Había resuelto no conformarse con una vida sin vida
«No especialmente guapa, brillante ni graciosa», describe el autor a su heroína al comienzo de esta historia. Una mujer −Margaret Mackenzie− mediada la treintena, soltera (o ya solterona), dedicada durante años al cuidado de un hermano enfermo cuya muerte la convierte de pronto en rica heredera. Sin obligaciones ni ataduras que condicionen su voluntad, libre por primera vez, ella se irá rebelando poco a poco contra el papel que, en el Londres de mediados del S.XIX donde transcurren monótonos sus días, parece querer imponerle la sociedad.