Pero el puente sacudía, como si fuese una mota de polvo, todas las huellas que habían dejado en él los caprichos o las necesidades de los hombres y continuaba idéntico e inalterable.
Ubicada a orillas del Drina, la ciudad de Visegrad marca la frontera entre Bosnia y Serbia. En el S.XVI, cuando todo el territorio formaba parte del imperio turco, el visir que gobernaba la ciudad decidió construir en ella un puente que conectara el mundo cristiano con el islámico. Esa es la historia que cuenta esta novela: cuatro siglos de conflictos, de encuentros y desencuentros, articulados en torno a la construcción de un gran puente de piedra sobre el río.
Desde el S. XVI hasta principios del S. XX, la narración recorre los episodios históricos más significativos (dominación otomana, imperio austro-húngaro, invasiones serbias, estallido de la I Guerra Mundial...) entrelazándolos a la pequeña cotidianeidad de los habitantes de la ciudad. Y siempre como telón de fondo el puente. Testigo privilegiado de cuanto sucede y metáfora de un anhelo de unidad que por momentos parece imposible.
Escritor de origen bosnio, ganador del Nobel de Literatura en 1961, Ivo Andric (1892-1975) tomó siempre como referencia para sus obras la historia de su país: enclave entre dos mundos, repleto de contrastes, marcado por la diversidad de etnias y culturas, por tensiones y enfrentamientos difíciles de gestionar.
Todo ello late en la esencia de esta historia. A través de episodios y personajes aparentemente desconectados, alternando en su relato casi a modo de puzle pequeñas anécdotas y grandes hitos, Andric reflexiona sobre el sentido de la vida y la dignidad del ser humano, sobre las dificultades de la convivencia, los vaivenes políticos y sus consecuencias generación tras generación: incomprensiones, odios, desconfianzas... o el modo en que ciertos azares históricos marcan sin remedio nuestras vidas.
Novela en tono de crónica (parte de la llamada trilogía de los Balcanes junto con Crónica de Travnik y La señorita), teñida de poesía y esperanza, también de una pizca de leyenda, con grandes personajes y bellísimas descripciones que en ningún momento enmascaran la crueldad de ciertos comportamientos.
Leí esta novela hace más de veinte años por lo que tengo una idea vaga de lo que trataba. Aunque ya es más que de otras muchas de las que no tengo idea, ni vaga ni activa. Fue una lectura especial de la que recuerdo que me gustó y que algunos pasajes me resultaron duros en extremo. Salvo que me esté equivocando de novela aunque no creo.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa. Yo no conocía esta novela, he llegado a ella un poco por casualidad y la verdad es que me ha encantado. Me ha gustado muchísimo el tono y la forma de entrelazar los acontecimientos históricos con las pequeñas vidas de los personaje y la poesía que hay en ella. Es muy especial, como dices y sí tiene fragmentos muy duros también. Un beso y muchas gracias.
ResponderEliminarExcelente reseña Marta, no se por qué pero se me antojó muchísimo leerlo. Lo voy a buscar. Saludos...
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Me alegra haberte descubierto esta historia.
EliminarInteresante aporte. Aunque, si te digo la verdad, entramos en una época en la que me apetece algo más ligero. Sin embargo, la veo ideal para los meses de otoño e invierno. Besos
ResponderEliminarSí, no es una lectura ligera. Hay que ir a por ella con el ánimo adecuado. Muchas gracias, Marisa.
EliminarMe parece un planteamiento muy inteligente usar un puente y los acontecimientos históricos que citas para desarrollar una historia que es crónica universal de un lugar clave en la geoestratégica mundial. Las bonitas descripciones son otro plus añadido.
ResponderEliminarEstupenda recomendación, Marta.
La metáfora es perfecta, ¿verdad?. Es una historia dura, muy profunda pero con mucha poesía también y mucha delicadeza en la forma de contar. Un beso, Miguel y mil gracias por pasar.
Eliminar¡Hola, Marta! Pues desconocía a este autor, aún siendo premio Nobel, bueno, de hecho de los últimos me enteró de su existencia cuando lo reciben.
ResponderEliminarAl hilo de tu anterior respuesta a Miguel, hay unas imágenes que tienen una fuerza simbólica muy grande: puentes, espejos, murallas... En este caso, como nos cuentas, sirve de planteamiento para mostrarnos como hay épocas en las que se construyen puentes y otras en las que se destruyen. Y todo eso, el pueblo llano, lo ve con perplejidad y resignación. Un pueblo que siempre quiere vivir en paz, pero que siempre acaba sometido al vaivén de entes superiores y sus juegos de poder.
Una de las paradojas más grandes es el conflicto de las distintas religiones monoteístas. Jesús era judío y considerado como profeta en el Islam. Que unas religiones nacidas de las mismas tradiciones fueran causa de tantas guerras es casi ridículo. Pero esta es nuestra historia... Fantástica reseña y te deseo un maravilloso verano con muchas lecturas y sonrisas. Un fuerte abrazo!!
Pues feliz verano para ti también, David. Me alegro de haberte descubierto a este autor que yo tampoco conocía hasta ahora y me ha encantado. La metáfora del puente es potentísima y la historia hace reflexionar. Un beso y muchísimas gracias.
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