteros como la convivencia con los compañeros del colegio en el patio, el gozo de pisar los charcos de la lluvia o la "humanidad" de un abuelo contándole un cuento a la protagonista. ¿De verdad dejaremos que esas cosas se pierdan? Quién sabe.
Muy buen relato, me encantó.
Un Abrazo y Felices Fiestas.
Igualmente, José Antonio, felices fiestas y muchísimas gracias. Muy contenta porque te haya gustado el relato.
EliminarUn relato que nos cuenta una hermosa relación entre abuelo y nieta, la vida evocando recuerdos, y tejiendo fragmentos donde los androides también forman parte de su existencia, y es el abuelo que le da calidez. Abrazos virtuales desde Venezuela
ResponderEliminarMuchas gracias, Raquel. Me alegra que te haya gustado.
EliminarLas bacterias y virus son cada vez más inmunes a los medicamentos, así que no veo muy lejano un futuro donde un resfriado pueda ser fatal.
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato.
Suerte en el concurso.
Un abrazo.
Me alegra que te haya gustado, Cynthia. Muchas gracias.
Eliminar¡Hola Marta! Muy buen relato construido a través de la estrecha relación que mantienen abuelo y nieta. Los recuerdos juegan un papel muy importante aquí y logras transportarnos fácilmente del pasado al presente. Sobre todo me gusta ese final en el que la joven no se cree que en el pasado los niños estudiaran todos juntos en un mismo edificio. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Rocío. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarMe ha encantado, Marta. Ina historia de lo más enternecedora que además va muy acorde con estos días de Navidad. Qué triste que se pierda ese contacto humano en pro de la supuesta excelencia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y felices días.
¡Cuánto me alegra lo que dices, Estrella! Muchísimas gracias.
EliminarHola, Marta. Vaya futuro nos espera, tu visión del mismo no es para nada utópica, el aislamiento ya se está haciendo en muchos puestos de trabajo donde únicamente los trabajadores están en común a través de una pantalla de videoconferencias. Tú, al menos, has puesto el contrapunto del abuelo humanizando esa situación.
ResponderEliminarSaludos y suerte. 🎄🎅🥂🖐️
Muchas gracias, JM. Confiemos en que el cuento no se cumpla...
EliminarFelicidades Marta por tu quinto puesto en el Tintero. Un abrazo y feliz 2023!
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge, y ¡Feliz Año Nuevo!
EliminarUn quinto y estupendo puesto Marta. Nunca decepcionas, compañera.
ResponderEliminarUn beso, Isabel. Muchísimas gracias.
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