Trazó
la señal de la cruz sobre su frente y una oración sacudió sus labios. Las manos le temblaban, el corazón le latía
enloquecido y el miedo se anudaba a su garganta. Fuera de la cabaña rugía la galerna.
El cielo relampagueaba con violencia, el viento aullaba entre los árboles y el
mundo parecía quebrarse envuelto en la tiniebla. La tempestad no daba tregua,
pero... No eran truenos lo que retumbaba tras la puerta. Dos golpes sordos, un aroma
a incienso y flores secas... Puntuales a la cita, regresaban sus fantasmas. La
oscuridad lo cercaba, la notaba sobre él y esa cercanía arrugaba el alma del
anciano. El fuego de la chimenea se apagó de golpe y un escalofrío helado
recorrió su espalda. Retrocedió dos pasos. El suelo crujió bajo sus pies y una
voz pronunció su nombre... «Afronta tus pecados ─murmuró inflexible─, hora es
de saldar cuentas». «¡Piedad!», pudo apenas suplicar el hombre enfrentado a su
conciencia.
Hola, Marta.
ResponderEliminarLa muerte no perdona, tarde o temprano viene a reclamarnos y con ello todo lo que hicimos.
Estupenda ambientación.
Un beso, y feliz fin de semana.
Un beso, Irene. Muchísimas gracias.
EliminarLa asunción de los pecados sin posibilidad de redención otorga al relato una fuerza narrativa impresionante. Gran reto, Marta.
ResponderEliminarBuen finde!
Mil gracias, Miguel. Un beso.
EliminarLa mala conciencia no perdona, y la muerte menos aun. Si unimos lo uno con lo otro, a quien se halla ante esa situación, le debe resultar insoportable lo que le espera.
ResponderEliminarUn micro tan bien narrado que uno siente en carne propia el temor irrefrenable que siente el pobre anciano. Me ha encantado.
Un abrazo.
Ay, cuánto me alegra lo que dices, Josep. Muchísimas gracias.
EliminarY cuántas personas habrá que han conseguido que creamos que la tienen. Mejor no saberlo, según cómo.
ResponderEliminar¿Conciencia? Pues sí, no todo el mundo tiene, la verdad.
EliminarTiene que ser terrible que en el último momento la conciencia te golpee con la fuerza de todas tus malas acciones. Muy bueno. No sé si me animaré. Este año (y el pasado) me apetece mucho más leer que escribir.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa. Yo tampoco estoy escribiendo demasiado estos meses. Son épocas, no pasa nada. Un beso y muchas gracias.
EliminarIncreíblemente espectacular, me ha encantado como describes la voz de la conciencia haciéndose valer ante las malas acciones cometidas por el protagonista. Abrazos desde Venezuela, me alegra estar con ustedes de vuelta.
ResponderEliminarHola, Raquel. Pues encantada de tenerte de vuelta. Un beso y muchísimas gracias. Me alegra un montón lo que dices.
EliminarComo siempre, mucha sutileza la tuya. Creo que ante esos golpes finales a la puerta de la vida, todos tenemos en la retrospectiva cosas de las que arrepentirnos. En algunos casos por lo mal hecho y en otros por la cobardía que nos llevó a retroceder. . Habrá que aprender a no temblar ante el recuento, y ser capaz de reconocer lo bueno y lo malo. Para eso es la vida, también. Un abrazo
ResponderEliminarUn beso, Juana. Muchísimas gracias. Contenta porque te haya gustado el micro.
EliminarLa muerte de un pecador miedoso y cobarde a quien de nada le sirve ya la oración ni santiguarse ✨
ResponderEliminarGracias, Noelia.
EliminarBuenísimo Marta, una narración impecable que transmite el estado de ánimo de tu protagonista. Como lo pide el reto, su ánimo compagina con el ambiente exterior, con esa tempestad. La verdad te quedó muy bien. Un placer leerlo. Ana.
ResponderEliminarHola, Ana. Cuánto me alegra lo que dices y que te haya gustado el micro. Un beso y muchísimas gracias.
EliminarAl final todos tenemos que afrontar nuestros errores. MUy buena ambientación Marta. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Muchas gracias. Contenta porque te haya gustado, Lady P.
EliminarHola Marta, la voz de la conciencia ante las malas acciones por mucha piedad que se pida, no tiene miramientos y sigue adelante implacable. Te quedó muy bien. Un abrazo
ResponderEliminarUn beso, Nuria. Muchas gracias.
Eliminar¡Hola Marta! Ante la muerte todos somos iguales y toca afrontar los errores que hemos cometido. Una muy buena puesta en escena de la llegada de la muerte.
ResponderEliminarUn saludo.
Un beso, Rocío. Muchas gracias.
EliminarHola, Marta! Qué temazo! El hombre y su conciencia! Muy bueno
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bien que te haya gustado, Mirna. Muchísimas gracias.
EliminarEsa mala conciencia, qué persecutoria e implacable que es. Me temo que estar en paz con uno mismo es uno de lujos más a mano que podemos tener, pero que a veces más cuesta alcanzar.
ResponderEliminarUn relato genial, Marta, que da mucho que pensar
Un abrazo
Hola, Pepe. Pues sí, al final la paz interior es lo único que da la felicidad, ¿verdad?. Me alegra un montón que te haya gustado el micro. Muchísimas gracias.
Eliminar¡Hola, Marta! Me ha encantado la ambientación de tu relato. Engulle al personaje tanto como la culpabilidad que lo atormenta con ese grito de pedir piedad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un beso, M.A. Mil gracias. Contentísima porque te haya gustado.
EliminarMuy bueno Marta, desde el título ya nos vas preparando para lo que nos acontece a todos, a unos menos que a otros, pero si se tienen fuertes cargos de conciencia la llegada de esa hora final, resulta más aterradora, la imaginación se aúna con el entorno y ¡Zas! nos produce un pánico infernal, el cual describes muy bien.
ResponderEliminarExcelente relato Marta, besos.
Un beso, Harolina. Muchísimas gracias. Muy contenta porque te haya gustado.
EliminarMenudo trance de enfrenarse a la Parca, muy bien contado Marta. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ainhoa. Genial que te haya gustado.
EliminarSi hay un sentimiento que nos persigue como verdaderos fantasmas hasta las últimas consecuencias, son la culpa o la mala conciencia! Muy bien descrita la sensación! Un abrazote!
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