Los
últimos comensales abandonan el restaurante entre carcajadas y gestos cómplices.
«Buenas noches», «gracias», «hasta la próxima»..., los despide Manuel con una sonrisa cansada. Cierra
la puerta con un giro de llave, baja a medias la persiana y comienza a recoger
los restos esparcidos por las mesas. Un mundo de historias y sabores flota en
el aire. Una nube de alegrías, ilusiones, expectativas... ¡Cuántos secretos
guarda ese local!, suspira con una torre de platos bailando entre sus manos de
equilibrista. Ordena con esmero copas y cubiertos, conecta el lavavajillas,
apaga las luces y vuelve a la sala ahora en penumbra. Solo un pequeño rincón
permanece alumbrado a la llama de dos velas. Una cubitera con champán, servicio
para dos, estrépito de latidos en su corazón. Nadie ocupa nunca ese lugar. Es
su refugio. Su esperanza. Allí se sienta cada madrugada con un quejido ahogado
en la garganta. Pierde la mirada en el cristal de la ventana, noche tras noche
la aguarda. Ella prometió que volvería, pero... ¿Por qué no regresa?
Curiosamente he estado leyendo el microrrelato con música de jazz de fondo, de la lentita, y el día nublado por la ventana, y cómo pega. Una imagen melancólica, poética y triste, la delicia de un romántico urbano. Seguro que un día aparecerá. Gracias y un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Fernando. Precioso lo que dices.
EliminarSi es que el desamor es más bonito que el amor je, je. Te ha quedado un cuento precioso y melancólico que además refleja realidades de amores platónicos o no que quizás ya nunca volverán a esa mesa.
ResponderEliminarFelicidades por tu participación en el reto de marzo.
Besos, Marta.
Es mucho más literario, ¿dónde va a parar? ;) Me alegra mucho que te haya gustado el micro, Miguel. Un beso.
EliminarHola, Marta.
ResponderEliminarCuánta nostalgia, pesar hay en tus letras, esa pérdida incomprendida, de la que se ve que nunca tendrá respuesta, y, aun así, continúa esperándola, es anhelante. Rompe el corazón.
Un beso.
Ay, Irene. Muchas gracias. Qué bonito lo que dices.
EliminarHola, Marta, un lugar cargado de historias que, sin embargo, ha dejado colgada la historia del protagonista, muy bueno y bien narrado. Me parece que esa historia no tiene final.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
No tiene final bueno, ¿verdad? El pobre se ha quedado clavado en esa espera. Un beso, Merche, y muchas gracias.
EliminarUn relato melancólico y evocador, con una atmósfera muy bien lograda. La imagen de la mesa lista, la espera y las velas encendidas transmiten perfectamente la sensación de anhelo y ausencia. La narración fluye con naturalidad y deja un eco de nostalgia en el lector. ¡Gracias por compartir esta historia tan emotiva, Marta!
ResponderEliminarMuchísimas gracias a ti, Tarkion. Me encanta que te haya gustado y todo lo que dices.
EliminarMuchas gracias por aceptar el reto al desamor, Marta. Un muy fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Bruno. Una propuesta genial.
EliminarExcelente relaro tristemente romántico, como debía ser tratándose de un desamor. En este caso es la espera del amor desvanecido y el sueño vano de reencontrarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Triste porque el protagonista no asume la pérdida, ¿verdad? Me alegra muchísimo que te haya gustado el micro, Josep. Mil gracias.
EliminarEfectivamente, como le dices a Miguel, el desamor es mucho más literario que el amor y más cinematográfico añado yo. Él dice que es más bonito, no creo que lo sea para los que lo sufren, pero como lectores y como espectadores, atrae mucho más. Precioso relato.
ResponderEliminarUn beso.
Claro, es duro de sufrir pero a la hora de contar una historia da mucho juego. Contenta porque te haya gustado el cuento, Rosa. Un beso.
ResponderEliminarEyyyyyy Marta...qué regrese!!! y ya nos contarás el final de la historia. Besos y buen relato
ResponderEliminarAy, pobrecito, ¿verdad? Muchas gracias, Santi.
EliminarElla se olvidó o es que nunca lo tuvo como algo serio. Un tipo como ese merece la pena. Romántico, paciente, esperanzado, ilusionado, enamorado y con negocio propio. Un partidazo.
ResponderEliminarUn abrazo melancólico con música suavita.
Ay, Francisco, me has hecho reír con lo de negocio propio, jeje. Un partidazo, efectivamente. Y, a pesar de todo, ahí lo tienes al pobre hombre...
EliminarMarta, es buenísimo. Al final he sentido así como un estremecimiento, por ese ser humano que se ha quedado esperando y que aún no entiende que fue olvidado. El desamor es cruel y doloroso. Me encantó tu relato.
ResponderEliminarCuánto me alegro, Ana. Muchísimas gracias.
EliminarQue penica me da Manuel, precioso relato Marta. Un abrazo
ResponderEliminarUn beso, Lulita. Muchas gracias.
EliminarMuy buen micro Marta, me gusta mucho como relataste esta historia de desamor, un corazón roto que a pesar de todo sigue esperando.
ResponderEliminarEs muy bueno.
Un abrazo
PATRICIA F.
Mil gracias, Patricia. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarHola Marta una historia hermosa y melancólica y con detalles hermosos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Muchas gracias. Qué bien que te haya gustado.
EliminarHola Marta, tu texto me resulta profundamente nostálgico. Refleja la rutina de Manuel, un hombre atrapado entre la vida del restaurante y la espera de un amor que nunca regresa. Me impacta cómo, a pesar de todo, mantiene viva la esperanza, simbolizada por ese rincón con las velas encendidas, un espacio íntimo que guarda para ella. La soledad se siente intensamente, y ese contraste entre la alegría de los comensales que se van y la tristeza de su espera me deja pensando en cómo el tiempo puede congelarse cuando uno se aferra a una promesa que quizás nunca se cumpla.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo
Precioso lo que dices, Nuria. Sí que es un relato muy emocional y me encanta que te haya gustado. Un beso y mil gracias.
EliminarUn relato cargado de melancolía que sufre tu protagonista, donde esa espera se encierra en ese rincón al que nadie llega y del que conserva la esperanza de que algún día puedan estar juntos.
ResponderEliminarBonita historia Marta
Un abrazo
Puri
Muchísimas gracias, Puri. Contenta porque te haya gustado.
EliminarLas velas. Todo un símbolo. Aquí, de una espera eterna que, como todas las esperas eternas, es una mezcla a partes iguales de esperanza y frustración. Un imposible deseado. Un nunca que es un quizás. Por eso las velas. Igual son un faro por si ese barco perdido las ve tras la ventana.
ResponderEliminarHabría incluso que plantearse si, de aparecer la chica, ese Manuel sería más feliz de lo que es ahora, esperándola noche tras noche... ¿o acaso no hay también un pequeño placer oculto en la desesperanza y en la autocompasión?
Da para muchas lecturas este relato tuyo. Muy sutil, muy afinado: me gustan esas frases cortas, o que solo menciones el sujeto una vez al principio y ya todo corra sobre los verbos (bien escogidos, se nota tu mano), y eso hace que uno se meta en el tipo. Por sugerirte algo, yo lo hubiera dividido en dos párrafos metiendo un punto y aparte antes de "Nadie ocupa nunca ese lugar", para crear así una pausa, un silencio escénico en la narración, y generar además expectación y tensión para esa frase, que es demoledora y que es un giro en sí misma. ¡Es solo mi opinión!
Me ha encantado Marta. Un gran abrazo.
Sí, ¿verdad?, quizá el personaje sea feliz atrapado en su melancolía y esa espera eterna que no es capaz de romper. Me alegra muchísimo que te haya gustado, Isra, y todo lo que te ha sugerido el micro. Mil gracias por la lectura tan atenta y los comentarios tan generosos que me haces siempre. Voy a revisar también ese tema de la puntuación que me comentas. Un beso.
EliminarHola, Marta, un micro estupendo, me ha encantado leerlo y también visionarlo, pues es bastante gráfico. Ese restaurante y todo lo que tan magistralmente narras, absolutamente todo tiene ese esmero narrativo que lo hace hermoso a pesar de ese rincón siempre vacío. Es un refugio que hace muy agradable su trabajo.
ResponderEliminarMe has hecho recordar la película "Algo para recordar" con Cary Grant, ¿y si algo le pasó a esa chica de Manuel?, bueno seria mejor que no se entere y siga teniendo esa ilusión por su regreso, pues una vida sin ilusión y esperanza más que vida, es una lenta muerte en vida.
Te felicito por lo bien escrito que está el micro Marta, gratos días de marzo.
Hola, Harolina. Qué bonito todo lo que dices y cuánto me gusta la peli de Cary Grant que comentas. Qué bien que el micro te haya llevado a pensar en ella. Un beso y muchísimas gracias por este comentario tan generoso que me regalas.
EliminarEs como la versión masculina de Penélope. Seguramente, si algún día vuelve, tampoco la reconocerá.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Un abrazo, Chema. Muchas gracias.
Eliminar¡Hola, Marta! Dicen que quien se fue nunca vuelve, es posible que, aunque no le sirva de consuelo, quizá sea mejor conservar el recuerdo de lo que fue que un reencuentro con alguien que seguro que ya no es quien espera. Melancólico y estupendo micro, Marta. Un abrazo!!
ResponderEliminarHola, David. Que alegría tenerte por aquí de vuelta. Me alegra que te haya gustado el micro. Es cierto que el pobre hombre espera ya algo imposible, fiel a una promesa que no se va a cumplir... Un beso y muchísimas gracias.
EliminarBuenas, Marta.
ResponderEliminarAy, me duele el desamor del protagonista. El texto transmite esa pena y melancolía que siente. Es un relato triste, pero, de alguna manera, también está lleno de amor.
Un saludo.
Irene
Hola, Irene. Sí, el protagonista se mantiene fiel a ese amor perdido. Me alegra que te haya gustado. Muchísimas gracias.
EliminarPero qué bonito... y estremecedor a un tiempo.
ResponderEliminarHas creado una pintura en movimiento, he visto a ese hombre aferrado a una ilusión... su dolor... Ya antes nos has preparado con esos preámbulos, recogiendo la cena... y su secreto... Casi como si fuéramos testigos no invitados entrando en su corazón...
Genial. Puro arte.
Un abrazo :)
Ay, Maite. Muchísimas gracias. Me encanta eso de ser testigos de lo que sucede en su corazón. Precioso lo que dices. Un beso.
EliminarUna espera eterna que no alejará el dolor del amor que se sabe perdido.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Necco. Así es, se aferra a algo ya perdido para siempre.
EliminarHola Marta, te ha quedado un relato muy bonito, cargado de melancolía y muy emotivo.
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchas gracias, Dakota. Contenta porque te haya gustado.
EliminarQue tristeza me da Manuel, cada día pensando en si volverá, el desamor duele mucho.
ResponderEliminarAbrazos.
Sí que da penilla, ¿verdad? Un beso, Conchi.
Eliminar¡Hola Marta! Un micro muy acertado y cargado de esa nostalgia que nos deja el desamor. Muy triste que se haya quedado anclado en esa eterna espera, pero has sabido transmitir muy bien todas esas emociones.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Rocío. Muchísimas gracias. Me alegra que te haya gustado.
EliminarHola Marta. Que triste ver pasar las parejas y las historias de amor de los demás añorando a la propia. Se ve que Manuel no ha sido capaz de pasar página, y a veces hay que dejar ir al amor soñado para empezar a construir otra historia. Ojalá Manuel se de cuenta de ello. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Pues sí, el pobre se ha quedado atrapado en esa espera y en esa promesa incumplida. Muy triste.
EliminarHola, Marta. Se siente la melancolía de tu protagonista. No sé por cuánto tiempo habrá estado esperando, pero espero que no se siga hundiendo en esa espera interminable.
ResponderEliminarUn abrazo
Un beso, Mirna. Muchas gracias.
EliminarEs un texto cargado de melancolía y atmósfera, que retrata la soledad de Manuel tras la fachada de un restaurante animado. El contraste entre las despedidas alegres de los comensales y su rutina silenciosa está bien logrado, y detalles como la “sonrisa cansada” o la “torre de platos bailando” pintan su cansancio con sutileza. El rincón con velas y champán es un giro emotivo que revela su espera inútil, y la pregunta final (“¿Por qué no regresa?”) deja un eco de tristeza que resuena. El estilo es evocador y delicado. Me ha encantado su tono nostálgico y esperanzado a la vez.
ResponderEliminarFelicidades, Marta.
Hola, Marcos. Qué bonito todo lo que dices y cuánto me alegra que te haya gustado. Muchísimas gracias.
EliminarPobre hombre. Menuda manera de torturarse... Se hace más mal que bien el protagonista del relato montando esa mesa para dos, que por más que se esfuerce es sólo para uno.
ResponderEliminarPues sí, no logra aceptarlo, el pobre. Muchas gracias, Noelia.
EliminarMarta qué espera tan melancólica y no se dará cuenta que ese amor no volverá? Un abrazo,
ResponderEliminarPues, ¿quién sabe, verdad? De momento ahí se ha quedado el pobre hombre. Un beso, Mamen.
EliminarUn relato melancólico... Pobre hombre. Por otro lado, ¿es ingenuo o cobarde? Ingenuo por confiar en alguien que lo dejó de lado. Cobarde por no decir "adiós" y por no vivir sin esta persona. Hay personas así, que se recrean en su propio sufrimiento. Da que pensar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobrecito, ¿verdad? No lo asume y mantiene la esperanza.
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